𝟎𝟎𝟓 | CONSUMADO.

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Ariadna sintió cómo el calor aumentaba en su cuerpo después de escuchar la respuesta de Richard. Su rostro estaba enrojecido, y por un momento pensó que todos podían ver lo alterada que estaba. Trató de controlarse, pero sabía que lo que quería no se iba a resolver ahí, frente a sus amigos.

Con una respiración temblorosa, decidió que era el momento de alejarse un poco, necesitaba espacio para recomponerse. Miró de reojo a Richard, buscando cualquier señal de que él también estuviera tan afectado como ella, y sus ojos se encontraron brevemente. Sus pupilas dilatadas lo delataban.

—Yo... creo que me voy a ir a la habitación —dijo Ariadna, levantándose con cuidado. Trató de sonar casual, pero sus manos temblaban ligeramente. —Tengo sueño, y mañana va a ser un día largo.

Los demás asintieron sin mucho interés, entretenidos en su conversación, pero cuando Ariadna pasó junto a Richard, lo rozó sutilmente con la mano, apenas un toque que podría haber pasado desapercibido para cualquiera, pero no para él, la conocía perfectamente y sabía lo que eso significaba. Richard se tensó de nuevo, sus ojos la siguieron hasta que desapareció por el pasillo.

El corazón de Ariadna latía con fuerza mientras subía las escaleras, sintiendo que cada paso la acercaba más a lo inevitable. Se detuvo frente a la puerta de la habitación, mirándola unos segundos antes de abrirla y deslizarse dentro, sin encender las luces. Sabía que él lo había entendido, que la seguiría en cualquier momento.

Richard se quedó unos minutos en la sala, respirando hondo, intentando calmar el torbellino de emociones y deseos que lo consumían. Sus amigos seguían hablando, pero él ya no escuchaba nada. Todo lo que importaba en ese momento era Ariadna, y la promesa silenciosa que le había dejado.

Finalmente, se levantó con calma, intentando no parecer apresurado.—Voy a ver si Ariadna está bien —murmuró, excusándose antes de dirigirse al pasillo.

Todo el recorrido hasta la habitación se le hizo completamente eterno al moreno, podía sentir como la tensión subía y bajaba por todo su cuerpo de tan solo pensar lo que podía llegar a suceder en aquella habitación. No podía negar que le sorprendía un poco, pero no podía negarse a nada de lo que ella le pidiera, el poder que ella tenía sobre él seguía intacto.

Cuando Richard entró en la habitación, la silueta de Ariadna se delineaba bajo la tenue luz que se filtraba por la ventana, casi como una figura esculpida en sombras y destellos suaves. Ella estaba tumbada sobre la cama, su cuerpo estirado con una languidez que emanaba una calma seductora. Su cabello castaño se esparcía sobre la almohada, enmarcando su rostro y cayendo en suaves ondas que acariciaban sus hombros desnudos, insinuando una mezcla perfecta de suavidad y fuerza.

La luz tenue abrazaba cada curva de su figura, resaltando el arco delicado de su cuello y la línea elegante de sus clavículas que apenas sobresalían bajo su piel tersa. La camiseta que llevaba, suelta y ligera, caía en ángulos irregulares, dejando entrever el contorno de sus hombros y deslizándose con naturalidad por su cintura, como si su cuerpo moldeara la tela con una facilidad que parecía involuntaria, pero que a los ojos de Richard resultaba hipnótica.

Sus caderas, generosas y definidas, creaban un suave pero marcado contraste con su cintura estrecha, formando una curva que descendía de manera natural hacia sus muslos, ligeramente doblados en una postura que sugería una sutil mezcla de vulnerabilidad y confianza. Cada parte de ella parecía estar perfectamente diseñada para atraer su atención sin esfuerzo alguno, y, sin embargo, lo que más capturaba a Richard no era solo el físico, sino el modo en que Ariadna ocupaba el espacio con una presencia que irradiaba calidez, seguridad y deseo.

Incluso en la quietud de la habitación, su cuerpo hablaba, invitaba, pero con una gracia controlada, como si Ariadna fuera plenamente consciente del poder que tenía sobre él.

Love Me Again ━━ Richard RiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora