Capitulo 1

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El crepitar del fuego es la única luz que ilumina el inhóspito bosque de aquella noche helada. Los árboles ocultan, al igual que la espesa maleza, la luminosidad de los astros, y los animales que merodean por los alrededores salen cuando la luna está en el punto más alto del firmamento.

Había logrado, a duras penas, prender el fuego pasado la madrugada y gracias a eso pudo calentarse unas pocas horas hasta que el sol iluminó los frondosos árboles. Delhi no es la clase de chico que está acostumbrado a vagar por esos rumbos, lo ha tenido que hacer más que nada por obligación. Sólo lo cubre una fina capa negra, que había tomado de su choza antes de abandonarla y ropa bastante ancha, para su contextura física, que lo mantiene abrigado a pesar del frío abrumador. Tiene miedo a dormir y que un animal salvaje lo ataque, porque tampoco conoce demasiado de las especies que viven allí, su madre le había enseñado una que otra cosa que resulta insuficiente en aquel momento. Claro está, más que agradecido que su madre enseñó lo máximo que pudo sobre cómo sobrevivir y lo único útil que posee en su morral color tierra es un pequeño cuchillo, que ha tomado de los utensilios de cocina, para defenderse.

Mira las chispas del fuego quemarse contra las ramas, que, con tanta paciencia cortó, y recapitula toda su osada travesía y los deseos ardientes que lo han llevado a este momento.


Su madre ha muerto hace unos días y fue la herida más dolorosa que le pudieron hacer en vida. La encontró en un charco de sangre a la entrada de la choza con la mano extendida, tal vez intentando protegerse. No había heridas visibles —y tampoco quiso investigar demasiado—, no había signos de lucha o forcejeo, más solo una escena terrible que inspiró en el adolescente un profundo temor.

Cuando Delhi estuvo frente a esa escena, sabía que ir corriendo hacia la choza más cercana de su aldea pidiendo ayuda a los gritos era inútil, su vivienda está lo suficientemente lejos como para lograr resucitar a su madre, por lo cual, supo perfectamente que no tenía buen pronóstico. Dejar el cadáver fue lo más doloroso que pudo hacer en su vida, pero él lo sabe...el cuerpo es solo carne que se pudre contra la tierra, que vuelve de donde salió y el ciclo de la vida continúa.

Gira su cabeza hacia arriba, las hojas le tapaban la vista, pero intuye que pronto amanecerá y concluirá la noche que tanto lo perturba. No ha dormido nada y apenas tiene un pedazo de pan en el estómago. Su madre también le enseñó a racionar la comida y el agua que tomó, de esta forma podría vivir unos días más hasta llegar a la siguiente aldea.



El cielo vuelve a brillar en un nuevo día, debido a lo cual, el joven usa un poco de su agua para apagar la pequeña fogata que estaba comenzando a extinguirse. Se levanta del piso y con el morral bien sujetado a su cuerpo sigue la ruta pantanosa hasta la pequeña aldea que se encuentra a unos pocos metros. Entre sus cosas también posee un mapa que su madre usaba cada vez que necesitaba ir en busca de algún ingrediente para sus medicamentos caseros o incluso comprar algo de carne fresca, vivir apartados tenía tantos beneficios como desventaja.

Delhi ha sido criado en una pequeña casucha en la aldea de los artesanos, aunque fueron muy pocas las veces que él pudo hablar con otras personas de allí, pero ellos lo reconocían como el hijo de Ariadna. Él se escondía detrás de las faldas y bajaba la mirada para evitar ver los ojos miel de las personas. Se podría decir que es bastante introvertido, aunque no es algo que esté en su esencia sino la crianza aislada que recibió. Su madre le impartía clases en la casa y aprendió muchísimo sobre plantas, animales, anatomía y alquimia. Ayudaba a su madre, la mayor parte del tiempo, a preparar remedios caseros que otras personas venían a buscar de vez en cuando, o en ocasiones, embotellaba líquidos para que ella pudiera ir al centro a venderlos y traer algo de carne de pollo o pescado a la casa.

El libro de DelhiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora