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Llegué a la tienda un poco más tarde de lo habitual, pero con todo el día por delante. Abrí las puertas y, como siempre, el familiar aroma a lienzos, pintura fresca y madera me recibió. Colgué mi chaqueta en la percha y me puse manos a la obra, organizando algunos cuadros y preparando nuevas telas para pintar.

Pasé las primeras horas sumergido en mi mundo, pincel en mano, perdiéndome en los colores que se mezclaban en el lienzo. De vez en cuando, algún cliente entraba y salía, curioseando entre las esculturas y pinturas, haciendo preguntas sobre las clases o comprando pequeñas piezas de arte.

Mientras colocaba unas esculturas en el estante más alto, escuché la campanilla de la puerta. Me giré y vi entrar a un chico, su cabello rubio desordenado, igual que la noche anterior. Me tomó un segundo reconocerlo. Era él, el mismo chico al que le había entregado el pedido anoche.

Por un momento, me quedé inmóvil, sorprendido de verlo aquí. No esperaba volver a verlo, y mucho menos en mi tienda.

¿Qué estará haciendo aquí?, pensé mientras lo observaba mirar alrededor de la tienda.

Me acerqué rápidamente a él, tratando de no parecer demasiado sorprendido, aunque por dentro no podía dejar de preguntarme qué hacía allí.

—¿En qué te puedo ayudar? —le pregunté con una sonrisa amable.

El chico rubio, visiblemente sorprendido al verme de nuevo, vaciló un segundo antes de responder.

—Uh... estoy buscando algo.

—¿Buscando qué? —pregunté, esperando poder guiarlo un poco mejor.

—Pinturas —dijo él, con una voz tranquila pero algo insegura.

Asentí y lo miré con curiosidad.

—Tengo mucha variedad. ¿De qué tipo estás buscando? —le pregunté, mientras me preparaba para mostrarle algunas de las obras más populares.

—De estrellas —respondió, casi en un susurro.

Estrellas. La palabra resonó en mi mente, pero me quedé perplejo. No recordaba haber pintado nada de estrellas últimamente, ni siquiera tener algo similar expuesto en la tienda. Le hice un gesto para que me siguiera mientras me dirigía a la recepción.

—Vamos, déjame ver si tengo algo en el inventario —le dije, intentando ganar tiempo para organizar mis pensamientos.

Busqué en el catálogo de la tienda, revisando una a una las pinturas que tenía disponibles. Pero, por más que buscara, no había ni una sola pintura de estrellas.

—Curioso... —murmuré para mí mismo. Me giré hacia el chico con una expresión algo apenada—. Lo siento, parece que no tengo ninguna pintura de estrellas en este momento.

Me quedé mirándolo, esperando a ver si tenía algo más en mente o si quizás quería algo distinto.

Me sorprendió no tener ni una pintura de estrellas. Era algo tan común, tan inspirador, que me parecía raro no haber pintado alguna. Así que, antes de dejar que el chico se fuera con las manos vacías, le ofrecí una solución.

—Si quieres, puedo hacerte una. Solo dime cómo te gustaría la pintura, y te la preparo.

El chico pareció dudar por un momento, pero luego describió lo que tenía en mente.

—Quisiera estrellas blancas, como destellos en el cielo... Y una luna, tal vez algo más grande de lo normal. El cielo debería ser azulado oscuro, casi negro, pero no del todo.

Me quedé mirándolo, procesando su descripción, pero no lograba visualizarlo completamente. Debió notar mi expresión algo confundida, porque sacó su teléfono del bolsillo y me mostró una imagen que representaba bastante bien lo que quería. Finalmente, entendí.

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⏰ Última actualización: Sep 29 ⏰

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Entre Todas las Estrellas, Tú Eres la Más LindaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora