PARTE II. LA DAMA OSCURA

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En aquella noche, en la que la luna brillaba, redonda y pálida, sobre el firmamento umbrío, y la luz de las estrellas no les alcanzaba, Xainn y sus amigos llegaron finalmente a Dol Guldur, el arcaico cementerio de antiguos nobles de países ya extintos y desaparecidos en la acción imparable del tiempo (tras haber caminado varios días por las desérticas explanadas de Rhín); donde el Libro de los Muertos, el Nekros, les había indicado que era el lugar de enterramiento de la Nigromante, la perversa hechicera más poderosa del mundo, la enemiga de todos, conocida como la Dama Oscura.

Temerosos, pero aun así llenándose de coraje para solventar tal afrenta, se encaminaron allá, encontrándose un escenario decrépito y hostil en derredor de ellos. El viento soplaba emitiendo salvajes y feroces aullidos, moviéndose maniáticamente entre los árboles, y junto con la atmósfera tenebrosa de la ruinosa necrópolis y el terror por algo indefinible y desconocido que les oprimía los corazones, todo ello hizo que se mostraran tensos y cautelosos al máximo.

Los secretos más devastadores, los poderes ocultos por cientos y miles de años a los ojos de los hombres, los saberes ancestrales que habían conocido y distribuido los primordiales moradores de la tierra, y las magníficas y horrorosas metrópolis que habían erigido en su larguísimo trayecto, se les revelarían en su esplendor, terriblemente elocuentes e insanos.

Siguieron caminando sin detenerse a revisar las lápidas, hasta que Xainn los paró al avistar un trozo de piedra desgastado por la humedad y la intemperie, del que emanaba una densa aura maligna y un olor a huevos podridos que se les hacía prácticamente irrespirable. Contuvieron el aliento a duras penas.

El libro se iluminó y se retorció, pero Xainn lo sujetó con fuerza.

—Es aquí —dijo con la voz firme.

El objeto mágico replicó con mayores meneos, más espasmódicas si cabe sus movidas, y Xainn dijo:

—No puedes hacerlo. No te atreverás.

"Ya es tarde. Habéis escrito vuestra propia sentencia de muerte. ¡Niños ilusos, no sois nada comparados con la gran dama espectral, ella es la única que sobrevive, la emperatriz de los helados!"

El Libro se removió, pero Xainn volvió a apretarlo y lo cerró fuertemente. Se quedó quieto al fin, aunque seguía fulgurando, habiendo dejado iluminado un montón de tierra.

León dijo:

—Vamos a desenterrarla y le clavamos una estaca y luego con magia se puede rematar. Acabemos con esta insidiosa criatura de una vez por todas.

La duda pasó por el rostro de las chicas, e Izumi repuso:

—¿Estás seguro? No sé si será buena idea profanar su sueño. Ya sabes, es la bruja monstruosa de la que hablamos. Puede que ni siquiera sea de este mundo, que haya venido de alguna remota galaxia para sembrar el caos... Esto no me da buena espina en absoluto. Y pensar que pueda haber algún reducto de su poder por ahí...

Se estremeció, y Eva la abrazó, susurrándole vocablos de consuelo.

—Ya no puede resucitar de ningún modo —sentenció Xainn, tratando de convencerlos de la solidez de su argumento—. Lleva demasiado tiempo muerta. Así que nosotros podremos terminar nuestra misión.

Ayudados por Eva, y mediante pico y pala, Xainn y León —mientras Aurelia, Noelle e Izumi se quedaban a cierta distancia, asustadas e inseguras por la fantasmal presencia vestigial de la bruja—, consiguieron desenterrar y colocar el pesado ataúd de madera descolorida y descascarillada, donde ella dormía el sueño eterno, un letargo que se hubo prolongado cientos de años, demasiados siglos.

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