La atmósfera en el dojo había cambiado tras el encuentro de Ranma con su madre. Aunque había una nueva sensación de esperanza, las viejas tensiones entre Ranma y Genma no tardaron en resurgir. Mientras Ranma intentaba descubrir su identidad y entenderse mejor, Genma se sentía cada vez más agobiado por la culpa y las decisiones que había tomado en el pasado.
Una mañana, mientras Ranma practicaba una serie de katas, Genma entró al dojo con una expresión grave.
—Ranma, necesitamos hablar —dijo, tratando de mantener la seriedad en su voz.
Ranma, sintiéndose incómodo, dejó de lado su entrenamiento.
—¿Sobre qué? ¿Más lecciones sobre el honor y la tradición? —respondió, con un tono de sarcasmo.
Genma frunció el ceño.
—No estoy aquí para discutir sobre eso. Estoy tratando de ser un buen padre. Lo que hice, lo hice por tu bien.
—¿Por mi bien? —exclamó Ranma, levantando la voz—. ¿Desde cuándo hacerme seguir un camino que no quiero es lo mejor para mí?
Genma dio un paso hacia adelante, tratando de imponer un poco de autoridad.
—Estás siendo desagradecido. He sacrificado mucho para que tengas la mejor formación. No puedes simplemente ignorar todo lo que he hecho por ti.
Ranma sintió cómo la rabia comenzaba a burbujear dentro de él.
—No estoy ignorando nada, pero nunca me preguntaste qué quería. Solo asumiste que ser un guerrero era mi destino. ¿Y si no es así?
La discusión se intensificó. Cada palabra se cargaba de resentimiento. Genma, con la voz temblando de frustración, respondió:
—Tienes que entender que hay un legado que mantener. Eres la última esperanza de nuestra familia en las artes marciales.
—¡No soy un legado! Soy una persona. —Ranma gritó, su voz resonando en el dojo.
Justo en ese momento, Happosai, el travieso maestro de Genma, apareció de la nada, interrumpiendo la tensa conversación con su característica risa.
—¿Qué es esto, un drama familiar? —bromeó, mirando a Genma con una sonrisa burlona—. ¡Qué conmovedor!
Ranma lo miró, confundido por su llegada.
—¿Qué haces aquí, Happosai?
El viejo maestro se encogió de hombros, como si no tuviera nada que ver con el conflicto.
—Vine a buscar algo interesante. Y parece que tengo un espectáculo en vivo. ¡Me encanta!
Genma, visiblemente molesto, se giró hacia Happosai.
—Esto no es un juego, viejo. Estoy tratando de tener una conversación seria con mi hijo.
Happosai se rió entre dientes.
—¡Oh, Genma! Siempre tan serio. Necesitas relajarte. Tal vez un poco de... ¡robo de bragas te ayudaría!
Ranma rodó los ojos, frustrado por la interrupción.
—¿En serio? ¿Ahora es el momento para tus tonterías?
Happosai hizo una reverencia exagerada.
—Mis tonterías son una forma de arte, muchacho. Pero bueno, ¿qué tal si me cuentan qué les tiene tan tensos?
Ranma decidió aprovechar la oportunidad para expresar su frustración.
—Genma no entiende que quiero ser yo mismo, no lo que él quiere que sea. Solo quiero un poco de apoyo, no más presión.
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