• CAPÍTULO 7 •

2 0 0
                                    

“No dejen ir a las buenas personas como si el mundo estuviera llena de ellas”

3 AÑOS DESPUÉS

Ya había pasado un tiempo, tres años para ser precisa. Tres años desde que había dejado mi hogar, salí al mundo real, conocí a muchas personas, hice amigos, me reencontré con mi tío, me enteré que tenía primos, y comencé la universidad.

En casa, todo era igual. Había amor, discusiones, mal entendidos... pero sobre todo felicidad.

En la universidad, al menos las cosas habían mejorado. Unas semanas después de comenzar, había hecho una amiga, que ahora es mi mejor amiga, a la que le cuento absolutamente todo. A diferencia de mí, ella había tenido una vida... normal, ¿sería correcto decirlo así?

En cuanto a Madison, ya no se tenía problemas conmigo, después de un... pequeño incidente que ocurrió.

Y en mi vida amorosa no había mucho que contar. Un chico había intentado acercarse a mí como amigo y terminó siendo un fraude que solo quería ser más que eso.

Ya faltaba solo un mes para terminar el último año. Era junio y ya estaba entregando los exámenes finales.

— ¿Puedo hacer una pregunta?

Lucía, mi mejor amiga, habló en un momento no muy oportuno, osea, en medio de una clase.

— ¿Ahora? No es un buen momento Luci — dije en voz baja.

— Sí, ahora — ella también susurraba —.  ¿Acaso los profesores no tienen vida? Digo, creo que se ha pasado la hora de la clase y aún sigue parloteando.

Me regresé a mi asiento y puse la cabeza sobre la mesa — Eres un desastre Lu.

Y como si nos hubiesen escuchado, el profesor nos dejó ir de la celda, digo el aula.

— Oye, ¿me acompañas?

— ¿A dónde?

— A buscar a mi hermano.

— Ok... vamos.

Salimos de la universidad y entramos a su coche y fuimos a otra universidad que estaba a unas cuadras de allí.

Cuando llegamos, había mucha gente afuera. Lucía me dijo que la esperara en el coche mientras ella salía a buscar a su hermano.

Me quedé mirando mi celular, solo para revisar si había algún mensaje.

Ujum, eso dijo él que me dejó en tu cabeza.

¿Callas tu boquita?

Nop.

Sí, definitivamente podrán pasar los años, pero mi conciencia jamás dejará de hacerme conversación.

Salté del susto cuando se abría la puerta del conductor, era el hermano de mi amiga, Víctor.

— Cállate, ya te dije que...— me miró algo sorprendido — Stella, no sabía que...

— Hola.

Victor dió la vuelta y cuando observé mejor, Lucía se había sentado atrás.

— ¿Por qué no me dijiste que teníamos una invitada en el auto? Perdón si te he asustado, Stella. Es que mi hermana es bastante irritante.

— ¡Oye! Yo soy una grandiosa persona.

— Emm... Luci, ¿por qué no te sientas aquí? Puedo irme para...

— Oh no, tranquila. Yo estoy bien acá. Hay más espacio y sabes lo que pienso de los espacios cerrados.

Perfección Donde viven las historias. Descúbrelo ahora