𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝟑𝟐: 𝐉𝐄𝐀𝐋𝐎𝐔𝐒 𝐁𝐎𝐘

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(𝘊𝘈𝘙𝘓)

Si ella fuera la luna, sus ojos estarían fijos en la Tierra, Randall, siempre girando a su alrededor. Mientras tanto, el sol, desde la distancia, la observa en silencio, brindándole su luz sin que ella lo note.

Ella no ve cómo la ilumina, atrapada en sus propios problemas y en la Tierra. Ni la Tierra ni el sol son especiales para ella; pero el sol, aun así, se esfuerza por brillar lo más intensamente posible, solo con la esperanza de que algún día la luna lo vea, aunque ni él mismo cree ser digno.

Yo soy el sol, tratando de iluminar a la luna, Ginny.

A lo largo de los últimos tres días—sí, ya habían pasado tres desde todo lo que habéis leído anteriormente—Ginny se había dedicado a hacer visitas continuas y secretas a Randall. Estaba obsesionada con ese tipo; a mí ya ni me hablaba, era como si yo ya no existiera. Parecía que, al encontrar a un nuevo chico con el que compartir sus cosas, yo había dejado de formar parte de su vida. Estaba celoso, sí, celoso y muy enfadado.

No hablábamos, no nos veíamos, no me contaba nada de lo que estaba pasando en su vida; era como si ya no le importara. ¿Alguna vez le importé? Lo que pasaba en ese cobertizo era un enorme secreto oculto. Ginny pasaba todas las noches ahí dentro, haciendo no se sabe qué con ese capullo.

—Ve dentro —me ordenó mi padre, colocándose delante de mí de manera brusca y sacándome de mis tristes pensamientos. Su brusco movimiento me hizo tambalear hacia atrás, por poco perdiendo el equilibrio por completo.

Una vez fuera de mi cabeza, por unos breves instantes, observé cómo una horda hambrienta se acercaba hacia nosotros.

Daryl, T-Dog, Glenn, Andrea, Shane, mi padre y yo habíamos salido en busca de provisiones; ya casi no nos quedaba nada con lo que sobrevivir. Ginny quería venir, pero todo el mundo sabía que trabajar en equipo con todos los culpables, más Shane, que simplemente era un idiota, no sería una buena idea. De todos los que habíamos salido en la misión, yo era el único al que no quería arrancarle la cabeza como a una gamba, aunque casi ni me hablaba. Joder, justo cuando soy sincero conmigo mismo respecto a mis sentimientos, aparece Randall y hace que todo sea una putada.

—¿Carl, estás sordo? Entra —me dijo mi padre en un tono rudo mientras trataba de acabar con los caminantes junto al resto. Sacudí la cabeza, centrándome de nuevo en mi padre. ¿Por qué Ginny siempre tenía que aparecer en mi mente en los momentos más difíciles? Porque siempre está en mi mente, sí, lo sé.

—Carl —me gritó una vez más.

—No quiero entrar, quiero ayudar —respondí. Llevé la mano a mi cinturón antes de recordar que había dejado la pistola en la granja; no creí que la necesitara, las cosas últimamente estaban muy tranquilas. Aunque la última vez que dije eso terminé acorralado por veinte caminantes en una carretera desierta, con Ginny apareciendo como un ninja y salvándome la vida, jamás olvidaré ese día. Fui muy imprudente y estúpido. Debí hacerle caso a mi padre, pero no me arrepiento; si no hubiera sido un terco, jamás hubiera conocido a Texas. ¿Entiendes lo que te digo? No puedo sacármela de la cabeza ni un segundo.

—¿Quieres ser prudente de una vez y cumplir mi orden? —me gritó mi padre. ¿Ahora era lector de mentes?

—Joder, voy —respondí levantando las manos en señal de rendición.

—Habla bien con tu padre —me advirtió Daryl, dándome una mirada rápida antes de clavarle un cuchillo en el cráneo a un caminante para acabar con él antes de que le mordiera el brazo. Ginny era igual de bruta que sus hermanos, aunque a Merle no lo conocí bien.

—Joder, voy, Don Señor Padre —respondí. Mi padre pasó olímpicamente de mí, como de costumbre; nada nuevo. Daryl me fulminó con la mirada, como si le hubiera dicho que me gustaba su hermana. En cuanto vi su expresión, corrí adentro como me había ordenado mi padre. Pude escuchar a Daryl reír por lo bajo ante mi reacción.

EL SONIDO DE LA MUERTE [CARL GRIMES]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora