Capitulo 2

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Por el Reino

Hueningkai creía que no podía existir un trabajo más agotador... cuán equivocado estaba.

Su primer día en la obra iba de mal en peor. Casi había sentido el filo del látigo rozar su piel, y si no fuera por la intervención rápida de su padre, habría regresado a casa, como tanto temía su madre.

"¡Atención, mugrosos!", gritó Abasi, el oficial encargado de la construcción, su voz resonando sobre los agotados trabajadores hebreos. "El Príncipe Soobin vendrá a inspeccionar los materiales. Quiero que todo esté en orden. Si los encuentro descansando o charlando, lo pagarán caro. ¡Sigan trabajando!"

Hueningkai, aún recuperándose del susto, oyó a su padre murmurar en voz lo suficientemente alta para que él lo escuchara: "Ojalá el príncipe quede satisfecho con los materiales".

"¿Por qué dices eso?", preguntó Hueningkai, intentando comprender.

"Si no lo está, nos harán rehacer todo el trabajo, pero el plazo no cambiará", respondió su padre, con la fatiga reflejada en su rostro.

El comentario dejó a Hueningkai sintiéndose impotente. Se dio cuenta de lo afortunado que había sido al estar en la plantación hasta el día anterior. Niños de tan solo trece años trabajaban codo a codo en la obra, y el verlo lo llenó de tristeza. Quería llorar al pensar en lo injusta que era la situación.

"Qué príncipe más...", comenzó a decir Hueningkai, pero fue interrumpido por la severa mirada de su padre.

"¡Cuidado con lo que dices! No deseamos mal a nadie. Solo oremos por su alma y por el fin de nuestras aflicciones."

El joven permaneció en silencio, sumergido en sus pensamientos, y volvió al arduo trabajo bajo el sol abrasador.

No pasó mucho tiempo antes de que la llegada del Príncipe Soobin sacudiera la rutina del lugar. Custodiado por una docena de guardias y acompañado por un flabelo blanco que ondeaba a su lado, el príncipe caminaba con una gracia imponente. Era alto, con una piel ligeramente bronceada, y sus ojos delineados acentuaban su atractivo.

Los trabajadores hebreos, al verlo, se inclinaron respetuosamente. Soobin los observó con un gesto de indiferencia antes de ordenar: "Sigan con su trabajo".

Se acercó a Abasi, quien le explicó detalladamente los materiales utilizados en la construcción del nuevo templo, mientras ambos revisaban los avances de la obra.

Hueningkai, al mirar de reojo al príncipe, no pudo evitar pensar: "Es muy atractivo". Pero lo que más lo sorprendía era imaginar cómo el príncipe, quien vivía rodeado de lujos en palacio, nunca conocería el dolor de las cicatrices del látigo ni el desgaste en las manos de tanto trabajar.

Suspiró y su mente comenzó a divagar, imaginándose a sí mismo dentro del palacio, disfrutando de manjares, durmiendo en suaves camas de seda y viviendo sin las preocupaciones de un esclavo. Pero pronto volvió a la realidad. Él era un esclavo. Esa era la vida que Dios le había otorgado, y aunque no sentía cólera por ello, ansiaba la libertad de su pueblo.

"Para ser tu primer día, lo estás haciendo bien", comentó su padre, devolviéndolo del todo a la realidad.

"¿De verdad lo crees?", preguntó Hueningkai, con un atisbo de esperanza.

"Por supuesto, eres fuerte, hijo mío. Saliste a tu padre", respondió el hombre con una sonrisa. Ambos rieron, tratando de aliviar el ambiente pesado del día.

En el palacio, el Príncipe Soobin había regresado de su inspección y decidió pasar a saludar a su hermana menor, Nuru, una niña a la que adoraba con todo su corazón

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En el palacio, el Príncipe Soobin había regresado de su inspección y decidió pasar a saludar a su hermana menor, Nuru, una niña a la que adoraba con todo su corazón. Ella era su mayor alegría, y siempre hacía todo lo posible por verla feliz.

Al llegar al harén, Soobin la vio jugando con otros niños. La imagen lo hizo recordar su propia infancia, cuando su única preocupación era jugar, antes de que las responsabilidades de su posición comenzaran a pesar sobre sus hombros. Pero había aceptado ese destino, queriendo desde joven cumplir las expectativas de su familia.

Perdido en sus recuerdos, un golpe en sus piernas lo sacó de sus pensamientos. Al mirar hacia abajo, vio el rostro sonriente de Nuru.

"Hola, pequeña", dijo arrodillándose para abrazarla.

"¿Estás nervioso por tu compromiso?", preguntó la niña con curiosidad, refiriéndose al inminente matrimonio de Soobin, noticia que había recorrido todo el palacio.

Soobin sonrió, sin sorprenderse. "No, ¿por qué lo dices?" Le tocó la nariz juguetonamente.

"Tenías esa cara fea", respondió Nuru con su habitual franqueza. Siempre notaba cuando su hermano estaba preocupado, ya que hacía una expresión particular.

"Todo está bien, pequeña princesa. Solo necesito un buen baño", dijo él, intentando tranquilizarla.

Poco después, un oficial apareció, requiriendo la presencia del príncipe en la sala del trono. Soobin se despidió de su hermana y se dirigió a donde su padre, el rey, lo esperaba.

"Soobin, creí que no tendría que llamarte hasta la noche", dijo el rey, sonriendo con una alegría que no se veía a menudo. "Sin embargo, tengo grandes noticias", continuó, con los ojos brillantes. "Tu madre olvidó mencionarte que tu prometida llegará en dos días".

"Maldición", pensó Soobin. "Con todo respeto, padre, pensé que tendría más tiempo para prepararme", replicó Soobin, tratando de ocultar su incomodidad.

"¿No te emociona conocer a tu prometida?", intervino la reina, quien había permanecido en silencio hasta ese momento.

"Sí, claro...", respondió rápidamente. "Ahora, con su permiso, debo ir al entrenamiento". Hizo una reverencia y salió del salón lo más rápido posible.

No era que no quisiera casarse, pero la idea de comprometerse con alguien que no conocía lo aterraba. Sin embargo, sabía que debía hacerlo. Su deber era con el reino.

Mientras caminaba, su amigo Taehyun apareció de repente, asustándolo.

"¡Por Ra! ¡Me has dado el susto de mi vida!", exclamó Soobin, llevándose una mano al pecho.

Taehyun sonrió. "No parece que el susto sea la única razón de esa cara. ¿Qué te preocupa, mi príncipe?"

Soobin suspiró. "La hija del sacerdote de Uaset llegará en dos días".

"Bueno, siempre podrías dejar que los cocodrilos del Nilo se encarguen de ti, y así no tendrías que casarte", bromeó Taehyun, haciendo reír a Soobin.

"Vayamos a buscar a ese cocodrilo", respondió Soobin, dejando que su amigo pasara un brazo por sus hombros mientras se alejaban, compartiendo una risa.

"Vayamos a buscar a ese cocodrilo", respondió Soobin, dejando que su amigo pasara un brazo por sus hombros mientras se alejaban, compartiendo una risa

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