I. Casona

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El sonido de las ramas quebrándose bajo los neumáticos del auto me sacó de mis pensamientos

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El sonido de las ramas quebrándose bajo los neumáticos del auto me sacó de mis pensamientos. Llevábamos horas en esa carretera que parecía no tener fin, flanqueada por árboles tan altos que apenas se veía el cielo. Aún así, cuando la casona apareció al final del camino, se sentía más como el principio de algo. Algo que no podía nombrar, pero que definitivamente me ponía la piel de gallina.

—Por fin —suspiró Xander desde el asiento del copiloto—. Creí que nos habíamos perdido.

—Imposible —respondí, sin poder evitar que un toque sarcástico coloreara mi voz—. Tienes el mejor sentido de la orientación del grupo.

—Cállate, Aurora —respondió, lanzándome una sonrisa torcida—. Tú eras la que insistió en usar el GPS de Phil. "Este es más preciso", dijiste.

Kira, que estaba sentada a mi lado, dejó escapar una carcajada. Su risa siempre era contagiosa, y aunque no quería, terminé sonriendo también.

Phil, sentado detrás de nosotros, ajustó sus gafas, visiblemente incómodo. Él nunca tomaba muy bien nuestras bromas, pero ya estaba acostumbrado.

—El GPS no es el problema —dijo Phil, un poco irritado—. La señal aquí es mala, y no es culpa mía que se les ocurra venir a celebrar en medio de la nada.

—Tranquilo, Phil, ya llegamos —dijo Megan desde el asiento trasero, tratando de calmar la situación con su tono suave. A pesar de lo tímida que estaba la mayoría del tiempo, Megan siempre intentaba ser la pacificadora, fue la última en sumarse a nuestro grupo desde que Kyle nos la presentó como su novia. Tenía ese aire tierno y frágil, como si fuera la única que aún no se daba cuenta del tipo de mundo en el que vivíamos.

Kyle aparcó el auto frente a la entrada de la casona y dejó escapar un silbido de asombro.

—Wow, es más grande de lo que esperaba —comentó, mirándola con admiración.

Yo también la observé con más detenimiento. La casona tenía un aire antiguo, casi victoriano, con ventanas grandes y oscuras que parecían ojos vigilándonos desde la penumbra del bosque. Las paredes estaban cubiertas de enredaderas, como si la naturaleza hubiera intentado reclamarla para sí. Pero lo que realmente me inquietaba era el silencio que la rodeaba. No había ni un solo sonido de pájaros, ni viento, solo un vacío inquietante.

—¿Y decías que este lugar es seguro? —le pregunté a Kyle, medio en broma.

—Relájate, Aurora —respondió él, bajando del coche y estirándose—. Es una casa vieja, no un escenario de película de terror.

—Aún no —murmuré, un par de carcajadas se oyeron entre los demás.

El interior de la casona no mejoraba mucho la sensación de opresión. Los techos altos y las paredes revestidas de madera oscura hacían que todo pareciera más cerrado de lo que realmente era. Un frío extraño, como una corriente de aire proveniente de ninguna parte, recorrió mi espina dorsal mientras subíamos las escaleras cargados con nuestras maletas.

Hunting Hearts ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora