Capítulo 5

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Houyan, consciente de que esta sería su única oportunidad para estar cerca del Rey Demonio, enfrentaba un conflicto interno. La lealtad hacia su familia y amigos la impulsaba a querer despedirse, pero también sabía que al aceptar esta nueva vida, los dejaría atrás para siempre.

Los rumores sobre su rey eran sombríos, hablaban de las jóvenes demonios que nunca regresaban después de entrar a su palacio, un destino del que ella no podía estar segura de escapar. Sin embargo, su determinación de no mostrar debilidad ante Longwei la empujaba a ser valiente.

Mientras el viento frío del atardecer comenzaba a soplar y el sol empezaba a ocultarse tras las montañas, Houyan, manteniendo la cabeza baja para evitar mostrar sus verdaderas emociones, se inclinó ante su rey.

– Cumpliré mi palabra, mi señor. Usted me ha salvado, pero antes... quiero pedirle algo. – expresó con una voz suave, pero firme.

Longwei la miró pensativo, con una expresión que no revelaba ni aprobación ni rechazo.

– ¿Qué cosa? – preguntó, frío y cortante.

Houyan tragó saliva, consciente de que su petición sería rechazada.

– Me gustaría ver por última vez a mi familia y despedirme de ellos.

La solicitud fue seguida por un tenso silencio. El rey la miraba fijamente, como si estuviera evaluando cada palabra que ella había pronunciado y su respuesta fue tan glaciar como ella esperaba.

– Ya no hay tiempo. El atardecer está llegando y antes de que caiga la noche, debemos volver al palacio.

La mención del peligro fue inmediata; Houyan sintió un leve escalofrío.

– ¿Lo dice por los Yinyue? – preguntó, aunque ya conocía la respuesta.

– Así es. Por lo tanto, sin más preámbulos, vienes conmigo o mueres aquí. – la voz aterciopelada de Longwei sonó como una sentencia, sin mostrar emoción alguna.

Houyan sabía que el rey no iba a matarla, no después de haberla salvado, pero la amenaza no podía ser ignorada; su vida ahora le pertenecía a él.

Resignada, se puso de pie y aceptó su destino, caminando detrás de él. Sabía que cualquier desafío, en ese momento, sería una muestra de insensatez.

Meixian, quien había observado toda la escena con sus ojos color bordó, no tardó en acercarse. Pues, la joven demonio no estaba dispuesta a perder su oportunidad para recordarle a Houyan su lugar y con un tono ácido y cargado de desprecio, susurró cuando pasaba a su lado.

– ¿Acaso piensas que por ser una Tianmo nuestro rey iba a compadecerse o complacerte en lo que quieras? No importa lo que hayas sido, ahora solo eres una sierva más, y deberás servirle como tal.

Su tono destilaba celos e ira contenida, pero Houyan, con la mirada firme, simplemente siguió caminando. Ella no dejaría que Meixian la intimidara, sabía que el interés de Longwei en ella no era ordinario.

– En ningún momento pensé que él se compadeciera de mí. – respondió Houyan sin perder la calma. – Tampoco pedí que me complaciera. Solo hice una petición, sabiendo cuál sería la respuesta.

El comentario pareció descolocar a Meixian por un momento. La joven demonio la observó, frustrada por la serenidad que mostraba Houyan al hablarle.

Sin más que añadir, Meixian aceleró el paso para colocarse al lado de Longwei, asegurándose de mantener su cercanía con el rey. Mientras tanto, Houyan los siguió a unos pasos de distancia, sabiendo que pese a las palabras venenosas de Meixian, ella ahora tenía un papel crucial al lado de su rey.

***

El camino hacia el palacio transcurrió en un silencio inquietante. Houyan no podía evitar sentir una gran opresión en su pecho.

"Seguramente madre debe estar preocupada por mí... si tan solo hubiera alguna manera de comunicarme con ella" pensó, mirando al cielo con un anhelo de esperanza.

Sus pensamientos se desvanecieron cuando frente a sus ojos, que destellaban como el sol, apareció el imponente palacio del Dios Demonio.

La gran puerta de mármol oscuro, decorada con relieves intrincados, estaba cerrada, y solo el Dios Demonio tenía el poder de abrirla, y algunas leyendas decían que si alguna vez se casaba, su reina también tendría ese privilegio.

Aunque ninguna de las chicas que habían ingresado al palacio con intenciones de conquistar al rey y convertirse en reina, habían vuelto a ser vistas.

El Rey Demonio extendió su mano hacia la puerta y con un ligero movimiento, acompañado de un destello rojizo que recorrió el relieve entero, se abrió.

Entonces, giró lentamente y sus ojos se posaron en Houyan. Ella sintió un escalofrío recorrerle la espalda cuando él extendió su mano hacia ella.

Por un instante, el temor nubló su mente, no sabía qué esperar de ese gesto, pero comprendió que, al ofrecerle su mano, el rey le concedía el privilegio de entrar con él.

Con desconfianza en su mirada, Houyan decidió aceptarla, sus dedos se entrelazaron brevemente con los del rey y cruzaron juntos el umbral del palacio.

Meixian, que los observaba desde un costado, apenas pudo disimular su molestia.

"¿Realmente ella es tan importante para que mi rey la trate así?" pensó con una creciente irritación.

El gran pasillo del palacio era majestuoso, con decoraciones en tonos negros y naranjas que brillaban bajo la tenue luz de las antorchas. Al final del pasillo se encontraba el trono del rey, elevado sobre una plataforma de mármol, flanqueada por dos escaleras.

Cuando llegaron al pie del trono, el rey soltó suavemente la mano de Houyan y se volvió hacia ella.

– Este será tu nuevo hogar. –declaró con autoridad –. Tendrás una habitación y un sirviente a tu disposición. Te tratarán como a una invitada. En unos días, te diré qué es lo que realmente quiero de ti.

– Gracias, mi señor, y agradezco su confianza. – respondió Houyan, inclinándose con respeto.

– Yingyue será quien te sirva. – añadió Longwei.

En ese momento, una joven de cabello negro y ojos color violeta, apareció desde el lado izquierdo de la joven, surgiendo desde las tinieblas con un vestido que hacía juego con ambas características físicas de su cuerpo.

Houyan la reconoció de inmediato: era Yingyue, una amiga de su juventud, a quien creía perdida cuando sus padres la entregaron al rey para que tuviera una "mejor vida", aunque no fuera del todo así. Al verla sana y salva, Houyan sintió una chispa de alivio, por lo menos tendría una conocida entre tantos desconocidos.

Yingyue se acercó con timidez, inclinándose levemente ante Houyan.

– Mi señora, estaré a su servicio. – dijo con suavidad.

Houyan asintió, notando la cautela en el comportamiento de Yingyue, consciente de la importancia que ella representaba para el rey.

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