Capítulo 6: Separación y Coraje en las Montañas de Fuego.

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El planeta de los mares y montañas resultó ser aún más peligroso de lo que habían previsto. Las montañas volcánicas que se elevaban imponentes sobre los mares escondían mucho más que solo selvas exuberantes: bajo las capas de lava endurecida y entre las laderas de las costas, criaturas hostiles y casi invisibles acechaban en la oscuridad.

La misión de exploración había comenzado sin problemas, pero de repente los sistemas de la nave que mantenía y modula los sistemas individuales de cada aparato de cada miembro de la tripulación comienza a fallar reportando interferencia electromagnética. Lo que al principio parecían ser simples errores de calibración se convirtió en una serie de fallos catastróficos: los datos sobre la atmósfera, la fauna y los posibles peligros desaparecieron de sus pantallas. Gleen y Tom estaban a bordo de la nave intentando reparar el sistema para este punto, sus fuertes y trabajados cuerpos, más su esfuerzo les permitió escalar y correr hasta conseguir llegar a la nave, mientras Lena y Jane se encontraban en el terreno aun lejano para la nave, ya que el sismo provoco que desciendan hacia una zona costera, adentrándose en una jungla volcánica densa y calurosa, sin el respaldo de la tecnología.

—No puede ser —murmuró Jane mientras ajustaba su visor una vez más—. Los sensores están completamente en blanco.

—Entonces tendremos que confiar en nosotras mismas —dijo Lena con firmeza, observando los alrededores.

La vegetación a su alrededor era espesa, pero lo que más les inquietaba era el calor intenso que se sentía en el aire. A medida que avanzaban, Lena notó que el suelo comenzaba a vibrar levemente, como si algo se moviera bajo sus pies. Ambas intercambiaron miradas de alerta, sabiendo que estaban muy lejos de la nave y que, si algo salía mal, estarían solas para enfrentarlo.

A lo lejos, un sonido agudo y metálico rompió el silencio de la jungla volcánica. Jane se detuvo en seco, levantando la mano para indicar a Lena que se detuviera. Ambas se agacharon, ocultándose entre los helechos gigantes que crecían a los pies de las montañas.

—¿Qué fue eso? —susurró Jane.

Lena ajustó su mochila y observó el terreno que tenían delante. A primera vista no se veía nada extraño, pero sabía que algo se aproximaba. El suelo temblaba de nuevo, más fuerte esta vez, como si algo muy pesado estuviera avanzando bajo tierra.

—Sea lo que sea, no es pequeño —dijo Lena.

Fue entonces cuando desde un acantilado, emergió una criatura que jamás habían visto antes. Era un cangrejo gigante, de casi tres metros de ancho, con un caparazón rojo flameante. Sus patas estaban envueltas en una especie de magma que goteaba y chisporroteaba al contacto con la vegetación que al final parecía no verse afectada por la lava. Las pinzas, gruesas como troncos, brillaban con un resplandor rojizo, como si estuvieran hechas de lava pura.

—¡Lava crabs! —murmuró Jane.

Las dos sabían que enfrentarse a esos seres sin tecnología sería un suicidio. Pero retroceder no era una opción. Los cangrejos se movían rápidamente hacia ellas, y el calor que irradiaban era insoportable.

—Vamos a separarlos —dijo Lena, tomando la iniciativa—. Si logramos que uno nos siga y alejamos al otro, podremos ganar tiempo para regresar a la nave.

Jane asintió, y ambas se dividieron en direcciones opuestas. El plan era simple: Lena distraería al cangrejo más grande, mientras Jane intentaba desviar al otro hacia las rocas más altas, donde el terreno accidentado haría que los movimientos de las criaturas fueran más lentos.

Mientras corría entre las rocas y los árboles, Lena sintió el calor abrasador del gigante cangrejo acercándose cada vez más. Sabía que, si cometía un error, podría quedar atrapada bajo las poderosas pinzas o, peor aún, en el magma que goteaba de sus patas. Pero no tenía miedo. La adrenalina corría por sus venas.

—Vamos, monstruo —murmuró Lena entre dientes, mientras saltaba hacia una roca elevada, de la que cuelga, escala y gana la suficiente altura para estar a salvo

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—Vamos, monstruo —murmuró Lena entre dientes, mientras saltaba hacia una roca elevada, de la que cuelga, escala y gana la suficiente altura para estar a salvo.

El cangrejo gigante rugió, abriendo sus mandíbulas en un gesto amenazante. Las piedras a su alrededor comenzaron a derretirse por el calor, haciendo que se hunda de poco en poco, pero Lena mantuvo la calma, calculando cada uno de sus movimientos.

Mientras tanto, Jane estaba teniendo éxito en su parte del plan. Había llevado al segundo cangrejo hacia un área más rocosa, donde las patas del pesado animal se deslizaban o hundían como en un flan que luego se volvió meloso y imposibilitaba caminar. Esto lo ralentizaba, pero no lo detenía por completo.

—¡Lena, lo tengo! —gritó Jane por el comunicador, aunque con la interferencia de los sensores averiados, la señal era débil.

Finalmente, Lena también encontró un punto alto en el terreno desde donde el cangrejo  no podría alcanzarla. Aunque la criatura aún intentaba trepar las rocas, no le era posible por que al intentarlo su gran calor le deformaba el terreno provocando que se deslizara.

—¡Vamos a salir de esta! —gritó Lena con una sonrisa triunfal.

Con las criaturas temporalmente controladas, ambas chicas tomaron un respiro y se dirigieron rápidamente hacia el punto de encuentro. Justo allí los sensores vuelven a funcionar de manera perfecta, Gleen y Tom les dice que regresen al lugar donde se separaron y las recogerán en poco tiempo.

Al regresar a la nave, Gleen y Tom las recibieron con miradas de asombro. Y luego vacilaron con un paseo alrededor de los cangrejos, el que se había quedado en terreno bajo, y el que esta atrapado en el terreno rocoso. 

Los jóvenes rían de las criaturas, y estas parecían saber lo que sucedía y protestaban con sus tenazas alzándolas y meciéndolas. 

Dichosa justicia para los cangrejos, cuando una roca de los residuos de la erupción golpeo su nave espacial y parecían descender apresuradamente ante los ojos de los Lava Craps que ahora reían a murmullos.

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