Al besar sus carnosos labios, todo el miedo se disipó. Lo agitado de la respiración fue recobrando su estado natural. Entre sus brazos, que acogían mí cuerpo encontré la tan añorada felicidad. Que no es otra cosa que estar entre los latidos del corazón de quién se ama. Cuando se comparten latidos existe felicidad.
- Huyamos juntos, aquí ya nada nos ata -. Me toma de la mano, y comenzamos nuestro viaje.
- ¿A dónde vamos? -pregunto.
- ¡Hacia donde nos impulse el corazón! -. Besa mis manos, y me sonríe.
Caminamos por dentro del río, para despistar a los perros. Subimos árboles para descansar. Robamos alimentos de los conucos y fincas.
- Estoy agotada -protesto.
- Amor ... -. Me acaricia la mejilla -. Necesito encontrar un refugio.
- ¿Estamos perdidos?
- No, cerca de aquí debe de haber una cueva -me explica. Me ofrece una cantimplora con agua y bebo.
El aire frío en medio del bosque resulta imposible, tengo la piel lastimada por los insectos. En ocasiones es imposible avanzar por lo abrupto del camino. A pesar de todo el bosque es hermoso, sobretodo en las noches cuando los cocuyos iluminan el ambiente. Y el canto de los grillos crean una melodiosa orquesta.
- ¡Tengo frío! -digo, dejándome caer en una roca.
- ¿Qué tienes en esa maleta? -pregunta, tomándola en sus manos. La abre y me mira con detenimiento.
- Cariño tus vestidos en el monte no son necesarios, ¿y velas... para qué? -. La sensación de inútil y tonta me invaden.
- Solo es un vestido, y creí que las velas eran de utilidad... -le explico incorporándome y rascándome la nuca.
- Tenemos que dejar la maleta, es un estorbo -me reprende.
- Sí no queda de otra... -murmuro en voz baja.
- Ya falta poco para llegar... -. Me toma de la mano y besa la frente.
En efecto al poco rato encontramos un sendero que termina en una enorme cueva. Al llegar a la entrada Tomás dió tres toques en el suelo con una piedra. Nos recibe un fornido mulato.- ¡Ya era hora de que te unieras a nosotros! -saluda con efusión. Lo observo y me guiña un ojo.
- ¡¿Miedo, eres tú?!-. Sus ojos me observan y sonríe.
- La pequeña miedosa, revoltosa y malcriada... -. Me abraza, has crecido.
- Igual tú jajajaja -chillo de alegría. Juan vivía con nosotros en la finca, y un buen día de la nada desapareció -. Me alegro de que estés vivo aún -digo, abrazándolo como cuando éramos niños, y Mercedes lo golpeaba porque siempre fue muy maldito.
- Bienvenidos muchachos -. Nos saluda una anciana, que camina hacia nosotros con la espalda inclinada hacia adelante. Vestida con arapos y llena de collares - ¡Llegaron justo para el almuerzo!
- Caminemos hacia el fondo para que se instalen - comenta Juan, que es el nombre de miedo en realidad.
Tomados de la mano Tomás y yo le seguimos los pasos a Juan que a medida que avanza le va haciendo travesuras a cuanto pequeño o pequeña encuentra a su paso. Algo que me sorprendió mucho, nunca imaginé encontrar un lugar así. Tomás jamás me contó que existía este sitio.- ¿Por qué nunca me hablaste de este lugar? ¿Desde cuándo lo sabes? -pregunto apretando su mano.
- Los esclavos huyen de las fincas por la explotación... Y pues no les queda otra opción que refugiarse en lugares así -me responde, sin mirarme ya que Juan nos ofrece un sitio a cada uno, en la enorme rueda de personas que se han acomodado en el frío suelo de la cueva.
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Amor esclavo
Novela JuvenilSurge un amor entre Elizabeth de la Vega, una señorita de sociedad y un esclavo en la finca La Añoranza. ¿Podrá este amor triunfar?