IV. Cacería al interior

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El aire dentro de la casona se había vuelto denso, cargado de miedo y desesperación

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El aire dentro de la casona se había vuelto denso, cargado de miedo y desesperación. Estábamos todos enloqueciendo, atrapados en un lugar que ahora se sentía como una tumba. Estábamos rodeados, acechados, y cada minuto que pasaba solo acercaba más a esos tres monstruos a nosotros.

Nos habíamos atrincherado en la sala. Xander, Kyle y yo arrastramos todo lo que pudimos para tapar las puertas y ventanas. Sillas, mesas, hasta un pesado librero de madera. Parecía un acto desesperado, pero era lo único que podíamos hacer. El miedo nublaba nuestra capacidad de pensar con claridad.

—Megan, cálmate —susurraba Kyle, abrazando a su novia que temblaba descontroladamente en un rincón. Megan apenas podía mantenerse en pie, su cuerpo se sacudía con cada sollozo, como si el terror estuviera arrancándole el alma.

—No podemos quedarnos aquí, tenemos que hacer algo —la voz de Kira rompió el silencio. Parecía más enojada que asustada, pero la tensión en su mandíbula y sus ojos desenfocados traicionaban su verdadero estado mental.

Xander, que hasta ahora había estado en un segundo plano, se acercó a mí con pasos medidos, como si intentara encontrar el momento perfecto para hablar.

—Aurora, tenemos que encontrar una salida. No podemos esperar más.

Lo miré de reojo, notando el leve temblor en sus manos. A pesar de su fachada de tranquilidad, Xander también estaba al borde. Sin embargo, mi mente no podía concentrarse en él, no en ese momento.

Sus manos tomaron de las mías y desvié mi vista cuando él se acercó más de lo que mi estado me permitía soportar ahora.

—Ahora no, Xander —murmuré, el tono más frío de lo que pretendía.

—Aurora... —insistió, acercándose un poco más, pero me giré rápidamente, dando por terminado cualquier intento de conversación. No podía lidiar con sus sentimientos ahora. No cuando nuestras vidas colgaban de un hilo.

De repente, un estruendo interrumpió el tenso silencio. El vidrio de una de las ventanas estalló en mil pedazos, proyectando cristales sobre nosotros como si fueran pequeñas cuchillas. Todos saltamos al unísono, el miedo reactivando nuestros reflejos.

—¡Mierda! —gritó Kyle, mientras Megan se aferraba a él, incapaz de gritar.

Al mirar hacia la ventana rota, ahí estaba una de las figuras encapuchadas, inmóvil como una estatua. Sus manos jugueteaban con una navaja plateada, moviéndola entre sus dedos con una destreza inquietante. Nos miraba, o al menos, parecía hacerlo, aunque sus ojos se mantenían ocultos bajo la sombra de la capucha.

Mis piernas temblaron, pero mis ojos no se apartaron de él. Era como si estuviera evaluándonos, decidiendo quién sería la próxima víctima, jugando con nosotros como un gato juega con un ratón antes de dar el golpe final.

—¡Tenemos que movernos! —gritó Xander, rompiendo el hechizo que parecía habernos congelado en el lugar.

Todos, excepto yo, comenzaron a empujar los muebles para abrir un camino hacia las escaleras que llevaban al segundo piso. Yo, sin pensarlo dos veces, corrí hacia el pesado librero que estaba cerca de la ventana rota. No podía dejar que entraran así de fácil.

Hunting Hearts ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora