Astros.
Gleen, un joven explorador espacial, ha logrado lo impensable: liderar a su tripulación en una misión sin precedentes hacia las profundidades del océano del universo.
Cuando la juventud de Gleen choca con la brutal realidad del cosmos, la l...
El ambiente dentro de la nave era silencioso mientras el equipo aguardaba el momento para su próxima misión, aquel planeta que los sensores muestran tiene actividad volcánica, por ello lo llamaron Volcánia, aunque los sensores no son exactos y pueden cometer errores.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Gleen, sentado en su cabina, repasaba los datos del planeta. Sus pensamientos, sin embargo, volvían una y otra vez al pasado, a esos primeros días cuando el equipo aún no existía como tal, y a cómo llegaron a ser lo que eran ahora.
Tom estaba a su lado, ajustando un panel de instrumentos, y lo miraba de reojo. Sabía que Gleen tenía algo especial. Algo que lo impulsaba a seguir adelante sin vacilar, pero nunca había comprendido del todo de dónde venía esa fe inquebrantable.
—Gleen, ¿Cómo lo haces? —preguntó Tom de repente, rompiendo el silencio.
Gleen levantó la vista del monitor, sorprendido por la pregunta. —¿Hacer qué?
—Eso... mantenerte motivado, tener tanta fe en ti mismo. Parece que nunca dudas, ni siquiera cuando las cosas se ponen difíciles. Y no te lo tomes con un halago, a veces las cosas se ponen difíciles y simplemente nos afecta a nuestro de estado de ánimo, pero a ti no te provoca ni una mueca.
Gleen sonrió muy alegre. Recordaba cuando conoció a Tom. Había sido durante la fase más dura de su entrenamiento. Mientras algunos aspirantes dudaban y se rendían, él seguía adelante, como si no hubiera otro camino más que avanzar.
—No es que no dude, Tom —respondió Gleen—. Dudo todo el tiempo, solo que aprendí a no dejar que eso me detenga. Desde pequeño, siempre sentí que había algo allá afuera, algo que debía descubrir por mí mismo. Eso es lo que me motiva: la sensación de que hay algo más esperando, y que, si me rindo ahora, nunca lo sabré. Sé que te sonara muy sencillo, pero luego podemos hablar de eso si deseas.
Tom asintió, recordando las largas sesiones de entrenamiento físico y mental. Recordaba cómo, durante una de las pruebas más extenuantes, cuando parecía que su cuerpo no podía más, Gleen estuvo allí para apoyarlo, empujándolo más allá de sus límites. Desde entonces, Tom había decidido que seguiría a Gleen a donde fuera. Porque si había alguien capaz de llegar hasta el final, ese era él.
—Es curioso —añadió Tom con una leve sonrisa—. Yo te seguí porque pensaba que tú nunca tenías dudas.
—Y yo te aprecio por eso —respondió Gleen—. Porque a veces, cuando mis fuerzas flaquean, saber que confías en mí me ayuda a seguir adelante.
Tom nunca sabía que esperar de Gleen, quizá en este momento era muy amable, pero ¿Y si estas en contra de sus objetivos? ¿O llegas a perjudicarlos? ¿Cómo será la conducta de Gleen?
Mientras conversaban, Lena y Jane, quienes estaban en la cabina de descanso, también recordaban sus propios comienzos. Ambas habían sido amigas desde la infancia, inseparables desde el primer día. Juntas compartían una pasión por la aventura, pero, a pesar de su conexión, sabían que el mundo del espacio estaba lleno de riesgos, y el simple hecho de pensar en llegar a perderse una a la otra les bajaba el azúcar. Unirse a una misión como astronautas no era algo que cualquiera pudiera hacer. Requería no solo habilidades, sino también valor, algo que ellas no siempre sentían que tenían.
—¿Recuerdas cuando decidimos apuntarnos a la academia espacial? —preguntó Jane, mirando a Lena.
Lena asintió. —Sí. Estaba aterrada. Pero más aterrada estaba de no intentarlo. Sentía que, si no lo hacía, pasaría toda mi vida preguntándome si hubiera sido lo suficientemente valiente.
—Exactamente —respondió Jane—. Hicimos esto para demostrarnos a nosotras mismas que no éramos solo soñadoras. Que podíamos ser valientes.
Lena y Jane habían superado las pruebas iniciales con determinación y coraje. A pesar de que las estadísticas estaban en su contra y muchos compañeros las subestimaban, se apoyaban mutuamente en cada desafío. Fue durante una de las misiones de simulación cuando conocieron a Gleen y Tom. En aquella prueba, todos los equipos competían para completar una serie de tareas extremas, y solo los más rápidos pasarían. Gleen y Tom estaban destacando, pero Jane y Lena no se quedaban atrás.
Cuando sus equipos se cruzaron en la simulación, Gleen las notó. No porque fueran las más fuertes, sino por cómo trabajaban juntas, sin dudar en ayudarse mutuamente, incluso cuando todo parecía estar en contra. En ese momento, Gleen supo que necesitaba a personas como ellas en su equipo.
—Ustedes dos son más valientes de lo que creen —les dijo Gleen al final de esa misión, cuando ambos equipos estaban exhaustos, pero victoriosos.
—Valientes o temerarias —respondió Jane con una sonrisa.
—Una mezcla de ambas, quizás —añadió Lena, entre risas—. Pero lo importante es que lo logramos juntas.
Desde entonces, los cuatro formaron un equipo inseparable. Se complementaban en maneras que no habían anticipado. Gleen y Tom eran los pilares de la estrategia y la determinación, mientras que Lena y Jane aportaban una perspectiva única, una mezcla de valentía y creatividad que a menudo les sacaba de los momentos más difíciles y desesperantes.
De vuelta en la cabina, Gleen y Tom se quedaron en silencio un momento, reflexionando sobre lo lejos que habían llegado.