El Faro

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Violeta despertó con una sensación de ligera tranquilidad. La noche anterior, aunque inesperada, había resultado ser un buen respiro. Mientras preparaba el desayuno para Ayla, su móvil vibró en la mesa. Al revisarlo, se sorprendió al ver un mensaje de un número que no tenía guardado.

Número desconocido:
¡Hey, soy Chiara! Me lo pasé genial anoche. ¿Cómo estás? ¿Te apetece que nos veamos un día de estos?

El mensaje la tomó por sorpresa. No es que no le hubiera gustado hablar con Chiara la noche anterior, pero no esperaba que fuera a escribirle tan pronto. Violeta pensó un momento en cómo responder. Había algo en Chiara que la hacía sentir cómoda.

Violeta:
¡Hola! Pues bien, aquí sobreviviendo con Ayla. Me encantaría quedar, ayer lo pasé muy bien.

Envió el mensaje y mientras se ocupaba de Ayla, notó que su mente seguía regresando a la conversación. El día anterior había sido una especie de chispa inesperada. No es que buscara algo concreto, pero la idea de conocer mejor a Chiara y ver qué podría surgir entre ellas la intrigaba.

Poco después, el teléfono vibró de nuevo.

Chiara:
Genial, ¿qué tal un café mañana por la tarde? Conozco un lugar muy guay, te va a encantar.

Violeta:
¡Perfecto! A las cinco me viene bien.

Después de enviar el mensaje, Violeta sintió una pequeña corriente de emoción recorriéndola. A veces, las mejores cosas son las que surgen de manera espontánea. Y, aunque no sabía exactamente qué esperar de este encuentro, algo en su interior le decía que seguir adelante con esto no era una mala idea.

Violeta guardó el móvil en el bolsillo, y aunque intentaba concentrarse en la rutina diaria con Ayla, su mente seguía volviendo una y otra vez al encuentro con Chiara. Recordó el momento en que la había visto la noche anterior, riendo con sus amigos, y cómo de repente su presencia había captado su atención de manera inesperada. No se conocían, apenas habían intercambiado unas palabras en la cafetería, pero la conversación fluida y las risas compartidas anoche habían abierto una puerta que Violeta no esperaba.

La idea de volver a verla hacía que un cosquilleo de nervios y emoción recorriera su cuerpo. Mientras alimentaba a Ayla, se dio cuenta de que no recordaba la última vez que se había sentido así por alguien, o al menos no desde que había nacido su hija. No era que quisiera darle demasiadas vueltas al asunto, pero sí que se sentía como si estuviera ante algo nuevo, algo que no podía anticipar.

—Bueno, pequeña —dijo en voz alta, mientras le limpiaba la carita a Ayla—, parece que mamá tiene una tarde interesante mañana.

Ayla, como si entendiera, balbuceó feliz, jugando con sus manos. Violeta sonrió. A veces, la simple alegría de su hija era todo lo que necesitaba para calmar cualquier ansiedad que pudiera tener. Pero eso no quitaba que el día siguiente le provocara algo más que curiosidad.

*          *          *

La tarde del día siguiente, Violeta se encontraba frente al espejo, decidiendo qué ponerse. Sabía que no era una cita, pero quería verse bien. Aún así, tampoco quería exagerar y parecía que cada conjunto que se probaba era o demasiado casual o demasiado arreglado.

Decidió que lo mejor sería hablar con sus mejores amigas. Abrió el grupo de WhatsApp que tenía con Naiara y Denna, donde siempre estaban atentas a cualquier mensaje. Sabía que, aunque estaban ocupadas, siempre sacaban tiempo para ayudarla a aclarar sus pensamientos.

Violeta:
Chicas, necesito consejo urgente.

Nai:
Dime que no has vuelto a aceptar otro trabajo más.

Un poco de luz - KIVIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora