last woman on earth ; fem!aemond [wts] [esp]

004. the queen of the moon

004. the queen of the moon

From the sky she watched the life
She'd known she would leave behind
Said goodbye and gave her people
Life through her sacrifice

Los sentimientos y pensamientos de varios en la sala estaban alborotados ante los confusos, fascinantes y abridores-de-ojos mundos que habían estado observando hasta ahora y que mostraba las diferentes historias de las diferentes versiones de la amada Princesa del Pueblo, Deianeira Targaryen. Las versiones servían para mostrar que Deianeira era una mujer fuerte, una guerrera. Las versiones servían para mostrar que en efecto, una mujer puede gobernar mientras sea digna de la responsabilidad que significa sentarse en un trono y llevar una corona sobre la cabeza. Porque puede que sea desafortunado de escuchar para muchos, pero solo por tener sangre real no significa que sea apto para gobernar.

Rhaenyra era una de las que más se sentía temerosa y furiosa ante lo que veía. Las versiones no hacían nada más que mostrar las virtudes de Deianeira, haciendo a su padre dudar sobre quién debería ser su heredero. La princesa no pudo evitar los pensamientos llenos de alivio al saber que a pesar de todo, Deianeira estaba muerta y no podía robarle su trono. Nadie podía quitarle su corona. Era la primogénita de su padre, el la amaba demasiado como para quitarle su derecho de reinar, a ella, la más apta. Y no importa cuánto esté susurrara que Deianeira es una Reina, Deianeira estaba muerta.

Cregan estaba feliz de ver a Deianeira, incluso si eran otras versiones de su amada, pero a la vez estaba triste al verla estar con otros hombres. No la culpaba, jamás podría, pero eso no significaba que no le doliera. Sin embargo, lo que en verdad lo destrozaba era el hecho de que Deianeira parecía no poder obtener la verdadera felicidad en ninguna de sus versiones. Todo lo que deseaba para ella, lo que su amada se merecía, era la felicidad. Incluso si no era con él y con el hijo que ambos habían traído al mundo, su mayor orgullo, el pequeño Rickon.

Viserys solo sentía un tremendo arrepentimiento y desesperación. El Rey sabía que había cometido demasiados errores y que seguramente, tal vez, había destruido el reino con sus decisiones y acciones. Y ahora, todo indicaba que su verdadera heredera había muerto bajo su mano. ¿Acaso había condenado el mundo a la terrible visión de su ancestro? ¿Cómo corregir tal pecado? Tal vez aquel dicho era cuerto: Un pecado podía ser perdonado pero jamás limpiado.

El Rey se sintió temeroso, pues por primera vez, podía sentir su mente abriéndose ante la terrible realidad de lo que pasaría si nombraba a Rhaenyra su heredera y esta, nombraba a Jacaerys su heredero. Incluso si Jacaerys era un bastardo legimitizado con el noble apellido de Velaryon, ante los ojos del reino, seguía siendo un bastardo pues era más claro que el agua que lo era. Seria terrible si un bastardo sube al trono, pues ese sería el fin no solo de la Casa Targaryen y su legado, pero también el de Westeros. Era tiempo de pensar en el reino y lo que conlleva tomar tales decisiones que podrían afectar a sus descendientes.