1. Altus City.

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Tras tres semanas de viaje en carruaje, un joven de piel morena y de cabellos níveos finalmente había llegado a su destino. Descendió del carromato de tintes morados y anclajes dorados, para despedirse de sus buenos amigos, "Umbra", el de pelaje negro y "Aerstice", el de pelaje blanco.

—Espero no haber sido demasiada molestia —pronunció en bajo, cerca de sus morros para brindarles algunas caricias.

Ambos eran las criaturas mágicas de su maestro, el conde de Sade, quien le había prestado a sus preciosos pegasos para llevarlo hasta tan largo camino. El joven recogió su única maleta, su único equipaje personal, cuándo ambos emprendieron el vuelo para regresar a la ciudad vecina, Nymeraen, en donde se había criado desde que fue adoptado bajo el ala de su maestro.

En realidad se llamaba "Kaelvor" , y aunque todos conocían su nombre, sólo se referían a él como "El Amorfo"; en pocas palabras porque para el resto del mundo, lo consideraban un hombre poco ortodoxo. El chico estaba algo de acuerdo, porque ciertamente las maneras de actuar de su maestro eran un poco extrañas. Pero lo admiraba, de verdad.

Entonces, se acomodó su sombrero de punta aguda y de tonos azules oscuros. Sobre él colgaba una preciosa joya de un rubí morado, otro regalo de su benefactor. Significaba algo como así, protección y marca, en pocas palabras. Debía demostrar de dónde venía siempre.

Un pequeño viento fresco, gracias a las nubes revueltas del cielo, le revolvió el sombrero, pero lo agarró con rapidez para colocarlo encima nuevamente. Todo con movimientos ligeros y provistos de evitar cualquier tipo de error. Todo tenía que salir a pedir de boca hoy, así se lo había propuesto.

Su nombre era Noé Archiviste, y había sido criado para ser molde de la perfección.

Sin embargo, no era capaz de ocultar su sonrisa, la cual se extendía hasta sus orejas. Estaba realmente emocionado ante la imagen de estar finalmente en Altus City, la ciudad con el mayor nivel de magia; al menos, en comparación de las muchas otras consideradas y prestigiosas del planeta entero.

Para él, estar allí era como un sueño hecho realidad.

Altus City, llamada en la época de los Garloaks "Parlías", era una de las muchas escuelas dedicadas a la magia. Ése era el mundo en el que vivían actualmente: un mundo de hechizos, escobas voladoras y túnicas de infinitos colores. A Noé le encantaba.

Observó en pleno centro de la ciudad bastante aglomeración, a pesar de ser temprano.

Hombres y mujeres de todas las edades, vestidos con largas túnicas y sombreros puntiagudos caminaban de un lado a otro, atareados; muchos otros volaban por los cielos, chocaban entre ellos y tras varios conjuros superficiales, salían escopetados hacia sus quehaceres con urgencia y olvidando esos cruces importunos.

Noé nunca había visto de cerca enfrentamientos como tales; su maestro les tenía prohibido, a sus hermanos y a él, a utilizar la magia dentro de la mansión. De todas maneras, con un ánimo renovado, dio una leve caricia a su espíritu familiar y que también era regalo de Kaelvor.

Un pequeño gato de ojos heterocromáticos, uno morado y otro azul, tan parecidos a los de su maestro y poseedor de un hermoso pelaje blanco. Se llamaba Murr. Lo había recibido a la corta edad de doce años, con quien había hecho un pacto de fidelidad con sangre y ahora con sus dieciocho recién cumplidos, se sentía un mago en todo el sentido de la palabra. Aunque..., aunque en realidad no supiera hacer nada de magia.

—Perdone, ¿podría decirme la hora, señora? —preguntó con cuidado a una bruja adulta que farfullaba en voz baja algo relacionado con la hora punta.

𝗦𝗧𝗘𝗟𝗟𝗔 𝗠𝗘𝗔, vanoéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora