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Capítulo 4: Primeros poderes

Un nuevo comienzo

El sol se asomaba por el horizonte, iluminando la habitación de Alex. Había pasado una noche inquieta, lleno de pensamientos sobre sus nuevas habilidades. "Hoy es el día", se dijo mientras se vestía para la escuela. Sentía una mezcla de ansiedad y emoción. Sabía que sus compañeros notarían el cambio, pero no estaba seguro de cómo reaccionarían.

Al llegar a la escuela, la atmósfera era familiar, pero al mismo tiempo, todo se sentía diferente. Alex se movía con una ligereza que antes no tenía, como si cada paso estuviera impregnado de energía. Caminó hacia su clase, sintiendo la atención de algunos estudiantes que murmullaban entre sí.

La primera clase

En clase de matemáticas, el profesor planteó un problema en la pizarra. Antes, Alex habría luchado para seguir el ritmo, pero ahora, con su capacidad de aprendizaje acelerado, las soluciones se despejaron en su mente casi instantáneamente. Levantó la mano y, cuando le dieron la palabra, explicó el procedimiento con una claridad sorprendente.

Los murmullos se intensificaron. “¿Desde cuándo sabe tanto?”, se preguntó un compañero. Alex sintió que una mezcla de orgullo y temor se apoderaba de él. Quería ayudar a sus amigos, pero no deseaba parecer un arrogante.

Un giro inesperado

Después de la clase, Sara se acercó a él. “Oye, Alex, ¿qué te pasa? Estás diferente. Es como si hubieras cambiado de la noche a la mañana”.

“Es solo que estoy estudiando más y… bueno, he estado practicando”, respondió, intentando mantener la humildad.

“¡Eso es increíble! Deberías mostrarle a todos tus trucos”, sugirió ella con entusiasmo.

Mientras hablaban, Miguel se unió a ellos, ansioso por saber más. “¿Qué trucos? ¿Estás ocultando algo, Alex?”

Con una sonrisa nerviosa, Alex decidió que era momento de compartir un poco más. “Tal vez pueda mostrarles algo después de la escuela. Pero es mejor que lo vean en acción”.

La clase de educación física

La siguiente clase fue educación física. El profesor organizó una carrera de relevos, y Alex sintió que era su momento. Cuando le tocó correr, se concentró, dejando que su velocidad lo guiara. Cuando sonó el silbato, salió disparado, dejando a todos atrás.

La sensación de correr fue liberadora. Cada zancada era más rápida, más ligera. Pasó junto a sus compañeros, que miraban boquiabiertos. Al finalizar la vuelta, había llegado a la meta antes que nadie. El equipo celebró, y las miradas de asombro se multiplicaron.

“¡Impresionante, Alex! ¡Nunca había visto algo así!”, gritó Miguel, mientras sus compañeros se reunían a su alrededor.

El momento de la verdad

Durante el almuerzo, Alex se sintió en la cima del mundo. Sin embargo, sabía que debía tener cuidado. Las habilidades que había adquirido no solo eran útiles, sino que también atraían atención no deseada. Se sentó con sus amigos, disfrutando de la compañía y de las conversaciones animadas.

“¿Cómo te sientes con todo esto?”, preguntó Sara, viendo que Alex se había vuelto el centro de atención.

“Es genial, pero un poco abrumador. No quiero que piensen que soy un engreído”, admitió.

“Pero eres un genio. ¡Deberías aprovecharlo!”, insistió Miguel.

Un desafío inesperado

A medida que avanzaba el día, Marco y su grupo aparecieron, su presencia pesando en el aire. “Mira, el nuevo prodigio. ¿Te crees el mejor solo porque puedes correr rápido?”, dijo Marco con desdén.

Alex sintió una mezcla de desafío y nerviosismo. “No es solo eso. He estado trabajando duro”, respondió, tratando de mantener la calma.

Marco sonrió. “Entonces, ¿qué tal si hacemos una carrera después de clases? A ver si realmente eres tan bueno como dices”.

Preparativos para la carrera

La propuesta de Marco resonó en el aula. Alex sabía que no podía rechazar el reto. “Está bien, lo haré”, respondió con firmeza, aunque en el fondo sentía una punzada de miedo.

Después de clases, se reunió con sus amigos para prepararse. “Esto no es solo una carrera, es una oportunidad para demostrar que podemos enfrentarnos a ellos”, dijo Alex, sintiéndose más decidido.

La carrera

Al llegar al parque, el ambiente era tenso. Un grupo de estudiantes se había reunido para ver el enfrentamiento. Marco y su equipo parecían confiados, mientras que Alex sentía el peso de las expectativas sobre sus hombros.

El profesor de educación física, que también estaba presente, se ofreció a cronometrar la carrera. “En la cuenta de tres, corren hasta la línea de meta. ¡Listos! ¡Uno, dos, tres!”

Un inicio explosivo

Al sonar el silbato, Alex salió disparado, su velocidad sobrehumana haciéndolo avanzar como un rayo. Marco comenzó fuerte, pero pronto se dio cuenta de que Alex estaba demasiado lejos. A medida que avanzaba, Alex podía escuchar el aliento de sus amigos animándolo desde la línea de salida.

“¡Vamos, Alex! ¡Tú puedes!”, gritaban.

La adrenalina recorría su cuerpo. Cada zancada lo acercaba más a la victoria, y sintió una confianza creciente. Sin embargo, sabía que Marco no se rendiría tan fácilmente.

La estrategia de Marco

Mientras corría, Alex notó que Marco había comenzado a jugar sucio. Intentó hacer una zancadilla, pero con sus reflejos aumentados, Alex pudo esquivarlo sin esfuerzo. La multitud estalló en vítores al ver la agilidad de Alex.

Sin embargo, Marco, frustrado, no se detuvo. Comenzó a empujar a sus compañeros hacia Alex, intentando interrumpir su carrera. Pero cada intento era en vano; Alex se mantenía concentrado, utilizando sus habilidades para sortear cada obstáculo.

El clímax de la carrera

A medida que se acercaban a la meta, la competencia se intensificó. Marco, en un último intento, corrió a su lado y lo empujó. Alex sintió la presión, pero no se dejó intimidar. Con un último esfuerzo, aceleró aún más, sintiendo que su cuerpo respondía a cada impulso.

Finalmente, cruzó la línea de meta. La multitud estalló en vítores, y Alex se volvió para ver la cara de incredulidad de Marco. “No puedes ser tan rápido”, murmuró Marco, claramente frustrado.

La celebración

Con la carrera ganada, sus amigos lo rodearon, llenándolo de elogios. “¡Eres increíble, Alex! ¡Lo hiciste genial!”, gritó Miguel, dándole una palmada en la espalda.

“Esto es solo el comienzo”, dijo Alex, sintiéndose más seguro de sí mismo. La experiencia lo había enseñado que no solo se trataba de velocidad, sino de confianza y trabajo en equipo.

Reflexiones sobre el poder

Mientras regresaban a casa, Alex se dio cuenta de que sus poderes no solo le daban ventajas físicas, sino que también le estaban ayudando a forjar nuevas relaciones. Se sentía más conectado con sus amigos y más decidido a utilizar sus habilidades para el bien.

Sin embargo, también sabía que debía ser cauteloso. Las habilidades que poseía no solo lo hacían destacar, sino que también podían atraer la atención de aquellos que no tenían buenas intenciones.

La próxima etapa

Al llegar a casa, se sentó frente al dispositivo, ansioso por explorar más de lo que podía hacer. “¿Qué más puedo aprender?”, se preguntó, sintiendo una mezcla de curiosidad y anticipación. Sabía que había mucho más por descubrir, y estaba listo para enfrentar cualquier desafío que se presentara.

Así, la experiencia de sus primeros poderes en la escuela no solo le brindó confianza, sino que también sembró en él la semilla de un propósito mayor. Alex entendía que cada habilidad que adquiría venía acompañada de una responsabilidad, y estaba decidido a no defraudar a sus amigos ni a sí mismo.

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El Ascenso del ElegidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora