Carlo había disfrutado del desplante que acababa de hacerle a Katherine Brooks.
Ella debía de estar agradecida que se reprimió el reclamarle ser la puta de su padre frente a todo el mundo, cuando la vio y se dio cuenta de quién era.
Lo que le hizo era poco para lo que se merecía esa perra, que provocó la muerte de su madre.
Reconocía que era más atractiva en persona que en las fotografías.
Con razón enloqueció a Andreas con sus encantos de trepadora, concluyó ya sentado tras el escritorio de su padre, recordándose hacía unos años frente a él, discutiendo por alguna cosa de la empresa, ya que ambos siempre habían chocado en caracteres.
La oficina había cambiado, tenía nuevos ventanales en que se podían ver la ciudad; sillones de cuero y un fino escritorio de ébano equipado con una computadora y de más utensilios.
¿Quién diría que un día le tocaría dirigir este negocio, cuando Andreas siempre había sido un hombre lleno de vitalidad?, pensó, saliendo de sus evocaciones para mirar a O Brian, quien todavía parecía confundido por el desplante que acababa de hacerle a Katherine Brooks.
—Bien, ¿Dónde están los informes que te pedí? —le exigió al hombre.
—Son esos, señor. —contestó, enseñándole unas carpetas que estaban a un lado en el escritorio.
Carlo, luego de mirar un café demasiado negro para su gusto que estaba en el escritorio, agarró las carpetas y se tomó su tiempo para leer las hojas de dentro.
—Excelente, parece una información muy completa sobre los proyectos que se están llevando ahora mismo en la constructora y la cartera de clientes que tenemos. Pero ¿dónde están los informes de las finanzas de la empresa?
—Pensé que luego lo pediría a ese departamento, señor.
—Cuando dije que deseaba todo, es todo, O Brian. —se alteró Carlo.
—Todo eso lo debe tener, Katherine. Es la asistente personal de Andreas. —respondió O' Brian alterándolo por oír el nombre de esa maldita.
—O' Brian ¿Cómo es posible que no sepas que informes se necesitan leer cuando llega un nuevo jefe? —le espetó odiando la idea de necesitar de esa mujer.
O'brian tembló, siendo salvado de su ira por la llegada de un tercer hombre a la oficina.
—¿Qué ocurre? ¡Los gritos se oyen afuera! —preguntó el recién llegado y Carlo agrió más el rostro al ver a Michael Sharper, el abogado comercial de la empresa.
El tipo era la mano derecha de su padre desde los tiempos que trabajaba aquí.
Andreas admiraba a este imbécil intelectualoide que se había graduado con honores en diferentes universidades, hijo de una vecina del barrio donde crecieron sus hermanos y él.
Sharper siempre había hecho todo bien, pese a parecer a veces un nerd meticuloso con un palo metido en culo.
Aún podía recordar como Donovan e Isabel le gastaban bromas de adolescentes, con el infeliz llorando como una niña.
Carlo le había sorprendido que ya de ese tonto pelirrojo, paliducho con gafas de botella no quedaba nada, sino que ahora era un abogado seguro y capaz de intimidar a cualquiera.
—Solo reprendía la ineptitud, algo que desprecio. —le contestó.
—¿Y qué ha hecho? —preguntó Sharper, agarrándose la chaqueta del oscuro traje para sentarse frente a él.
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Magnate cruel
RomanceCarlo Di Santi es un multimillonario poderoso en la industria de hotelería y clubes BDSM, quien le tocara asumir el control de la constructora de su padre al recibir la noticia que este está en coma y su madre muerta, luego de un accidente automovil...