⍣• Capitulo 05 •⍣

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Mariel.

Estaba a punto de dormirme cuando mi móvil sonó en la mesita de noche que tenía al lado de mi cama. No le tomé importancia y cerré los ojos, pero otra vez volvió a sonar, haciéndome abrir los ojos de golpe. Me senté en la cama y tomé el móvil. Vi una notificación de WhatsApp en donde me indicaba que tenía un mensaje nuevo.

Frunzí el ceño al ver que es de un número desconocido, pero decidí abrirlo para saber de qué se trataba.

DESCONOCIDO: ¡Hola! Mi ángel.

Enviado a las 10 pm. Visto 10:01

Yo: Creo que te equivocaste de número.

Enviado a las 10:06 pm. Visto a las 10:07 pm.

No entendía por qué siempre me pasaba esto. Aún recordaba cuando otro chico me mandó mensaje hace unos meses, en donde me insultaba y me llamaba zorra molesta. Le respondí que qué le pasaba, que yo no era ninguna zorra, que ni siquiera lo conocía. Entonces fue cuando me preguntó si yo era una tal Sonia. Le respondí que no, y entonces se disculpó varias veces conmigo, y yo, como buena chica, lo disculpe, ya que una equivocación la tiene cualquiera.

Pasaron algunos minutos y no obtenía respuesta. Justo cuando lo pensaba, sonó mi teléfono. La respuesta había llegado. Así que entré al chat.

DESCONOCIDO: No, no me equivoqué, mi bella Mariel

Abro los ojos sorprendida. ¿Cómo diablos sabe cómo me llamo Mariel? Espantada y con el corazón latiendo como loco, pensé en no responderle, en dejarlo en visto y bloquearlo, pero sé que la duda no me dejaría dormir. Así que me armé de valor y comencé a escribirle.

Yo: ¿Quién eres? ¿Por qué sabes mi nombre? ¿Te conozco? ¿Eres algún compañero de clase? O eres tú, Ernesto. Si eres tú, déjame de molestar. Ya te lo he dicho, no volveré contigo y no cambiaré de opinión.

Mandé el mensaje, y de nuevo, al instante, marcaba como visto.

DESCONOCIDO: No sé quién diablos sea ese imbécil, pero respondiendo a tu pregunta, de quién soy... Tú Dueño, Mariel Rojas Mccurdy. Me perteneces de pies a cabeza. Así que no olvides eso.

Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo al terminar de leer lo último. Espantada, lo bloqueé en seguida, para luego apagar mi teléfono y dejarlo en la mesita de noche. Acto seguido, me cobijé de pies a cabeza, sintiendo cómo el corazón latía de prisa.

—Tranquila, Mariel,cálmate. No pasa nada. Tal vez es algún chistosito del instituto queriendo espantarte. No caigas en su juego -me susurré a mí misma.

Después de varios minutos de dar vueltas en la cama y de pensar una y otra vez en el desconocido del mensaje y porque me decía tales palabras me terminé quedando dormida

(...)

Al día siguiente, caminé por los pasillos del instituto con mis audífonos puestos en mis oídos, escuchando a Adele, pero mi tranquilidad se esfumó cuando escuché la molesta voz de mi ex, Ernesto.

—Mariel, espérame. Necesito hablar contigo—me gritó por detrás.

Pero no me detuve. No tenía ganas de escucharlo. Así que apresuré el paso para llegar a mi salón, pero para mi mala suerte, Ernesto me terminó alcanzando y se colocó en frente de mí.

—Quítate —le dije molesta.

Niega con la cabeza.

—Es... espera, dame unos minutos. Necesito decirte algo -dice desesperado

—Habla y di lo que tengas que decir, y dilo rápido —le dije.

—Mariel, perdóname. Yo te amo. Te juro que lo que tuve con Erika fue un maldito error. Ese día no estaba en mis cinco sentidos. Estaba borracho —dice y rio

—Si, como no. Y ahora me vas a decir que Erika te puso una pistola encima para que te la follaras. No soy estúpida, Ernesto. Si me amaras como dices, no me hubieras sido infiel —le grito a la cara llena de rabia.

¿Cómo se atreve a decir que me ama? Maldito infeliz.

—Por Dios, Mariel, ya te dije que lo siento. Ya perdóname. Ya regrese conmigo —dice, pasándose la mano por su cabello.

—Escúchame bien —le digo, apuntándole con el dedo—. Nunca volveré contigo. Así que déjame de una buena vez en paz.

Le digo para después pasar por su lado, empujándolo.

—No te dejaré en paz hasta que vuelvas conmigo. Te seguiré llamando y escribiendo. Sé que algún día me perdonarás —grita como loco.

No me detengo, sigo caminando. Ahora sé que ese estúpido era el que me mandó aquellos mensajes. Maldito idiota, me asustó.

Llego al aula y me topo con Brenda.

—Hola, Bebe—me dice, besándome la mejilla.

—Hola, Brenda—le respondo, colocando mi mochila en mi pupitre para luego tomar asiento.

—¿Qué sucede? ¿Por qué tienes esa cara? —me pregunta, sentándose en el asiento de enfrente.

—Ernesto volvió a molestarme. Al parecer, nunca entenderá que no quiero volver con él —le digo.

Después apago mi móvil y, junto con mis audífonos, los meto en el compartimiento más pequeño de mi mochila.

—Tranquila, ya lo entenderá—me dice.

—Eso espero, porque odio verlo—le digo, molesta.

—Sí, y yo odio ser pobre. No sabes cuándo deseo comprarme un auto para ya no tener que andar a pie y también mucha ropa nueva. La que tengo está toda vieja y pasada de moda —me dice.

—Pues yo lo único que deseo es sacar buenas calificaciones para poder entrar a una buena universidad y poder algún día ser una gran veterinaria—le digo, ilusionada.

Desde pequeña, ese ha sido mi sueño: ser una gran veterinaria. Es por eso que estoy estudiando mucho para algún día cumplir mi sueño.

—Pues yo odio estudiar. Yo sueño con casarme con un millonario que me trate como reina y me llene de lujos —dice.

Ruedo los ojos y niego con la cabeza.

—¡Hay, Brenda! ¿Qué cosas dices? —le digo.

La profesora de ciencias entra al salón y todos nos callamos en seguida. Brenda corre hacia su pupitre y yo saco las cosas que utilizaré en clases.

Algunas horas después, terminan las clases y, como de costumbre, me voy con mi amiga. Durante todo el trayecto a casa, siento una sensación de ser observada, pero al voltear hacia los lados, no veo absolutamente nada.

"Me estoy volviendo loca", es lo que pienso.

En cuanto llego a casa, me pongo a limpiar la casa junto con Norma y Lisa. Para luego subir a mi habitación y ponerme a hacer la tarea. Pasado las 8, mi madre llega y nos lleva a comer a fuera a un restaurante en cuanto llegamos subo a mi habitación me dejo caer en mi cómoda cama y en segundos caigo en los brazos de morfeo.

EN LAS GARRAS DEL MONSTRUODonde viven las historias. Descúbrelo ahora