Capítulo 2: Sangre, I

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Capítulo 2: Sangre, I

Kael observó con ojos cansados mientras Cassel se perdía entre los árboles, sus ojos estaban entrecerrados aún mientras se obligó a continuar mirando, sus ojos fijos en la silueta que se hacía cada vez más borrosa.

Él simplemente necesitaba estar seguro, sin poder hacer nada más que mirar impotente, sus ojos continuaron abiertos. Kael debía estar seguro de que su hijo logró salir.

Una nueva bocanada ardiente se estrelló en alguna parte del castillo, pero Kael ni siquiera podía prestarle atención, su respiración se volvía cada vez más lenta y dificultosa con cada segundo que pasaba, pero su mirada fija en su hijo.

Nada más importaba.

Su única importancia, se alejaba a paso cansado en esos momentos, casi arrastrándose, mientras trataba de poner suficiente espacio entre él y el fuego.

Sus ojos se rindieron, perdiendo la batalla contra el vacío que comenzaba a envolver todo a su alrededor.

Simplemente se dejó ir, y con su corazón finalmente en paz, apoyó su cabeza contra la tierra.

De repente, fue como si pudiese escuchar las olas rompiendo contra la arena, más allá de las murallas derrumbadas del ala este, por donde los árboles comenzaban a abrirse y la playa comenzaba a nacer, y en un último segundo de conciencia, Kael agradeció.

Cassel estaba a salvo.

[...]

Arianae, la Reina Madre, observó a su alrededor con pesar mientras se mantenía parada en una de las torres más altas del ala norte, su mirada tratando de identificar a su familia entre todas las formas que se veían correr en los patios.

Su corazón anhelante llamaba a su familia.

Pero aquel llamado silencioso de su corazón se mantuvo sin respuesta, su familia no estaba en ningún lugar que ella pudiese ver incluso desde lo alto de la torre más alta.

Pese a pertenecer a una rama lateral del reino Solarea y estar alejada de la familia real que gobernaba el reino, la sangre Solari de la reina madre era fuerte, y su cabello pelirrojo y su tez dorada parecía cobrar vida en esos momentos, mientras el poder de las llamas calentaba su cuerpo de formas nada agradables.

Sus ojos verdes trataron inútilmente de ignorar la enorme silueta que continuaba sobrevolando la ciudadela, mientras el crepitar de las llamas y los gritos se entrelazaban en una danza ruidosa e insoportable.

Pronto la mirada de Arianae, esperanzada pero ingenua, se dirigió al sur, a áreas aun intactas y sin daño, rogando que su familia se encuentre entre las que allí se resguardaban.

Arianae ya había perdido a su esposo, realmente no estaba preparada para perder también a sus hijos.

Ella recién había comenzado a sentir cariño por su nuera. Sus ojos se llenaron de lágrimas mientras un sentimiento de impotencia la llenaba, su nieto era tan pequeño, aun no preparado para la vida.

Su mirada pronto siguió los débiles rayos de sol que lograban traspasar la densa nube de ceniza que se había apoderado del cielo sobre la ciudadela y los pueblos aledaños, y cuando lo que se sentía como el poder de mil soles destrozaba su hogar irreparablemente, ella ni siquiera podía acudir al Dios del Sol, que había acompañado sus días desde antes de que aprendiera a caminar.

Ella realmente nunca se había sentido más abandonada que en esos momentos.

Fue solo un segundo, casi en un pestañeo, y su cuerpo se puso rígido, el miedo bajando por su columna como nunca había sentido antes, porque fue casi como si su mirada hiciera contacto con la bestia que giraba nuevamente hacia el castillo.

Fuego y Sangre: Trono de cenizasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora