MINHO
Tomé otro sorbo del medio vaso de whisky que tenía en la mano a pesar de que escuché que se abría la puerta de mi oficina y alguien entró. Sabía quién era, por supuesto. Nadie más se había atrevido a entrar en mi oficina en las últimas dos semanas.
Solo Jinki había sido lo suficientemente valiente como para enfrentarse a la bestia dentro.
—Hice lo que me pediste, jefe.
—¿Él los firmó?
—Sí —respondió Jinki. —Pero...
Me giré y miré a mi segundo al mando.
—¿Pero qué?
—Tachó el acuerdo de divorcio.
Estaba confundido y extrañamente herido por eso. A pesar de que nos estábamos divorciando, quería darle a TaeMin la vida que debería haber tenido todo este tiempo.
—¿Dijo por qué?
—No, señor. —Jinki se aclaró la garganta. —Simplemente dijo que esperaba que te ahogues.
Tragué la aguda puñalada de dolor que sentí en mi pecho ante esas palabras. Me las merecía y cosas peores por lo que había hecho, pero escuchar el odio de TaeMin hizo que todo fuera mucho más doloroso.
—¿Cómo está él? —Pregunté mientras me giraba y miraba hacia la ventana que daba al club una vez más. Me había estado quedando aquí durante el último par de semanas, incapaz de ir a casa, pero incapaz de alejarme más de TaeMin.
—Igual.
—¿Él está comiendo?
Una mueca cruzó el rostro de Jinki.
—No tanto como debería. Heechul ha estado haciendo diferentes cosas para abrir su apetito, pero el amo TaeMin empuja principalmente la comida en su plato. Últimamente, le hemos dado batidos de proteínas para que pueda mantener su fuerza.
Cerré los ojos ante esas palabras. Yo había traído a TaeMin a esto. Había sido claro acerca de dónde estaba su límite y yo no solo había cruzado esa línea, sino que había usado una bomba atómica para hacerlo estallar.
Nunca debí haberlo tocado.
Yo era el monstruo que todos creían que era. En mi estado de ebriedad, le había quitado algo que no me había dado permiso para tomar. Ese pecado del que nunca podría ser absuelto.
Incluso ahora, lo poseía cuando soñé. No importa cuánto traté de beber hasta el olvido, esas pocas horas con TaeMin en mi cama llenaban mi mente cada vez que dormía.
Fue una traición, una que no podía ser perdonada.
—No me importa lo que tachó en los papeles del divorcio —dije mientras abría los ojos. —Todavía quiero que todo esté arreglado para él.
—Sí, jefe.
—Asegúrate de que tiene todo lo que necesita. No me importa lo que sea.
—Sí, jefe.
Miré por encima del hombro, mi mirada severa e implacable.
—Y asegúrate de que esté protegido.
TaeMin ya había sido lastimado lo suficiente en esta vida.
—Me ocuparé personalmente, MinHo.
Le di al hombre un asentimiento de reconocimiento, no solo por su aceptación de mis órdenes, sino por su compromiso personal de asegurarse de que se llevaran a cabo. Sabía que Jinki no me decepcionaría.