-Deja a Jeph tranquilo, bruja. -dije espetanto la última palabra.-Esta niñata...
Se abalanzó a mí con sus manos adelante para agarrar mi cuello. Esquivé rápidamente dando un tropiezo y cayendo en brazos del Dios griego. Se me olvidó su nombre. Me miró a los ojos y Oh. Por. Dios.
Que hombre.
Para calmar mis deseos carnales me abalancé a la mujer que me atrapó y golpeé justo en su frente. Se agarró la cabeza de dolor y me dirigió una mirada de odio. Me empecé a reír, pero me dolieron los dedos. Me agarré del brazo del Dios griego por un mareo que de momento me ha dado.
-Vamos, dejemos a éstos en su romance tóxico. -fue lo último que dije antes de quedar dormida en brazos de éste.
[...]
Volvía a levantarme en las sábanas de seda. Me dolía mucho la cabeza y la mano. Esa cabeza dura, casi me rompe los dedos. Parecía estar hecha de hierro.
Miré a mis alrededores y no vi a absolutamente nadie, así que decidí llamar por la campana que Jeph me dijo que tocara.
Rinnn.
Al cabo de los segundos vi al Dios griego abriendo la puerta. Dioses, es demasiado hermoso. Siempre lo vi bien...
-¿Cómo te llamas?
-Jules a su servicio, querida. -no me hable así...
-Lindo nombre eh. -hice un gesto con la mano para que se acercara.- ven no te morderé.
-Hmm. -miró a sus espaldas y al percatarse de algo cerró la puerta tras de sí y se sentó en el borde de la amplia cama.
-Bueno, algo es algo. Cuénteme ¿Por qué Jeph es tan raro?
-Es mi jefe y se me prohibió hablar o dar información de él.
-Bueno... Hablemos de ti. -fruncí el ceño buscando una pregunta.- ¿Qué edad tienes?
-Cient' 37 años.
-¿137? -estallé en risas y lo miré, estaba riéndose nervioso.
-No, no, tengo 37 años. -empezó a reírse a carcajadas y yo lo seguí en su risa.
¿137 años? Jajaajajaja.
-Me encanta tu risa... -me acerqué a él gateando por la cama y él se empezó a hechar atrás. -pero no te alejes.
-Yo... yo... -me levanté de la cama y agarré su corbata. -Eeeeh...
-Tranquilo... -acaricié su corbata y parte de su cuello.
Se estaba poniendo nervioso, y me di cuenta por su manera de respirar. Acerqué su rostro al mío y con el dedo limpié un poco de salsa que tenía en su comisura.
-Tenías salsa. Ahora estás limpio, querido.
-Oh.. eh..
-¿Por qué tan callado? Ahora acompáñame a comer.
-Si, sí.
Ambos salimos de la habitación para bajar las escaleras e ir al comedor. Al bajarlas, vi otra vez ese cuadro antiguo. Extraño...
Ahora me pregunto, ¿Cómo se habrá llamado esa persona?
-¿Cómo se llama?
-¿Eh? Oh... ¿ella? -hubo un silencio extraño.- se llamaba Josephine Le Normant. Una princesa.
-Era hermosa, se parece extrañamente a mi...
-S-si. Sigamos caminando.
-Aburridoo.
Bajamos las escaleras hasta la primera planta. Vimos a Jeph, estaba parado con las manos en los bolsillos y la cabeza baja. Cuando me vio bajando las últimas escaleras, corrió a mí y me dio un largo abrazo.
¿Qué le picó a éste?
-Ehmm.. -me quedé quieta sin saber cómo reaccionar a ese repentino abrazo.
-Lo siento mucho, Josephine...
-¿Josephine?
-No, perdóname, Sahyli...
-Yo... -me separé suavemente del abrazo y corrí muy rápido a la cocina.
¿Josephine? El pensó que yo era la chica del cuadro antiguo...
Entiendo que nos parezcamos pero ¿por qué le pedía perdón?
Cerré tras de mí la puerta del comedor y me senté en el suelo. Me dolía demasiado la cabeza. Agarré un trozo de pan y me lo comí rápidamente tratando de calmar mi repentina hambre. Seguido de eso agarré un vino tinto y con hielos me tomé todo el contenido. Me sentía extraña, asustada.
Intenté gritar pero solo se escuchó un mini quejido que solo yo, el vino y el pan podíamos escuchar. Cuando pensé que la vida se me iría de las manos, rápido llegó Jules pálido y con ambas manos temblorosas.
-¿Q-qué pasa? -se arrodilló frente a mí- ¿Es por el nombre Josephine?
Otra vez ese dolor punzante. Empecé a comer mucho más rápido del pan que tenía en manos y beber de ese vino tinto que tenía demasiado hielo. Estaba extremadamente cansada y no sabía que hacer con ésta rara sensación.
-Ll-llévame al patio. -fue suficiente para que me cargara en brazos por la incapacidad de caminar.
Me sentía mareada y necesitaba respirar fresco.
Me llevó a un hermoso jardín, le pedí que me bajara para poder caminar
Habían diferentes flores y solo una de ellas, era la más abundante de todas...
Orquídeas, símbolo de la fertilidad...
Nunca supe por qué esas flores siempre han sido mis favoritas.
Y ahora no sé por qué Jeph tiene tantas de éstas. Aparte de ellas, habían peonias, rosas, tulipanes, incluso lirios.
-¿Te sientes mejor? -Jules colocó su mano en mi hombro, su mano estaba tan fría, contrasta con las mías.
-Quiero un ramo de orquídeas.
-A Jeph no le parecerá muy graciosa su idea, señorita Rinaldi.
-Llámalo.
-¿Segura que lo quieres ver?
-Claro, ya me siento mucho mejor.
Me lanzó una mirada preocupada y se dio media vuelta para ir en busca de Jeph.
-Que flores más bonitas. Parece que al dueño de esta casa también le parece que ustedes son muy bonitas.
Me agaché para acariciarlas.
-Mira que suave son...
Una aveja se acercó a la flor, yo aparté suavemente mi mano y miré con emoción como la avejita caminaba por toda la flor.
-¿También te gusta? -reí suavemente intentando no asustar a la aveja.
Me acosté en la hierba suave sonriendo y mirando como la aveja pasa de flor en flor, no quería que me picara así que intenté no molestarla.
-Se ve adorable... -escuché un susurro detrás de mí, me sobre exalté y terminé asustando a la aveja. -Oh, no te asustes...
-Casi me das un infarto, imbécil.
-¿Qué te dije sobre las groserías en mi casa, Sahyli Rinaldi?
-Hmm... -bajé la cabeza en arrepentimiento. -Quiero un ramo con esas orquídeas.
-¿No es mejor verlas en su estado natural? Éste jardín es tuyo si así lo pides.
-¿Mío?
-Sí, tuyo.
Me alegré y empecé a saltar, me acerqué a él y le di un abrazo de oso.
Cosa que estoy casi 100% segura que no haría. Me eché hacia atrás bajando mi cabeza avergonzada por el repentino momento.
-Puedes abrazarme y tomarme a tu voluntad. Soy todo tuyo, Sahyli.
¿QUÉ?
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Que Mala Suerte La Mía
RomanceKarma es una palabra, Jeph Pitt es el significado. ¿Qué habré hecho yo para merecer ésto? Claro, ser una asesina en serie. Éste hombre al cual debía matar era mi misión fallida. ¿Quién diría que todo ésta cacería sería mutua? Ángeles, arcángeles, r...