6.ESTABLECER LÍMITES

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A Katherine le estaba siendo difícil aguantar a su jefe, como se había prometido iba hacer para conservar su trabajo, ya que los siguientes días ese demonio la abarrotó en tareas.

Seguía enviándola a lugares lejanos a hacerle los mandados, ya que no le gustaba cualquier comida, ni cualquier café. Sí, como olvidar su café. La mandaba Ámsterdam Ave a buscarle la taza que costaba 40 dólares, no pudiendo tomar un café normal de una cafetería porque él era un dios.

Además de todas estas demandas, tambien seguía pidiéndole informes complicados, teniéndose que ir tarde todos los días.

Y no contento con eso, le mandaba a altas horas de la noche, al WhatsApp del móvil que ella tenía de la empresa, tareas para que hiciese a primera hora de mañana; como justo ahora, que se le ocurría pedirle a las diez de la noche, mientras ella dormía ya con su piyama y su novio, que le hiciese un informe de la empresa de los Fergunson, puesto que se reuniría con ellos mañana.

Katherine resopló, teniendo que apartar a su novio de su espalda en la cama, para tomar su laptop de la mesita de noche y ponerse a trabajar.

John, puso mala cara al verla ponerse el aparato en las piernas. El mismo la había esperado hoy en el apartamento y hasta cena le había hecho, poniéndose molesto, cuando ella luego de comer, ducharse y cambiarse, se durmió por el cansancio, ya que él había querido que tuviesen sexo.

—Veo que para tu trabajo si tienes fuerzas—se quejó el rubio de estructura delgada, pero atlética, sentandose en la cama.

—Lo siento, es algo que me mandaron a hacer a último minuto. —se disculpó ella, doliéndole ver la tristeza en los ojos claros de su rubio porque ella ya no podía responderle como antes.

—Bien, te dejo para que no tengas interrupciones—replicó su novio, poniéndose sus jeans y luego el suéter y abrigo con que había venido.

—Pero Jonh, no es para que te pongas así…

—¿Cómo quieres que me ponga? ¿desde qué cambiaste de jefe, ya no me dedicas el tiempo de antes? —soltó él, a quien había explicado su situación laboral mientras comían.

—Este jefe es tres veces más exigente que Andreas. —trató de argumentar.

—Katherine ya ni siquiera tienes tiempo para estar conmigo. —replicó su novio, echándose el pelo rubio hacia atrás. —Lo siento. Esto es mucho para mí. Tengo que irme. —soltó y por más que ella quiso detenerlo el rubio se fue, dejándola hecha polvo, en su cuarto con una amplia cama, muebles finos y ventanales donde se veía la ciudad, cuarto fino que ahora estaba vacío solo con la figura rota de ella.

Era verdad, antes había tenido exigencias, pero no a altas horas de la noche y había tenido tiempo para consentir a su novio cuando venía. Se recordaba con una bata provocadora, cocinándole platos deliciosos, para que ambos cenaran con vino y luego pasaran a este cuarto, donde él la desvestía y descubría la hermosa lencería que compraba para modelarle…Todo eso era pasado, porque ahora solo alternaba entre el trabajo y el cansancio, meditó, odiando más a Di Santi cuando encima tuvo el descaro de escribirle otra vez al WhatsApp, diciéndole que tenía que llegar una hora antes mañana, porque él tendría una reunión con los de la empresa Ferguson para convencerlos de invertir en unos pisos que ya casi terminaban cerca de la quinta avenida y quería afinar detalles con el informe que ella le iba hacer.

Bastardo.

Iba matarla con tantas cosas que le pedía.

Ahora entendía a todos los asistentes que salían quejándose de él, en notas de revistas.

Carlo Di Santi era el hombre más desesperante del planeta, concluyó sintiendo la vista roja por el brillo de la pantalla y de las lágrimas provocadas por el enfado de John, pero terminó el informe a eso de las una, teniendo que pararse más temprano de lo normal para estar a las seis en Di Santi Corporation.

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⏰ Última actualización: Oct 06 ⏰

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Magnate cruelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora