Capitulo IV

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La suave brisa primaveral se colaba por las amplias ventanas del salón de la casa de la Vega, trayendo consigo el delicado aroma del azahar. Los jardines que rodeaban la casona familiar florecían con el esplendor de la estación, y desde su asiento junto a la ventana, Jimena observaba en silencio cómo las naranjas se mecían en los árboles, ajenas a la tormenta de pensamientos que llenaba su mente.
Era una tarde tranquila en Sevilla, y el calor aún no había llegado para sofocar los días. Las mujeres de la casa habían buscado refugio en el frescor del salón, cuyas paredes altas y blancas conservaban la frescura que la primavera les brindaba. Doña Matilde, su madre, bordaba en silencio en un rincón, mientras que Jimena se sumía en sus pensamientos, incapaz de disfrutar del aire perfumado que siempre le había traído paz.
A sus diecinueve años, Jimena, la primogénita de la familia, se encontraba atrapada entre las expectativas de la nobleza y los anhelos de su corazón. La muerte prematura de su padre había dejado a su hermano Martín como el nuevo Conde de la Vega, y con él había llegado un sinfín de decisiones sobre el futuro de su hermana, incluida la más crucial: su matrimonio.

—Jimena, hija, parece que tus pensamientos te alejan de aquí más de lo necesario —interrumpió la voz calmada de su madre, sin apartar la vista de su labor de costura.

Jimena giró el rostro hacia su madre, notando que la primavera, aunque viva en el jardín, no alcanzaba a su madre. Doña Matilde, siempre elegante, siempre compuesta, había envejecido tras la muerte de su esposo. La severidad en su porte era inquebrantable, pero Jimena sabía que bajo esa máscara de disciplina se escondía un profundo amor por sus hijos.

—Madre, simplemente reflexionaba —contestó Jimena, con un suspiro apenas audible. La conversación que temía desde hace días rondaba en su mente, y sabía que no podía evadirla más.

—¿Acaso te inquieta algo? —Doña Matilde dejó el bordado sobre su regazo y alzó la mirada, sus ojos fijos en su hija—. Sé que el compromiso con el Vizconde de Casablanca te ha preocupado más de lo que debería. Es un buen hombre, de noble linaje, y hará todo lo necesario por mantener nuestra familia en buena posición.

Jimena sintió un nudo en el estómago al escuchar esas palabras. El nombre del Vizconde resonaba en su mente como una sentencia.

—Madre, comprendo la importancia del compromiso, pero... no lo conozco apenas. —Su voz tembló levemente, pero se apresuró a recobrar el control—. ¿Es tan erróneo desear algo más que un simple acuerdo entre familias? Anhelo conocer al hombre con el que he de pasar el resto de mis días.

Doña Matilde guardó silencio por un momento, mirándola con esa mezcla de comprensión y autoridad que tan bien dominaba.

—Jimena —dijo finalmente—, las mujeres de nuestra posición no siempre tienen el lujo de elegir. A veces, lo que parece una imposición al principio, con el tiempo puede convertirse en una bendición. Tu padre y yo no fuimos excepcionales al principio, pero el respeto y el cariño llegaron con los años.

En ese preciso momento, el sonido de pasos firmes resonó por el corredor que conectaba con el salón. La figura alta y erguida de Martín, su hermano, apareció en la entrada, imponiendo su presencia como siempre lo hacía. Había heredado no solo el título de Conde, sino también la responsabilidad y el carácter de su padre. Con apenas veinticinco años, Martín ya se había convertido en la cabeza de la familia, tomando decisiones cruciales para mantener el prestigio de los de la Vega.

—Hermanita —saludó Martín con una leve sonrisa, antes de posar su mirada en su madre—. Supongo que estáis conversando sobre la inminente unión con el Vizconde. Espero que no haya dudas sobre el compromiso, Jimena.

Jimena intentó disimular su inquietud, pero la familiaridad de su hermano con el tema la obligó a hablar.

—Martín, no es que me oponga —dijo con calma—, pero deseo conocerle antes de entregarme a una vida que durará para siempre. No soy ciega a mis deberes, pero... ¿no merezco al menos ese pequeño consuelo?

La revolución de las damasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora