Capitulo 4. - Volcánia.

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El equipo de Gleen se encontraba sobrevolando un nuevo planeta, uno que desde el espacio brillaba en tonos verdes y azules. Este estaba dentro de la ruta que habían analizado de aquel obelisco, lo interesante es que dentro de la ruta esta fijado como un punto de alta relevancia.

Parecía pacífico, pero algo en su superficie palpitaba con una energía latente, era su respiración. Al acercarse más, comenzaron a distinguir vastos océanos que cubrían gran parte del planeta y, entre ellos, una serie de montañas que emergían con fuerza, rasgando el cercano cielo.

-No hay tierra plana -murmuró Tom mientras estudiaba los escáneres-. Solo mares interminables y montañas, montañas que no sobrepasan los 6 mil metros de altura.

Gleen, fascinado, ajustó la vista hacia el planeta. Lo que al principio parecía una cordillera se revelaba como enormes volcanes activos, cada uno cubierto por una densa jungla que los envolvía como un manto verde. Las erupciones no eran visibles desde el espacio, pero los sensores de calor de la nave detectaban una intensa actividad volcánica debajo de la superficie.

Habían escaneado todo el mapa que se les presento en el planeta de las playas, por lo que el siguiente destino era algo que habían apodado la Ruta de las corrientes, porqué la gravedad haría la mayor parte del trabajo según la ruta.

-Parece un planeta salvaje -dijo Lena, admirando las imágenes de la jungla volcánica proyectadas en la pantalla-. Volcanes y selvas entrelazados... nunca he visto algo así.

-Tampoco nosotros -respondió Gleen entre risas-. Y eso es exactamente lo que estamos buscando.

La nave descendió lentamente hacia la atmósfera del planeta, rodeada por nubes espesas y tormentosas que oscurecían la vista de la superficie. A medida que penetraban las capas de nubes, se revelaba un paisaje paradisiaco: mares cristalinos que reflejaban el brillo anaranjado del magma de los volcanes cercanos y selvas frondosas que crecían en sus laderas, con árboles gigantes, que movidos por las brisas daban un efecto mucho más hipnótico que el de los arboles en el planeta de Gleen y posiblemente mucho más que en cualquier otro.

Finalmente, aterrizaron cerca de una cadena montañosa. Al salir de la nave, un aire cálido y denso los envolvió, como entrar a un sauna, pero muy húmedo. El calor de los volcanes era palpable, y un olor a azufre se mezclaba con el aroma húmedo de la vegetación, no olía mal, pero era un aroma fuerte.

-Es como si el planeta estuviera en constante tensión entre la vida y la destrucción -comentó Lena mientras ajustaba su visor. - Mis sensores no detectan señales de vida animal, lo que es extraño, ya qué este planeta cumple exquisitamente las condiciones para la vida.

- Y para la muerte, mira que si uno de estos erupciona podría activar toda una cadena de volcanes y cambiar de manera drástica el planeta. - Comentó Tom, ya que tenía muchas ganas de hablar.

El equipo comenzó a explorar la selva en la base del volcán más cercano. A cada paso, notaban cómo la vegetación luchaba por sobrevivir en un entorno tan inestable. Plantas gigantes con hojas gruesas y raíces que parecían entrelazarse con la roca volcánica crecían al borde de ríos de agua caliente, algunas de las estancaciones de agua lucían como piscinas terminales de la más alta calidad que ofrece la madre naturaleza, pero en menos de lo esperado el grupo se topa con un rio de lava que impide ligeramente su paso, con un salto pequeño lo sobrepasan, pero este es un riachuelo, así que han tenido suerte.

-Nunca he visto algo tan vivo y tan cerca de la destrucción -dijo Tom, maravillado-. Todo aquí parece adaptado a lo imposible. - Tocando una flor que parecía imitar los colores del magma.

A medida que se adentraban más en la selva, la actividad sísmica aumentaba

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A medida que se adentraban más en la selva, la actividad sísmica aumentaba. La tierra temblaba bajo sus pies, y el rugido de los volcanes se hacía más fuerte.

-Parece que algo más está moviéndose por aquí -dijo Gleen, deteniéndose por un momento.

De pronto, un estruendo ensordecedor sacudió el aire. El volcán más cercano entró en erupción, lanzando lava y cenizas hacia el cielo. La selva que rodeaba el cráter empezó a arder, pero, curiosamente, no parecía destruirse por completo. Las plantas, de alguna manera, parecían resistir el fuego.

-¡Tenemos que regresar a la nave! -gritó Lena, señalando hacia la densa nube de humo que se acercaba rápidamente.

Corrieron a través de la selva, saltando sobre raíces y esquivando los ríos de agua y ahora de lava. Sin embargo, justo cuando estaban a punto de llegar a una zona segura, el suelo bajo sus pies tembló con tal fuerza que se abrió una grieta, separando al equipo.

Gleen, atrapado en un lado de la grieta junto a Tom, miró hacia Lena y el cuarto miembro del equipo, Jane, quienes estaban al otro lado. La distancia entre ellos crecía rápidamente mientras la tierra continuaba rompiéndose.

-¡Tenemos que encontrar otra ruta hacia la nave! -gritó Jane, mirando la creciente grieta con desesperación.

-Tom y yo intentaremos rodear el volcán -dijo Gleen, decidido-. Nos reuniremos en la nave tan pronto como podamos.

El calor y el humo no afectaban mucho su rendimiento, ya que iban equipados con trajes especiales para la exploración,. Mientras bordeaban el volcán, llegaron a una zona que parecía más tranquila, pero lo que encontraron allí fue aún más desconcertante.

Ante ellos, una caverna gigantesca se abría paso en el interior del volcán, iluminada por una luz extraña que no provenía del magma, sino de cristales gigantes que emergían de las paredes brillando de azul y morado, recordando a los colores del obelisco en el planeta anterior.

Dentro de la cueva, la atmósfera era densa, respirar era pesado y frio,  una sensación de misterio llenaba el aire, ya que, sin duda, la tecnología en las paredes era muy avanzada, más bien, era una construcción espacial que por alguna razón se encontraba casi enterrada, u ¿Oculta?.

-Esto... no es natural -dijo Tom, observando los cristales-. ¿Qué crees que es?

Gleen no respondió de inmediato. Sentía que este planeta, con su constante lucha entre el fuego y la vida, guardaba secretos aún más profundos. Pero no hay tiempo.

-Creo que este lugar era para orbitar el planeta. Y que la raza que hizo todo esto solo vive en lugares cálidos cerca del mar. - Dijo Gleen.

-Glenn, mira ese altar. - Señalo Tom.

Encima del altar, había un cristal peculiar, y cuando Tom paso el escáner cerca de la pieza purpura y azul, su instrumento revelo que aquel objeto contenía de alguna forma la energía de más de 200 bombas atómicas. 

 

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De alguna manera aquello tampoco liberaba radiación, no había presencia de calor siendo un objeto frio. Pero si iluminaba con una curiosa luz neón. 

El cristal los dejo consternados, pero al final, estos exploradores aun son muy jóvenes, y la emoción de poseer un objeto semejante pasaba solo por encima de la emoción y por debajo del razonamiento. 


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