Capítulo 4.

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George pasó la semana encerrado en su habitación, la puerta cerrada como un escudo contra el mundo exterior y las decisiones que lo aguardaban. Se sentía atrapado, luchando con la mezcla de frustración y desilusión hacia su padre. En su mente, la voz de Torger resonaba, advertencias y dudas que se entrelazaban con su deseo de libertad y autodescubrimiento.

Mientras tanto, Torger estaba ocupado en una reunión con los directivos de la FIA. Su preocupación por George lo llevó a discutir nuevos reglamentos destinados a proteger a los Omegas y Alfas en la competencia. Sabía que el mundo de la Fórmula 1 era implacable, y su objetivo era garantizar que los pilotos, especialmente aquellos con menos experiencia, tuvieran un entorno más seguro.

—La presión que enfrentan los jóvenes pilotos es abrumadora —declaró Torger, su voz firme mientras miraba a los demás—. Necesitamos establecer medidas que eviten que repitan los errores del pasado. La rivalidad no puede ser a expensas de la salud mental y emocional de nuestros pilotos.

Uno de los directivos, un veterano del deporte, frunció el ceño. —Entendemos tus preocupaciones, Torger, pero también debemos considerar el aspecto competitivo. ¿Dónde trazamos la línea entre la protección y la interferencia en el deporte?

Torger respiró hondo, sintiendo cómo la tensión crecía. —No se trata de interferir, se trata de salvaguardar. Si no hacemos algo ahora, podríamos perder a más jóvenes como Niko Rosberg, cómo a Sebastián vettel , que tenían el talento y el potencial pero que se vieron aplastados por la presión y la rivalidad, y el mas actual Sergio "checo" Pérez que sufre de xenofobia solo por ser mexicano y Omega, el pobre tiene que aguantar a toda la prensa amarillista  que lo denigran. Vamos a seguir dejando que nuestros deportistas sufran esas humillaciones.

Uno de los directivos asintió. —¿Qué propones exactamente?—

—Que deberíamos implementar protocolos de apoyo emocional y psicológico para ellos —respondió Torger—. Necesitamos un entorno en el que los Omegas se sientan valorados y seguros, no solo como pilotos, sino como personas.

A medida que la reunión avanzaba, Torger argumentaba con , defendiendo su posición. Sabía que debía hacer esto no solo por George, sino por todos los pilotos jóvenes que se enfrentaban a un entorno tan hostil. Sin embargo, mientras hablaba, su mente volvía una y otra vez a su hijo, encerrado en su habitación, enfrentándose a sus propias batallas.

—Tu propuesta será valorada para ver si entra como prioridad, ya que ciertamente este deporte fue fundado por Alfas y para alfas , hasta que cierta mujer de casta Omega lucho por competir en el gran premio de Bélgica de 1958. Desde entonces se empezó a admitir a la casta Omega —

El murmullo de acuerdo llenó la sala, pero también hubo dudas. Algunos alfas miraban a Torger con escepticismo, cuestionando si realmente era posible cambiar una cultura tan arraigada en la competencia feroz .

—  Mis queridos colegas yo propongo la idea de que porten una vestimenta específica para cubrir ciertas partes de su cuerpo como el cuello en caso de los Omegas y no se les permitirá usar el mono ignifugo pegado esto aplica para ambas castas , tendrá que ser almenos una talla más grande, esto podría ser controversial. Pero también se puede considerar para su seguridad.— argumento otro de los directivos

—  y en caso de que un alfa se salga de control y quiera perjudicar a un Omega o lo quiera marcar sin su consentimiento , será sometido y no se le permitirá competir otra vez.

— Quien este a favor de esta nueva norma, escriba su respuesta y coloquen en el Sobre  que  se les otorga . Ya se pueden retirar —

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Al regresar a casa, Torger se sintió abrumado. Entró en el hogar con la esperanza de encontrar a George dispuesto a hablar, pero el silencio que lo rodeaba era pesado. Subió las escaleras y se detuvo frente a la puerta cerrada del cuarto de su hijo.

—George —llamó con voz suave, tratando de suavizar el ambiente—. ¿Podemos hablar?

Silencio. Torger sintió una punzada de culpa. Sabía que su enfoque había sido demasiado agresivo, pero su instinto de protección había tomado el control.

—Sé que no lo hice bien —continuó, sintiendo que debía disculparse—. Quiero que sepas que sólo quiero lo mejor para ti.

Finalmente, la puerta se abrió lentamente, y George apareció, su rostro mostrando una mezcla de agotamiento y determinación.

—¿Qué quieres, papá? —preguntó, su voz tensa.

Torger dio un paso adelante, buscando la conexión que había perdido. —Quiero que hablemos de lo que pasó. Sobre la carrera, sobre Lewis. Necesito entender cómo te sientes.

George suspiró, el peso de las palabras aún en su interior. —Me siento atrapado, papá. Siento que no confías en mí. Todo lo que quiero es la oportunidad de demostrar que puedo manejar esto.

—Te entiendo —dijo Torger, buscando un terreno común—. He estado trabajando en algo. Quiero proponer que, además de las nuevas reglas que discutí, podamos crear un programa de apoyo para pilotos jóvenes. Quiero que tengas la oportunidad de aprender sin que sientas que el mundo se desmorona a tu alrededor.

George lo miró, sorprendido. —¿Un programa de apoyo? ¿Para todos los pilotos?

—Sí, pero también habra nuevas normas para ti y tus compañeros, para ayudarles a su seguridad e integridad  —respondió Torger, su voz más suave—. Pero necesito que me prometas que me dejarás estar a tu lado en esto.

George sintió un rayo de esperanza. —Prometo que intentaré comunicarme mejor, pero necesito espacio para crecer.

—Está bien. Trabajaremos juntos en esto —dijo Torger, aliviado—. Te apoyaré, pero también te daré la libertad que necesitas. Solo quiero que estés a salvo.

George asintió lentamente, sintiendo que, quizás, podían encontrar un camino hacia la confianza mutua. —Gracias, papá. Solo quiero ser yo mismo  y quizás con tu apoyo puedo hacerlo.

Ambos se miraron, y aunque había mucho por resolver, el entendimiento mutuo comenzaba a construir un puente entre ellos.

𝓔𝓬𝓸𝓼 𝓭𝓮 𝓾𝓷 𝓭𝓮𝓼𝓽𝓲𝓷𝓸 || 𝓻𝓮𝓷𝓾𝓷𝓬𝓲𝓪 𝔂 𝓭𝓮𝓼𝓮𝓸 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora