III. Mastermind

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El caos se había apoderado de la casona

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El caos se había apoderado de la casona. Los vidrios rotos, los gritos dispersos, el eco de los pasos apresurados resonando en las paredes. Todo se sentía irreal, como si estuviera atrapada en una película de terror. Pero esto no era ficción. Phil estaba muerto, los tres encapuchados estaban dentro, y nosotros éramos las presas.

Corrí hacia la cocina, sabiendo que quedarme escondida no era una opción. Necesitaba un plan, algo que nos diera una oportunidad de escapar. Mi mente trabajaba a toda velocidad mientras abría los cajones con movimientos torpes, buscando algo, cualquier cosa que pudiera usar. Mi corazón latía con fuerza en mis oídos, pero había una idea clara formándose en mi cabeza, algo que podría funcionar si lograba ejecutarlo a tiempo.

Mis manos tropezaron con un trapo viejo y sucio en uno de los cajones inferiores. Lo sostuve por un segundo, calculando mentalmente. Un trapo, gasolina, el auto... la imagen de una explosión pasó por mi mente. Era arriesgado, pero también la única manera de llamar la atención de alguien fuera de este maldito bosque.

El plan era simple. Si lograba que el auto explotara, el ruido y el fuego atraerían a cualquier persona en los alrededores. Tal vez alguien llamaría a los bomberos, tal vez la policía. No importaba quién fuera. Necesitábamos ayuda. Y rápido.

Me acerqué a la ventana de la cocina y, con un rápido vistazo hacia atrás, me aseguré de que nadie me seguía. Subí a la encimera y me impulsé hacia la ventana, deslizándome hacia fuera. El aire frío de la mañana me golpeó la cara mientras caía suavemente sobre el suelo exterior. Me levanté rápidamente, mis piernas temblando bajo el peso de la adrenalina.

Desde mi posición, podía ver el auto a unos metros de distancia. Corrí hacia él, con el trapo apretado en mi mano sudorosa. Llegué al vehículo, mirando por encima del hombro por si alguno de los encapuchados me seguía, pero no había señales de ellos. Aún.

Abrí el tapón del depósito de gasolina, metí el trapo y lo empapé con el líquido. Mi respiración era errática mientras trabajaba rápido, sintiendo el tiempo desvanecerse como si cada segundo me acercara más a la muerte.

De repente, un movimiento en la ventana de la cocina captó mi atención. Mis ojos se abrieron de golpe al ver una de las figuras encapuchadas saltar por la ventana, sus ojos ocultos bajo la sombra de la capucha. El miedo me paralizó por un momento. No podía detonar el auto a tiempo. Si encendía la gasolina ahora, la explosión me mataría a mí también.

Me agaché rápidamente y rodé bajo el auto, sintiendo el frío del metal en mi espalda. Contuve la respiración mientras el encapuchado avanzaba hacia el auto. Podía oír sus pasos acercándose, su respiración pausada, casi relajada. Él no sabía que yo estaba debajo, pero sabía que había estado planeando algo.

Se detuvo justo al lado del vehículo. Desde mi escondite, podía ver sus botas negras manchadas de barro y sangre. Bajó la cabeza, observando el trapo empapado que asomaba del depósito de gasolina. Supe que había descubierto mi plan, pero lo que no sabía era dónde estaba yo ahora.

Hunting Hearts ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora