Capítulo 4: Ecos de lo Prohibido

4 1 0
                                    

Amelia se encontró en un pasillo que parecía alargarse infinitamente, envuelta en una bruma oscura que se deslizaba como un velo. Cada paso que daba resonaba en el silencio, y el eco de sus propios pensamientos la rodeaba, recordándole la advertencia de Alaric: "La curiosidad tiene un precio". A pesar de la advertencia, un fuego ardía dentro de ella, una mezcla de emoción y miedo.

Mientras avanzaba, la bruma comenzó a disiparse, revelando un vasto salón repleto de libros antiguos y objetos extraños. El aire estaba impregnado de un olor a papel envejecido y cera, como si el tiempo mismo hubiera quedado atrapado en este lugar. Las estanterías se extendían hasta el techo, repletas de tomos encuadernados en cuero, sus títulos ilegibles a la luz tenue que emanaba de antorchas en las paredes. Amelia sintió que su corazón latía con fuerza; cada libro era un portal a un mundo desconocido, una promesa de conocimiento prohibido.

Al centro del salón, un gran atril sostenía un libro abierto, sus páginas amarillentas vibrando suavemente, como si el libro mismo respirara. Alaric apareció a su lado, como un fantasma emergiendo de la oscuridad.

—Esto es la Biblioteca de los Secretos —dijo, señalando el libro—. Aquí se registran las verdades ocultas de la Academia Eterna. Pero ten cuidado: no todas las verdades son lo que parecen.

Amelia se acercó al atril, cautivada por el brillo de las palabras en la página. Las letras danzaban, organizándose en frases que parecían susurrarle al oído. Extendió la mano hacia el libro, y en el momento en que sus dedos tocaron el papel, una oleada de energía recorrió su cuerpo. Imágenes destellaron en su mente: visiones de estudiantes como ella, antiguos rituales, y sombras que danzaban en la penumbra.

—¿Qué es esto? —preguntó, sintiendo que la curiosidad la impulsaba a profundizar más.

—Es el registro de la Orden —respondió Alaric, su tono grave—. Contiene las historias de aquellos que han sido parte de la Pluma Negra. Algunas de estas historias son gloriosas; otras, un aviso.

Amelia se centró en una página en particular. Las letras formaban un relato sobre una antigua ceremonia que había tenido lugar en la capilla, donde se decía que los miembros de la Orden podían acceder a poderes inimaginables. Pero también hablaba de traiciones y destinos sombríos, de aquellos que habían buscado el poder y lo habían perdido todo a cambio.

—¿Por qué me muestras esto? —inquirió, sintiendo un escalofrío recorrerle la columna.

—Porque deberías saber que el conocimiento tiene un precio —repitió Alaric, con un brillo de preocupación en sus ojos—. Algunos han sucumbido a su sed de poder. Necesitas estar preparada para lo que viene.

De repente, las luces del salón comenzaron a parpadear, y una risa distante resonó en el aire. Las sombras se agitaron, y un grupo de figuras encapuchadas emergió de la oscuridad, sus rostros ocultos, pero la malicia en sus ojos brillaba como faros. Amelia sintió un nudo en el estómago.

—¿Quiénes son ellos? —preguntó, aferrándose a la pluma en su mano.

—Son los Vigilantes —respondió Alaric, su voz tensa—. Son los guardianes de los secretos más oscuros de la Academia. Su presencia aquí significa que estamos en peligro.

Las figuras avanzaron, sus pasos resonando en el suelo de piedra. Amelia se dio cuenta de que no podía retroceder; debía enfrentarse a lo que se avecinaba. Con un profundo aliento, se puso firme, sintiendo la energía de la pluma fluir a través de ella, dándole fuerza.

—¿Qué desean? —preguntó, aunque su voz temblaba levemente.

Una de las figuras se adelantó, desenfrenando su capucha. Era una chica de aspecto severo, con ojos oscuros y cabello lacio que caía como una cascada. Su mirada estaba llena de desprecio.

—Hemos venido por la nueva —dijo, su voz helada—. Amelia Thorn, la elegida de la Pluma Negra. Los secretos no son para los débiles.

Alaric dio un paso adelante, protegiéndola con su cuerpo.

—Ella no es débil —replicó—. Amelia tiene un potencial que no comprendes.

La chica rió, una risa aguda que resonó como una campana en la penumbra.

—¿Y qué le has enseñado, Alaric? ¿La historia de los traidores? ¿Las sombras que consumieron a aquellos que desafiaron a la Orden? No puedes protegerla de lo inevitable.

Amelia sintió que su corazón se aceleraba mientras la tensión en el aire aumentaba. Las sombras parecían girar a su alrededor, una manifestación tangible del peligro que la acechaba. Tenía que actuar, y rápido.

—No soy débil —afirmó, sus palabras resonando en el silencio—. Quiero conocer la verdad, sin importar el costo.

Los ojos de la chica destellaron de sorpresa, pero rápidamente se endurecieron.

—¿Estás dispuesta a arriesgarlo todo? —preguntó, un destello de interés cruzando su rostro.

—Sí —respondió Amelia, sintiendo que una chispa de valentía se encendía dentro de ella.

La chica se echó a reír de nuevo, esta vez con un aire de respeto.

—Muy bien, entonces. Que así sea. Prepárate para los desafíos que vendrán.

Las sombras comenzaron a retroceder, y los Vigilantes se dispersaron, dejando a Amelia y Alaric en el silencio pesado del salón. Amelia sintió que una mezcla de miedo y emoción la embargaba. Había tomado una decisión que cambiaría su vida, y aunque no sabía lo que le esperaba, estaba decidida a descubrirlo.

Alaric se volvió hacia ella, sus ojos serenos, pero con una preocupación subyacente.

—Lo que hiciste hoy fue valiente, pero ten cuidado. Los Vigilantes no bromean. No se detendrán ante nada para proteger sus secretos.

Amelia asintió, sabiendo que estaba al borde de un camino peligroso. Sin embargo, la idea de desentrañar los misterios de la Academia Eterna era demasiado seductora para ignorarla. La pluma en su mano pulsaba suavemente, un recordatorio constante de que su viaje apenas comenzaba.

—¿Qué hacemos ahora? —preguntó, su voz resonando en el aire vacío.

—Ahora, nos preparamos para el próximo ritual. Es hora de conocer los verdaderos secretos de la Pluma Negra —dijo Alaric, conduciéndola de nuevo hacia la oscuridad, donde los secretos más oscuros esperaban ser revelados.

Con el corazón latiendo en su pecho, Amelia dio un paso hacia adelante, sintiendo que las sombras la rodeaban, y una nueva aventura comenzaba a desplegarse ante ella.


Las Sombras de la Academia EternaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora