Los días después del enfrentamiento con Lezah parecían transcurrir con una aparente calma, pero esa tranquilidad solo era superficial. Dev y Hazel intentaban continuar con su rutina, aunque sabían que algo más grande estaba por venir. La amenaza de Lezah aún pendía sobre ellos, y la magia en el aire se sentía más inestable que nunca. Aun así, decidieron actuar como si todo estuviera bien, disfrutando del tiempo que pasaban juntos y tratando de ignorar la creciente tensión.Una tarde, mientras Dev estaba en su enorme mansión, observando la ciudad desde la ventana de su habitación, Peri apareció a su lado, flotando y masticando una piruleta gigante que había sacado de algún lugar desconocido del espacio mágico.
—¡Oye, Dev! —dijo Peri, con su boca llena de azúcar—. ¡He estado pensando en hacer algo divertido para distraernos! ¿Qué te parece si transformo tu mansión en una pista de patinaje? ¡Podemos invitar a Hazel y a todos tus amigos!
Dev sonrió débilmente, pero no pudo evitar sentir una especie de vacío en su interior. Miró a Peri con una mezcla de agradecimiento y confusión.
—No lo sé, Peri —dijo, girándose para observar su enorme habitación—. A veces siento que todo esto, toda esta magia... no lo necesito. Es como si siempre hubiera algo más que me faltara.
Peri ladeó la cabeza, claramente confundido.
—¿Qué te falta? ¡Tienes todo! ¡Dinero, magia, amigos, Hazel! ¿Qué más podrías necesitar?
Dev suspiró, sintiendo el peso de sus pensamientos caer sobre él.
—Es mi padre, Peri. Siempre está tan concentrado en sus negocios, en ser el dueño de Dimadelfia, que parece que no le importa nada más. No me importa el dinero ni el poder si nunca recibo su cariño o su aprobación.
Peri, que normalmente era despreocupado y juguetón, dejó de masticar su piruleta y miró a Dev con preocupación.
—Oh... lo siento, Dev. No sabía que te sentías así.
Dev se encogió de hombros, intentando restarle importancia, aunque la verdad era que esa herida llevaba mucho tiempo abierta.
—No es tu culpa, Peri. Solo... a veces me pregunto si alguna vez le importé de verdad.
En ese momento, Cosmo y Wanda aparecieron en la habitación, como siempre, sin previo aviso. Wanda, quien había escuchado la conversación, se acercó a Dev con un gesto compasivo.
—Dev, lo que sientes es completamente normal —dijo suavemente—. Los padres a veces están tan atrapados en sus responsabilidades que olvidan lo que es más importante. Pero eso no significa que no te quiera. A su manera, seguro que te valora.
Cosmo, con su habitual ligereza, intentó alegrar el ambiente.
—¡Claro que sí, Dev! ¡Si no te quisiera, nunca te habría comprado ese tiburón robot para tu cumpleaños! ¡Eso es amor en estado puro!
Wanda le lanzó una mirada reprobatoria a Cosmo, pero Dev no pudo evitar reírse un poco. A pesar de todo, sus padrinos mágicos siempre sabían cómo levantarle el ánimo.
—Gracias, chicos. Ustedes son geniales, de verdad. No sé qué haría sin ustedes —dijo Dev con una sonrisa, aunque su preocupación seguía latente.
Mientras hablaban, Hazel apareció en la mansión. Había pasado por la escuela y decidido visitar a Dev, ya que notaba que él había estado más distante en los últimos días. Al entrar en su habitación, lo vio sentado junto a Peri, Cosmo y Wanda. La preocupación en su rostro era evidente.
—¿Dev? —dijo suavemente—. ¿Estás bien? Me preocupaba que estuvieras algo callado últimamente.
Dev se levantó, y al verla, su expresión cambió. Hazel siempre tenía esa capacidad de hacerlo sentir mejor, pero esta vez no podía ocultar la verdad. Sabía que, eventualmente, tendría que enfrentar sus sentimientos y, probablemente, a su padre.
—Sí, estoy bien —mintió, aunque Hazel supo que algo no estaba bien—. Es solo que... ha sido una semana complicada.
Hazel se acercó y le tomó la mano, mirándolo a los ojos con esa mezcla de cariño y determinación que siempre le había caracterizado.
—¿Quieres hablar de ello? —preguntó.
Dev suspiró, mirando a Cosmo, Wanda y Peri antes de hablar. Sabía que podía confiar en Hazel, pero admitir que se sentía inseguro ante su padre era algo que había estado evitando.
—Es sobre mi padre —confesó finalmente—. No importa lo que haga, siempre parece que nunca es suficiente. No me escucha, no me presta atención, y siento que no le importa en lo más mínimo.
Hazel frunció el ceño. Había oído hablar del poderoso y distante Dale Dimmadome, pero nunca había imaginado cuánto afectaba a Dev la relación con él.
—Dev, siento mucho que tengas que pasar por eso —dijo, apretando su mano con más fuerza—. Pero tienes que saber que no estás solo. Todos aquí te apoyamos. Y aunque no puedas cambiar cómo actúa tu padre, puedes decidir cómo manejarlo.
Dev miró a Hazel, agradecido por su comprensión. Sabía que ella tenía razón, pero eso no hacía que fuera más fácil. Sin embargo, antes de que pudiera responder, una luz brillante apareció en el centro de la habitación, y Jorgen Von Strangle, el imponente jefe de los padrinos mágicos, emergió de la nada con su característico porte intimidante.
—¡Ah, Dev Dimmadome! —rugió Jorgen, su voz resonando por toda la habitación—. Tenemos un problema serio que resolver.
Cosmo, Wanda y Peri se tensaron al ver a Jorgen, sabiendo que su presencia rara vez significaba algo bueno.
—¡Jorgen! —dijo Wanda nerviosamente—. ¿Qué está pasando?
Jorgen los miró con seriedad.
—Lezah está tramando algo mucho más grande de lo que imaginamos. Ella no solo quiere causar caos entre Dev y Hazel. Su plan es mucho más oscuro, y si no lo detenemos a tiempo, podría alterar el equilibrio entre los mundos mágicos y antimágicos.
Dev se puso de pie, sintiendo que el peso de lo que estaba por suceder caía sobre él.
—¿Qué quiere hacer Lezah? —preguntó, su voz llena de preocupación.
Jorgen cruzó los brazos y miró directamente a Dev.
—Lezah quiere destruir el vínculo entre los padrinos mágicos y sus ahijados. Si tiene éxito, los padrinos mágicos dejarán de existir, y con ellos, todo rastro de magia en el mundo desaparecerá.
Hazel se estremeció ante la idea. Sabía lo importante que eran Cosmo y Wanda para ella, pero perderlos para siempre... eso era algo que no podía soportar.
—No podemos dejar que eso suceda —dijo Hazel, con determinación en su voz—. Tenemos que detener a Lezah.
Jorgen asintió con firmeza.
—Exactamente. Pero para detenerla, Dev, tú y Hazel tendrán que trabajar juntos como nunca antes. Lezah es poderosa, y su magia antimágica puede ser devastadora.
Dev miró a Hazel y luego a sus padrinos. Sabía que no sería fácil, pero si Lezah quería destruir todo lo que le importaba, no la dejaría ganar.
—Lo haremos —dijo Dev, su voz llena de determinación—. No dejaré que Lezah destruya nuestro mundo ni a nuestras familias mágicas.
Con la decisión tomada, el próximo paso sería enfrentarse a Lezah, sabiendo que el destino de todo lo que conocían dependía de ellos.