La rosa de los lamentos

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En el jardín del reino prohibido,

donde el viento susurra secretos al oído,

una flor marchita crece en el silencio,

la rosa de los lamentos, dulce tormento.


Ella, sin nombre, oculta en las sombras,

mira al horizonte donde el acero retumba.

Él, el hijo del poder,

guerrero indomable, imposible de tener.


Sus manos forjan espadas de gloria,

mientras ella teje sueños en su memoria.

Él, de noble cuna, de fuerza imparable,

ella, un suspiro, invisible, intocable.


Cada batalla que él libra es un abismo,

que separa más su anhelo del realismo.

Sus ojos, como dagas en la distancia,

pero su corazón nunca la ve, ni en la fragancia.


En noches de luna, ella calla su amor,

se guarda la pena, su eterno dolor.

La rosa florece, pero sin luz,

y cada espina es un adiós en cruz.


Él lucha, pero no por ella,

es el hijo del principado, su estrella.

Su destino es el acero, no el abrazo,

y en su pecho no hay espacio para el lazo.


Así, la rosa de los lamentos se deshoja,

cada pétalo una lágrima que no afloja.

Porque amar en silencio es el mayor castigo,

cuando el alma arde y el amor es enemigo.


Pero en la quietud, ella sigue esperando,

aunque él nunca venga, nunca mirando.

Porque en su corazón ya no existe el lamento,

solo la rosa, y su eterno sentimiento.

Fragmentos de Historias No ContadasWhere stories live. Discover now