Capítulo 5: Jar of hearts

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Severus

El beso de Hermione se desvaneció de mis labios. Algo dentro de mí se rompió, aunque no lo mostré. Me di la vuelta, caminando sin prisa hacia mi habitación, dejando a Hermione desconcertada detrás de mí. Sentía su mirada en mi espalda, pero no me detuve. Cerré la puerta tras de mí, apoyándome contra ella por un instante, luchando contra la tormenta que empezaba a desatarse en mi mente.

Y entonces, los recuerdos llegaron.

El primer recuerdo: San Mungo. La primera vez que la vi claramente tras los días de oscuridad, dolor y confusión. Hermione había estado allí desde el principio, con su obstinada determinación de salvarme, aunque yo intentara alejarla con cada palabra ácida que podía pronunciar. No sé por qué permaneció. Pero lo hizo. Su presencia constante, su resistencia a mis intentos de apartarla... y lentamente, sin que me diera cuenta, empezó a erosionar las barreras que había erigido durante años.

El segundo recuerdo surgió con más nitidez aún: las tardes en el jardín del hospital. Hermione, con un libro en las manos, yo fingiendo no observarla. Empezamos a hablar más. Al principio sobre pociones, temas triviales, cualquier cosa que no nos forzara a profundizar demasiado. Pero un día, le pregunté algo que me había carcomido desde el primer momento. "¿Por qué sigues aquí?", le dije, casi susurrando, con una mezcla de resentimiento y curiosidad. Ella me miró, sus ojos brillaban con una vulnerabilidad que no había visto antes. "Sentía que, si podía salvarte, tal vez podría salvar algo dentro de mí".

Esas palabras me golpearon. Ella estaba rota también. Y en ese momento, supe que no éramos tan diferentes como creía.

Otro recuerdo llegó rápidamente: fue un día de tormenta. Había algo en el ambiente, en la electricidad que flotaba en el aire. Hermione había dejado caer una taza de té, y el sonido del vidrio roto resonó en la pequeña sala. Pero lo que me impactó no fue el estruendo, sino cómo ella se desmoronó después de aquello. Me acerqué, no sabía qué hacer, pero en ese momento, instintivamente, le tomé la mano. Y ella me dejó. Ese gesto simple, insignificante para otros, era un punto de no retorno para mí.

La primera vez que me abrió su alma fue en una de esas noches en las que estábamos solos en su habitación del hospital. Hablamos sobre la guerra, sobre lo que habíamos perdido. Ella me contó cosas que no había compartido con nadie más. Miedos, inseguridades, y en algún punto, también le conté los míos. Le hablé de mi infancia, de mi madre, de los demonios que arrastraba conmigo. Nunca pensé que me atrevería a decirle a alguien todo eso, pero ella... con ella fue diferente.

Y entonces vino el recuerdo clave. Fue mucho antes de que tuviéramos nuestra primera noche juntos, mucho antes de que me diera cuenta de lo que sentía realmente por ella. Hermione estaba planeando uno de sus viajes de investigación, y yo, en un impulso que todavía no entendía, le dije que quería ir con ella. Le propuse que hiciéramos equipo. Yo, Severus Snape, el solitario, le pedía que no me dejara atrás. En ese momento, todo parecía una decisión puramente lógica, un plan práctico.

Ella sonrió, con ese brillo travieso en sus ojos, y me respondió: "De acuerdo, pero con una condición". "¿Cuál?", le pregunté, intrigado. "Que no te enamores de mí", dijo con una sonrisa que, en ese momento, me pareció casi burlona. Y yo, con la arrogancia que siempre había creído impenetrable, le respondí: "Por descontado, eso no pasará".

Lo creí. Lo creí con todo mi ser. Porque entonces, no podía imaginar enamorarme de ella.

Pero ahora, mirando esos recuerdos desde el presente, sentía que era una mentira. Estaba tan equivocado.

El último y más doloroso recuerdo llegó como una avalancha. Esa noche, la noche en que todo cambió. Recuerdo cómo me entregué a ella, cómo nos entregamos el uno al otro. Todo lo que había contenido, todo lo que habíamos reprimido durante meses, explotó en ese instante. Cada beso, cada caricia, cada susurro fue un reflejo de lo que sentíamos pero no nos atrevíamos a decir. Recuerdo cómo ella me miraba, cómo pronunciaba mi nombre con una mezcla de deseo y amor. Sí, amor. Ella lo dijo primero. "Te amo". Y yo, perdido en ese momento, en ese torbellino de emociones, le dije lo mismo. Lo sentí con cada fibra de mi ser. La amaba.

Un Sevmione para recordarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora