• CAPÍTULO 12 •

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“Recordar es fácil para quien tiene memoria. Olvidar es difícil para el que tiene corazón”

~Gabriel García Márquez.

•BENDICIÓN Y CONDENA•

Al despertar, sentí un intenso dolor en mi cabeza. Me incorporé un poco y noté que ya era de día, pero la luz me molestaba tanto que me deje caer en la cama de nuevo.

Oh, Dios. La resaca.

Apenas y recuerdo lo último que hice antes de quedarme dormida en la barra de bebidas junto a Lucía. Me imaginaba esa imagen y me sentí avergonzada.

Después de casi diez minutos acostada, el dolor disminuyó y me levanté. Antes de ir al baño me miré en el espejo e hice una mueca por mi propio aspecto.

Me veía terrible. Mis ojos estaban hinchados y tenía las ojeras bastante marcadas, mi cabello estaba envuelto en una coleta muy mal hecha porque tenía bastantes mechones sueltos. Mis mejillas estaban rojas y mis labios muy resecos. De pronto sentí muchas ganas de tomar agua.

Me di una ducha, me coloque un vestido de tela fina que me llegaba a las rodillas, me até mejor el cabello y salí de la habitación. Me extrañé no encontrar a nadie por la casa. 

Volví a mi cuarto a ver la hora. La verdad, pensé que era más temprano, pero según mi celular ya eran las doce del mediodía. ¡¿Había dormido tanto?!

Escuché algunas voces en la parte trasera de la casa y me asomé por la pequeña ventana de la cocina. Todos estaban allí sentados. Y cuando digo todos, hablo de los dueños de la casa, sus pequeños hijos, a Mike, a Zeus y a mis padres

Oh, mierda. ¿Cómo iba a encararlos con esa resaca que tenía? Mi cara no era un poema, para ser sincera.

Por segunda vez, regresé a mi habitación a cambiarme de ropa y disimular y poco mis ojeras.

Después de cambiarme el vestido por otro, salí al patio. Ellos estaban hablando sobre quién sabe qué, porque los encontré riendo a carcajadas a todos. Sí, a todos.

— Hija, ¿cómo está tu resaca?

¿Mamá? ¿Preguntando por eso, en vez de darme cincuenta regaños por haberme emborrachado?

Vaya, eso es nuevo.

— ¿No se supone que deberías preguntar por mí? — le respondí alzando una ceja.

— Sí, pero me imagino como estás así que mejor pregunto por la resaca.

Comenzaron a reír de nuevo y yo me quedé algo sorprendida con lo que decía mi madre. Esa faceta suya, nunca la había visto.

Pero me estaba cayendo muy bien.

Habían puesto una mesa en el patio trasero para almorzar. Me senté en la única silla que estaba libre, que era al lado de Mike.

Me acomodé y aproveché que los adultos estaban conversando mientras mi tía Jane servía la comida.

— Mike.

— Mhm — respondió a mis susurros mientras tomaba agua.

— ¿Qué coño pasó anoche?

— Uff, anoche pasaron muchas cosas — sonrió con malicia.

— Agh, no empieces con tus idioteces. ¿Qué pasó después de que me alejé de ustedes?

— Bueno, te encontré en la barra de bebidas durmiendo, luego te lleve al coche, intentaste besarme...

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