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—Shin Ryu-jin, señor.

Me puse de pie cuando Jinki abrió la puerta y entró una joven de cabello castaño. Ya sabía quién era. Había leído su expediente extensamente antes de que llegara.

Esperaba que estuviera dispuesta a cooperar conmigo. No sabía más sobre TaeMin ahora que hace tres días cuando Jinki me trajo los archivos. El hombre era un enigma.

—Buenas tardes, Srita. Shin. Gracias por reunirse conmigo.

La mujer de aspecto nervioso le lanzó a Jinki una pequeña mirada antes de estrechar la mano que le tendí.

—Su asistente no parecía pensar que tenía muchas opciones en el asunto.

Le hice señas para que se sentara en la silla frente a mi escritorio antes de tomar mi propio asiento.

—Lamento si te hizo sentir de esa manera. Esa no era mi intención. Simplemente deseaba hablar contigo sobre un asunto privado que sentí que no debería discutirse en un entorno público.

La mujer frunció el ceño.

—¿Qué asunto privado?

—Tu hermanastro, TaeMin.

Ella se puso rígida al instante.

—TaeMin y sus amigos vienen con frecuencia a mi club a bailar.

—¿Eres el dueño del Juliette Club? —Ella preguntó.

—Sí.

Ella se sentó allí por un momento, boquiabierta.

—Eres Choi MinHo.

—Lo soy.

—Eres un mafioso.

—Soy un hombre de negocios.

Mafioso, hombre de negocios, misma diferencia.

—¿Qué interés tienes en mi hermano?

Estaba a punto de mentir entre dientes porque de ninguna manera iba a decirle cuánto me intrigaba su hermano.

—La última vez que TaeMin visitó mi club, lo abordaron en mi estacionamiento y lo arrojaron a un automóvil antes de que tres jóvenes se lo llevaran. No he podido localizar informes policiales relacionados con el incidente o incluso algo que diga que está desaparecido, y estoy preocupado por lo que le pasó.

—TaeMin está bien —respondió ella. —Lo vi hace unos días.

Mis cejas se levantaron con sorpresa.

—¿Él está bien?

Ciertamente no se veía bien la última vez que lo había visto.

Ella asintió.

—Srita. Shin...

—Ryu-jin, por favor.

Sonreí brevemente.

—Ryu-jin, mis cintas de seguridad muestran claramente que TaeMin fue abordado en mi estacionamiento. Preferiría no involucrar a la policía en este asunto, pero...

—¡No, no lo hagas! —El rostro de Ryu-jin se puso pálido. —No puedes llamar a la policía. Eso solo empeorará las cosas para TaeMin.

Mi ira se encendió. Deslicé mi mano en mi regazo para que no me viera haciendo un puño.

—¿Qué se supone que significa eso? Vi a TaeMin ser golpeado y secuestrado. ¿Cómo podría ser peor para él?

—Él no fue secuestrado.

Sin palabrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora