Llamado de atención

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[Mikhail]

justo cuando estoy a punto de salir para cumplir con el encargo del cocinero, Ted aparece de la nada. La atmósfera se vuelve tensa y pesada.

Mientras camino hacia la salida, lo veo al fondo, cruzado de brazos y con una sonrisa burlona en el rostro. Su mirada es penetrante, como si pudiera leer mis pensamientos.

—¿A dónde crees que vas? —me pregunta, acercándose lentamente.

Trato de mantener la calma, pero mi corazón late con fuerza. —Voy a hacer algunas cosas para el cocinero. Solo... cosas de rutina.

Ted se ríe entre dientes, como si le hiciera gracia mi intento de disimular. —Sabes que no puedes hacer nada sin mi permiso, ¿verdad? Aquí soy yo quien manda.

Siento que mi garganta se seca. —Solo estoy ayudando... no quiero problemas.

Él da un paso más cerca, inclinándose hacia mí. Su voz baja se convierte en un susurro amenazador. —Los problemas son exactamente lo que te encontraré si intentas cruzar esta línea. No te olvides de quién controla este lugar.

En ese momento, Kyan y Reo aparecen detrás de mí, notando la tensión en el aire. Ted se endereza y les lanza una mirada despectiva.

—¿Qué pasa aquí? —pregunta Kyan, intentando mostrar valentía.

—Nada que no pueda manejar —responde Ted sin apartar la vista de mí—. Solo recordándole a nuestro amigo quién está al mando.

Con eso, Ted se aleja con una sonrisa triunfante, dejando una sensación de inquietud en el aire. Mis amigos me miran preocupados.

—¿Estás bien? —pregunta Reo.

Asiento lentamente, aunque por dentro me siento más decidido que nunca a seguir adelante con mi plan. Tal vez la intimidación de Ted sea un recordatorio de que debo ser más astuto y cuidadoso en mis movimientos.

—Sí... pero esto solo significa que tengo que ser más inteligente sobre cómo proceder —respondo con firmeza.

Kyan me da una palmada en la espalda. —Tienes que estar alerta. No podemos permitir que nos frene.

[Ted]

Normalmente, todos los novatos llegan aquí cagados en sus pantalones, pero Mikhail era diferente. Su pelo azul brillaba bajo la luz del sol, y sus ojos verdes parecían tener más vida que el resto de nosotros. El piercing en su labio y ese tatuaje en su cuello le daban un aire rebelde, y su piel pálida lo hacía parecer casi un fantasma.

Al principio, pensé que sería fácil intimidarlo. Después de todo, era un recién llegado y todos saben que este lugar puede ser brutal. Así que decidí acercarme a él, listo para jugar mi papel de matón. Pero para mi sorpresa, no solo me ignoró por completo, sino que se puso a cumplir con el favor que le había pedido el cocinero como si nada.

—Ese chico tiene agallas —le comenté a uno de mis "amigos" mientras fumábamos en el patio. La brisa suave me despejaba la mente y me hacía pensar en lo inusual que era Mikhail. No se dejó amedrentar, y eso encendió una chispa de curiosidad en mí.

Mientras observaba cómo trabajaba sin preocuparse por lo que pensaran los demás, me di cuenta de que lo que tenía delante no era solo un novato más; era alguien que podría darme más problemas de los que había anticipado. La actitud desafiante en su forma de moverse y la serenidad con la que enfrentaba la adversidad eran dignas de admiración... o tal vez de preocupación.

Quizás debía replantear mi estrategia. Este chico no era alguien a quien pudiera simplemente intimidar y salir victorioso. Tenía que averiguar cómo funcionaba su mente, qué lo motivaba a actuar así. Después de todo, en este juego, el respeto se gana con astucia, no solo con miedo.

—Vamos a ver hasta dónde llega —murmuré para mí mismo, mientras lanzaba el cigarrillo al suelo y lo aplastaba con la bota—. Esto apenas comienza.

Esa tarde, mientras el sol comenzaba a ocultarse detrás de los edificios, decidí observar a Mikhail desde una distancia prudente. Estaba en el comedor, rodeado de un par de chicos que seguramente lo consideraban un aliado. Se reían y hablaban con facilidad, como si llevara años aquí. Eso me molestó más de lo que quería admitir.

—¿Qué tiene este chico que no tengamos nosotros? —pregunté a mi amigo Leo, que estaba a mi lado.

—Tal vez sea su pinta. La gente siempre se siente atraída por lo diferente —respondió él, encogiéndose de hombros.

No podía negar que había algo intrigante en Mikhail. Mientras los demás novatos temblaban ante mi presencia, él parecía moverse con una confianza que desafiaba las normas. Era como si tuviera un escudo invisible que lo protegía de mis intentos de intimidación. Eso no podía quedar así.

Decidí acercarme nuevamente, pero esta vez con un plan más elaborado. Tendría que jugar mis cartas con cuidado. Esperé a que terminara su comida y se dirigiera hacia el patio, donde los demás se congregaban para fumar y relajarse.

—Oye, Mikhail —lo llamé mientras me acercaba con una sonrisa despectiva—. ¿Qué tal si hablamos un momento?

Se giró lentamente, sus ojos verdes fijos en mí. En lugar de retroceder, se acercó un poco más, como si estuviera dispuesto a enfrentarse a mí en cualquier momento.

—¿Qué necesitas? —preguntó con calma, sin dejar entrever ni un poco de miedo.

Me sorprendió su actitud y eso solo alimentó mi curiosidad. —He notado que te llevas bien con todos aquí. Tal vez deberías tener cuidado. No todos tienen buenas intenciones.

Él sonrió levemente, una mueca casi desafiante. —No estoy aquí para hacer amigos ni para seguir reglas que no tienen sentido. Solo quiero hacer mi trabajo y salir adelante.

Eso me hizo reír. Era una respuesta audaz, pero también imprudente. —¿Y qué te hace pensar que podrás hacerlo sin problemas? Este lugar no es un juego, Mikhail.

—Lo sé —respondió sin titubear—. Pero hay formas de sobrevivir aquí que no implican arrodillarse ante alguien como tú.

Esa afirmación resonó en mí como un eco. No estaba acostumbrado a que alguien me hablara así y menos un novato. Sentí una mezcla de irritación y respeto por su valentía.

—Interesante —dije finalmente—. Tal vez seas más astuto de lo que pareces. Pero recuerda: el respeto se gana aquí a base de demostrar tu valía... o enfrentarte a las consecuencias.

Con eso, me di la vuelta y me alejé, sintiendo una extraña mezcla de desafío e intriga burbujeando dentro de mí. Tenía la sensación de que Mikhail no iba a ser solo otro novato al que podría aplastar fácilmente; había algo en él que podría cambiar las dinámicas del lugar.

Mientras regresaba al grupo, no podía dejar de pensar en cómo lidiar con este nuevo jugador en el tablero. La próxima vez tendría que estar mejor preparado.

Almas Corruptas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora