Capítulo 4 ⛓️🖤

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Niara

—¿Todo listo Thiago?— debíamos tener todo claro y preparado.
Cómo el Hacker estaría encargado de que todo, comunicación, video, entrada, salida, absolutamente todo estuviera en orden.

—Claro que sí— respondió.

—Bien, es hora de empezar a divertirme—. Me levanté del asiento del copiloto y salí de la camineta.
Caminé unos metros desde la camioneta, hasta la caseta de seguridad montada a la entrada de la casa.

—Cámaras desactivadas—. Informó Thiago, mediante un auricular.

Inmediatamente llamé a la puerta de seguridad. El primer guardia salió, lo tomé por la esplada y le sujete el cuello, hasta asfixiarlo, para despues romperlo. Tomé su tarjeta, la pasé por el escaner. 

Entré sin ningún promblema, seguí mi camino, y antes de llegar a la puerta, observé a otros dos guardias.

—Comunicaciones inhabilitadas—. Informó nuevamente. 

Corrí y me fui sobre uno, enredando mis piernas en su cuello, lanzándolo al suelo. El otro me lanzó un puñetazo que esquivé rápidamente. Sujeté su brazo en el aire, golpeé sus costillas, una, dos, tres veces, hasta que lo levanté sobre mis hombros y lo dejé caer sobre el borde de la acera de la entrada, su cabeza impactó contra el suelo, y un líquido rojo salió de esa zona.

El primero, me tomó por la esplada, asegurando mis brazos contra mi cuerpo. Lancé una patada en su entrepiernas, me soltó y con ayuda de una de sus piernas subí, y dejé un fuerte golpe de mi rodilla sobre su rostro, cayendo al suelo. 

Estando allí, pateé su cara, una, otra vez, hasta que escupió sangre y unos dientes salíeron volando.

Retiré mi arma de su arnés para dejarle una bala en medio de los ojos. Entré a la casa, y otros tres guardias me esperan en la sala. 

Apuntándole a un sólo objetivo. 

A mí. 

Observé a mi alrededor, evaluando mis opciones.

Sin decir una palabra, esbozé una sonrisa peligrosa.

 En un movimiento fluido, lancé una navaja hacia el primer hombre, esta se enterró en su mano.  Una bala quedó en la cabeza de uno, otra en el pecho del otro. Corrí en dirección del primero y con una patada directo al pecho, lo mandé contra una repisa de cristal, para finalmente dejar una bala entre sus ojos. 

El famoso Stefano Conti, apareció frente a mí. Al escuchar todo los destrozos, salió de su habitacion a ver que podría ser, y no se esperaba mí visita. 

—Tú...— su rostro palideció. —¿Cómo me encontraste?

—No te ocultaste tan bien cómo pensabas—. Empecé a caminar en su dirección.

—¿Vas a matarme?—. Cuestiona.

—No es nada personal, es sólo...Trabajo—. Me encogí de hombros

—No, por favor.

—Tus súplicas no cambiarán nada, Conti—. Me acerqué a él.

Sacó un arma, y apuntó directamente a mi pecho.

—No los hagas más difícil—, incliné mi cabeza a un lado. —Sufrirás más sí me complicas el trabajo—. Tomé su muñeca, la giré y de un golpe la quebré. Gritó de dolor y soltó el arma.

—Te dije que sufrirías—, golpeé su pierna, y cayó de rodilla.—Nos divertiremos mucho...— le dediqué una sonrisa.

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Hermosa Venganza ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora