Capítulo 7: El Grimorio Prohibido

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La mañana en la Academia Eterna amaneció envuelta en una neblina densa, tan espesa que parecía un velo místico, ocultando los secretos del antiguo recinto. Las torres y los edificios góticos apenas se vislumbraban, y el aire estaba impregnado de una sensación de misterio que envolvía a cada estudiante que cruzaba los jardines. Desde su ventana, Amelia observaba cómo la niebla danzaba entre los árboles, como un río fantasmagórico que arrastraba consigo todos los secretos que la academia ocultaba. Un escalofrío recorrió su espalda, y no pudo evitar preguntarse si la advertencia de Alaric estaba relacionada con lo que sentía.

Despertó esa mañana con el corazón agitado, una mezcla de sueños inquietantes y recuerdos fragmentados revoloteando en su mente. Las imágenes del ritual que había vislumbrado la noche anterior no se desvanecían; sombras danzantes, figuras encapuchadas que murmuraban en lenguas extrañas y símbolos que no comprendía seguían apareciendo cada vez que cerraba los ojos. Era como si algo más grande que ella estuviera tratando de alcanzarla, como si aquellos ecos oscuros la llamaran hacia lo desconocido.

Amelia se vistió con calma, pero su mente estaba en otro lugar. Alaric había sido claro cuando le dijo que "las sombras habían despertado", pero la curiosidad la consumía. ¿Qué significaba realmente? ¿Qué peligros escondía la academia? Mientras salía de su habitación y caminaba por los corredores de piedra, se repetía una y otra vez que debía tener cuidado, pero era imposible ignorar la sensación de que algo importante estaba ocurriendo, algo que no podía dejar pasar.

El bullicio en el comedor contrastaba con la oscuridad de sus pensamientos. Los estudiantes reían y charlaban despreocupados, ajenos a las corrientes ocultas que parecían moverse bajo la superficie. Amelia se sentó en su mesa habitual, frente a Eloísa, su amiga de siempre, quien la observaba con el ceño fruncido.

—Amelia, ¿estás bien? —preguntó Eloísa, inclinándose hacia ella—. Desde anoche te noto extraña, como si estuvieras en otro mundo.

Amelia sonrió, pero era una sonrisa tensa, forzada.

—Solo estoy cansada —mintió, removiendo su comida sin mucho apetito.

Eloísa la observó por un momento, claramente sin creerle, pero no insistió. Amelia agradeció ese pequeño gesto de comprensión, ya que no estaba lista para compartir lo que realmente pasaba por su cabeza. Ni siquiera ella entendía por completo lo que estaba sucediendo.

Las horas pasaron como un borrón, las clases se sucedían una tras otra, pero Amelia apenas prestaba atención. Su mente estaba en otra parte, vagando entre los fragmentos de recuerdos del ritual y las palabras de Alaric. Sabía que debía enfrentarse a él nuevamente, que las respuestas que buscaba solo podían venir de alguien como él, alguien que parecía saber más de lo que dejaba entrever.

Finalmente, al caer la tarde, Amelia se dirigió al jardín, el lugar donde Alaric la había citado. Bajo las ramas de un viejo roble, lo encontró esperándola, su rostro serio y sus ojos oscuros fijos en ella. Había una intensidad en su mirada que la hizo sentir un nudo en el estómago.

—Necesitamos hablar sobre lo que viste anoche —dijo Alaric sin rodeos, cruzando los brazos.

Amelia asintió, aunque su corazón latía con fuerza. El miedo y la curiosidad se entremezclaban en su interior.

—No puedo dejar de pensar en ello —confesó en voz baja—. El ritual, las sombras... siento que me están llamando. Necesito entender lo que vi.

Alaric la miró por un largo momento antes de soltar un suspiro. Su expresión, siempre enigmática, se suavizó ligeramente.

—Lo que viste no es un juego, Amelia. Hay fuerzas oscuras en este lugar, antiguas y peligrosas. No puedes enfrentarte a ellas sin comprender el riesgo.

—Lo sé, pero no puedo ignorarlo —dijo ella, sintiendo cómo una determinación crecía dentro de ella—. No puedo seguir viviendo con preguntas sin respuesta.

Alaric pareció debatirse por un momento. Finalmente, asintió lentamente.

—Si estás decidida, entonces no lo harás sola. Pero debemos ser extremadamente cuidadosos. Si la Orden se entera de que estamos investigando estos rituales prohibidos, no solo nuestras vidas estarán en peligro.

El estómago de Amelia dio un vuelco. Sabía que se estaba adentrando en territorio peligroso, pero la posibilidad de descubrir la verdad era más fuerte que el miedo.

—¿Qué hacemos ahora? —preguntó ella, susurrando.

Alaric miró alrededor, asegurándose de que nadie los escuchara.

—Esta noche. Hay un libro en la biblioteca que contiene información sobre los rituales antiguos. Es un grimorio, y en él se mencionan las sombras que viste. Pero está en la sección prohibida, y no será fácil acceder a él.

El corazón de Amelia latió más rápido. Las historias sobre la sección prohibida de la biblioteca eran leyenda entre los estudiantes. Nadie sabía exactamente qué contenía, pero se decía que los guardianes de la academia protegían los tomos más oscuros, aquellos que contenían conocimientos que la humanidad había olvidado... o que había decidido olvidar.

El resto del día pasó en un torbellino de nervios. Amelia apenas podía concentrarse en nada más que en la promesa de esa noche. Finalmente, la oscuridad cayó sobre la academia, y el campus quedó en un silencio inquietante, roto solo por el murmullo del viento entre los árboles.

Amelia y Alaric se encontraron nuevamente bajo el roble, como dos conspiradores en una misión clandestina. Sus rostros eran sombras en la penumbra, pero sus ojos brillaban con una mezcla de miedo y emoción.

—Es ahora o nunca —murmuró Alaric, guiándola hacia la entrada trasera de la biblioteca.

Las puertas de la imponente estructura gótica crujieron al abrirse, revelando el oscuro interior lleno de estanterías que parecían extenderse hacia el infinito. El silencio dentro de la biblioteca era profundo, casi palpable, y cada paso que daban resonaba con un eco suave pero inquietante.

—La sección prohibida está en el nivel inferior —dijo Alaric, avanzando por los pasillos llenos de libros antiguos—. Los guardianes no patrullan esta parte de la noche, pero debemos ser rápidos.

Amelia tragó saliva y lo siguió, su corazón latiendo con fuerza. A medida que descendían por las escaleras de piedra, la sensación de peligro se intensificaba. Finalmente, llegaron a una puerta oculta detrás de una estantería desvencijada. Alaric sacó una pequeña llave de su bolsillo y la insertó en la cerradura.

La puerta se abrió con un chirrido metálico, revelando una sala pequeña y oscura. En el centro, sobre un pedestal de mármol, descansaba un libro antiguo encuadernado en cuero negro, con inscripciones doradas en una lengua que Amelia no podía entender.

—Este es el *Grimorio de los Rituales* —dijo Alaric, acercándose al pedestal—. Aquí encontraremos las respuestas que estás buscando.

Amelia se acercó lentamente, sintiendo cómo la adrenalina recorría su cuerpo. Sabía que estaba a punto de cruzar un umbral del que no había retorno.

Alaric abrió el libro con cuidado, y las páginas crujieron bajo sus dedos. Un aire frío pareció emanar del grimorio, y las palabras en su interior brillaban con una luz tenue.

—Aquí está —murmuró Alaric, señalando una página—. Las sombras que viste son parte de un ritual ancestral, uno que fue prohibido hace siglos por la Orden. Se dice que este ritual despierta fuerzas oscuras, fuerzas que no deberían ser perturbadas.

Amelia sintió un escalofrío recorrer su espalda, pero no apartó la vista de las palabras en el grimorio.

—¿Y qué significa para mí? —preguntó en un susurro.

Alaric la miró a los ojos, su expresión grave.

—Significa que ya no puedes escapar de lo que viste. Las sombras te han marcado, y ahora te seguirán hasta que completes el ritual... o hasta que te destruyan.

El silencio que siguió a sus palabras fue ensordecedor. Amelia supo en ese momento que su vida nunca volvería a ser la misma.


Las Sombras de la Academia EternaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora