⍣• Capitulo 03 •⍣

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Pov Mariel

Estoy de lo más cómoda durmiendo en mi cómoda camita hasta que mi adorada madre entra a mi habitación y abre las cortinas, dejando entrar los rayos del sol que me dan gusto en la cara, haciendo que me queje y me tape con la almohada el rostro.

—Mariel, cariño, es hora de levantarse. O llegarás tarde. Ya son las 7:05 de la mañana—dice.

Me siento como rallo en la cama.

— ¿Qué? ¿No puede ser? —digo asustada, para después tomar el reloj que se encuentra en mi mesita de noche y ver que, en efecto, son las 7:05 de la mañana. Eso quiere decir que tengo solo 25 minutos para estar en el instituto. Nunca he llegado tarde, pero parece ser que esta será la primera vez que lo haga, y todo porque se me olvidó ponerle la alarma a mi despertador.

—Tranquila, cariño, no pasa nada por una vez que llegues tarde a clases. No se acabará el mundo. Ahora te dejo para que te bañes y te cambies, para que luego bajes a desayunar —dice mi madre, dándome un beso en la frente.

—Está bien, mami. Te quiero —le digo.

—Yo te quiero más —responde.

Para después salir de la habitación.

Me llamo Mariel Rojas Mccurdy, tengo 17 años, vivo en Los Ángeles con mi madre, Laura, y mi hermana menor, Lisa, de 10 años. Estoy a tan solo unos meses de finalizar mi último año de instituto. Por cierto, yo soy una de las mejores; soy la cerebrito de mi clase. La verdad es que estoy muy emocionada por salir del instituto, ya que mi familia y yo nos iremos de vacaciones a México a visitar a mis abuelos maternos. Los extraño mucho y estoy muy ansiosa por volver a verlos.

Entro al baño y comienzo a bañarme rápidamente. Cinco minutos después, salgo con una toalla alrededor de mi cuerpo, me aplico crema en todo mi cuerpo, para después ponerme la ropa interior y seguir con el uniforme del instituto, el cual consiste en una camisa blanca, con una corbata negra y una falda de cuadros negros con grises.

Cuando termino de ponerme el uniforme, recojo mi cabello en una coleta alta, para luego ponerme los zapatos, coger mi mochila y salir de mi habitación.

Entro a la cocina, en donde mi madre ya tiene listo mi desayuno. Me siento en la mesa, mi madre me da un beso en la mejilla, como todos los días, para después poner frente a mí un plato con fruta picada y un vaso de zumo de naranja.

El timbre suena y mi madre va a abrir la puerta. Escucho la voz de Norma, la persona que, cuando no está mi madre, cuida de mi hermana y de mí. Norma es una mujer de aproximadamente unos 55 años, regordeta y muy buena persona. Es como nuestra segunda madre.

Norma entra a la cocina y me saluda con un beso, para después subir a la habitación de Lisa.

Qué suerte tiene mi hermana; hoy no tiene clases y puede seguir durmiendo todo el tiempo que quiera, mientras que yo tengo que apurarme a desayunar para no llegar tarde a clases.

Cuando termino de comer rápido, entro al baño a lavarme los dientes; después, subo al auto blanco de mamá, la cual todos los días me lleva al instituto, aun sabiendo que ella llegará tarde a su trabajo. Mi madre es una gran enfermera y una gran mujer que, después de que mi padre nos abandonó por irse con otra mujer 10 años más joven que él, mi madre se hizo cargo de mi hermana y de mí, y lo ha estado haciendo muy bien, porque no nos ha faltado nada.

Una vez estando en el auto, mi madre pone un poco de música. Todavía, de La Factoría. Mi madre y yo amamos esa canción. Es un poco vieja, pero aún así la amo. Durante el trayecto al instituto, nos la pasamos cantando a todo pulmón, pero lamentablemente llegamos al instituto y mi madre apaga la música.

— Hemos llegado, cariño—anuncia mi madre.

Suspiro para después voltear a verla.

—Sí, hemos llegado. Bueno, nos vemos al rato, mami —le digo para después bajar del auto, no sin antes despedirme de mi madre con un beso en la mejilla.

Lo primero que hago al entrar al instituto es correr y correr hacia mi salón de clases. Al llegar, veo la puerta cerrada, respiro profundo y toco la puerta. Para algunos segundos después, el profesor de matemáticas la abre y entonces me encuentro con su cara de pocos amigos, como siempre.

—Alumna Rojas, la clase empieza a las 7:30, no a las 7:55 —dice mirando su reloj para después posar sus ojos en mí.

— Sí, lo siento, profesor, pero es que había mucho tráfico en la calle —miento; no había tanto tráfico y no puedo decirle que llegué tarde a su clase porque me quedé dormida; si digo eso, capaz que no me deja entrar; lo conozco.

—Está bien, Rojas. Solo porque usted es una de las mejores estudiantes de mi clase y nunca ha llegado tarde, la dejaré pasar. Pero no quiero que esto se vuelva a repetir, porque si eso pasa, se quedará afuera, entendido! —dice.

—Sí, muchas gracias, profesor. Le prometo que no volverá a pasar; se lo juro —respondo.

—Muy bien, entonces pase —dice para luego hacerse a un lado, dejándome pasar al interior del salón.

Tomo asiento a un lado de Brenda, mi mejor amiga desde el preescolar. Ella y yo somos inseparables.

—Pensé que no llegarías a clases, bebé —dice con voz bajita Brenda, mirando hacia el frente del salón, donde el profesor se encuentra escribiendo algo en la pizarra.

—Sí, lo que pasa es que olvidé ponerle la alarma a mi despertador y me quedé dormida. Si no es por mi mamá, no llego a clases —le respondo, sacando mis cosas de mi mochila.

—Oye, amiga, Ernesto no ha dejado de insistir en que hable contigo y te convenza de que le des otra oportunidad —dice.

— Está loco. Nunca regresaré con él. Ya olvidó que me puso los cuernos porque eso yo nunca lo podré olvidar ni tampoco lo podré perdonar. Lo quiero a varios kilómetros lejos de mí.

Ernesto es mi ex; duré con él tan solo 6 meses y terminé con él hace tres días porque lo sorprendí teniendo relaciones sexuales con una compañera de mi clase. Su excusa fue que yo tuve la culpa por no querer tener sexo con él, que él tiene necesidades y no sé cuántas cosas más.

La verdad es que me arrepiento de haber andado con un idiota como él. Sé que llegará alguien mejor a mi vida, alguien con quien me sienta segura y valga la pena perder mi virginidad.

—Está bien, amiga. No te preocupes, le dejaré claro que nunca regresarás con él —dice.

—gracias amiga. Te lo agradezco.

El profesor comienza a explicar sobre la raíz cuadrada y Brenda y yo nos quedamos calladas, poniendo atención en todo lo que el profesor está explicando, ya que sabemos que si nos cachan cuchicheando, nos saca del salón.

El resto del día transcurre con normalidad. Cuando el timbre suena, indicando el final de las clases, aguardo mis cosas y me pongo la mochila detrás de la espalda y salgo con mi amiga, conversando sobre cosas triviales.

El resto de la tarde me la paso sentada en el sillón de la sala con mi hermana Lisa, viendo nuestra serie favorita. En cuanto termina, cada una se va a su habitación. Hago mis tareas del instituto y, después, me quedo profundamente dormida, abrazando mi osito de peluche de color rosa.

EN LAS GARRAS DEL MONSTRUODonde viven las historias. Descúbrelo ahora