Una vez un hombre se encontró con una flor,
su gran belleza admiró.
Irradiaba vida, delicadeza y hermosura,
y solo por egoísmo o posesión,
la tomó porque quería,
sin pensar en su agonía.Su acto no venía del corazón,
así que la flor
entre sus manos se marchitó.
Al perder lo que irradiaba,
decidió tirarla
y siguió su camino sin pena atrás,
dejándole el trabajo a la naturaleza
de que algún día la flor reencarnará otra vez en ella
seguramente, en su siguiente primavera.