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Nightmare se paseaba por los oscuros y largos pasillos de su castillo, donde solo las pocas luces existentes brillaban en las habitaciones de sus subordinados. La eterna noche de ese AU lo embelesaba, especialmente por su luna, aunque esta noche carecía de ella.

Una luna nueva.

Una noche sin Luna, con estrellas sin guía. Perfecta en su vacío. Tal vez por eso tarareaba, o quizás por la satisfacción de haber logrado corromper cinco AU’s completos de negatividad en una sola semana. Continuó su caminata hasta el ala norte del castillo, adentrándose cada vez más, a pesar de que la zona no ofrecía ningún atractivo en particular al principio. Pero mientras más avanzaba, algo cambiaba. La vegetación comenzaba a aparecer.

No era vegetación común. No. Eran flores de lavanda, creciendo en abundancia, invadiendo el suelo y las paredes. Nightmare sabía que pronto comenzarían a cubrir también el techo. Durante un tiempo había intentado arrancarlas, pero por cada cien que eliminaba, doscientas más crecían al instante. Eventualmente se rindió ante la plaga, con la condición de que no se expandieran más allá del ala norte. Mientras se mantuvieran ahí, no le molestaba.

Lo que encontraba irónico era la presencia de mariposas emperador moradas revoloteando por la zona, cuando hacía más de cuatrocientos años ninguna criatura se atrevía a acercarse al castillo. Ahora, habitaban exclusivamente en el ala norte.

Finalmente, llegó a su destino: una puerta de roble oscuro, también infestada de lavanda. Con un leve esfuerzo, la puerta cedió, pese a estar ligeramente atascada. Entró en la habitación y contuvo un escalofrío.

El lugar no era frío, pero el aura que lo envolvía lo desagradaba profundamente. Había una tranquilidad que contrastaba con la oscura energía que una vez impregnó cada rincón. Lo que antes era un vórtice de sentimientos negativos se había reducido a una calma incómoda.

En el centro de la habitación, cubierta casi en su totalidad por la plaga de flores, había una cama. O lo que alguna vez fue una cama, ahora casi invisible bajo una colina de lavanda. Nightmare se acercó al centro de la habitación, con el único propósito de asegurarse de que su mayor molestia permaneciera fuera de juego.

Observó el montículo de flores y al esqueleto con ropas moradas que yacía en él. Sus cuencas seguían cerradas. Bien. Todo estaba en orden.

El pequeño guardián de la negatividad continuaba sumido en su sueño profundo, inmóvil e inconsciente del mundo que lo rodeaba. Nightmare no podía evitar encontrar gracioso que el guardián de la positividad creyera que él, Nightmare, era su hermano, cuando había robado el nombre del guardián y en realidad el verdadero guardián de la negatividad yacía atrapado en el mundo de los sueños, lejos del otro guardián.

La manipulación había sido casi insultantemente fácil. El guardián de la negatividad era solo un niño cuando Nightmare lo atrajo a su destino. Bastó esperar el momento oportuno para engañarlo, usando una manzana positiva que, al tocarla, se corrompió instantáneamente en negatividad corrompida. Al principio, Nightmare pensó que el proceso sería más complicado, pero los aldeanos ignorantes facilitaron su plan. A la corta edad de seis años, el pequeño guardián ya había caído en su trampa, y desde entonces, su cuerpo esquelético permanecía congelado en esa edad, atrapado en un sueño eterno.

Era un destino comparable al de Dream durante los quinientos años en los que estuvo petrificado, aunque con una diferencia clave. Mientras Dream fue convertido en piedra, el guardián de la negatividad quedó atrapado en un sueño profundo, inmutable. Lamentablemente, el guardián positivo había logrado escapar de su prisión hace veinte años, lo cual ya había sido un revés. Sin embargo, el guardián de la negatividad seguía sin mostrar signos de despertar.

Si llegaba a despertar, representaría un problema considerable. Nightmare lo sabía. Y por eso, cada vez que visitaba el ala norte del castillo, se aseguraba de que todo permaneciera bajo control.

La Luna FalsaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora