antaño

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Día de Susurros, Erotmont, año 5779, a 19 de neore, año 5780

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Día de Susurros, Erotmont, año 5779, a 19 de neore, año 5780.

Magmel, Ventyr - Eedu, Yaralu

Los bosques ya habían quedado atrás nuestro al cabo de unos pocos pasos. Cerré los ojos por un momento, tomando una bocanada de aire fresco. No había más que silencio, apenas interrumpido por nuestros pasos sobre el camino de tierra. Todavía me daba un ligero picor en la piel donde estaban las marcas, como me había advertido el myling. Y lo preferiría tener a no.

De reojo veía a Morgaine caminando con sus pertenencias, la vista al frente y con el pelo algo desordenado. Suponía que tenía sentido el silencio y que estuviera con los brazos alrededor de su cuerpo. Extendí una mano en su dirección, no esperando nada de su parte. O tal vez sí, si me guiaba por el murmullo incesante en mi cabeza.

-Habrá que hablar con ella sobre el asunto -había dicho Darau.

-Luego -había sido mi respuesta.

Y sospechaba que el temblor y los nervios eran cosa suya. O mía. ¿Importaba realmente? Sacudí la cabeza. Luego, luego habría que ocuparse de ello, primero había que llegar a Eedu. «¿Y hacer qué, exactamente?»

-Cuéntame sobre Eedu -dije, sacando a Morgaine de su ensimismamiento de golpe. Me miró con el entrecejo fruncido.

-¿Qué exactamente?

Consideré por un tiempo la respuesta, pero no vino ninguna palabra. «Tanto lío hacen y ahora se quedan en silencio», bufé, negando con la cabeza. Terminé pidiéndole que me contara todo lo que pudiera sobre la historia, lo que fuera.

-Los primeros textos sagrados hablan de que Eedu surge al final de Erotmont, cuando Cirkena nace de los restos de Cirensta. A nosotras nos crea de las plantas y de la sangre de su antiguo cuerpo. Dicen que usó un fuego verde, uno que arde sin aire, que consume sin tocar y revela la naturaleza verdadera.

Asentí en silencio, teniendo un vago recuerdo de aquello que me mencionaba. Pero se me escapaba como agua entre los dedos.

Y eso fue durante las siguientes tres semanas en las que íbamos avanzando por el territorio ventino hasta llegar al Puerto Sajee. Así me terminé enterando del todo de la historia de Weiner de Fel, su anuncio de que vendría de nuevo y cómo la habían interpretado a ella como la que iba a cumplir con una promesa descabellada. Estaba convencido de que lo mejor era dar media vuelta y regresar a Jagne. «Hay que ir igual». Y dos contra uno era una victoria que seguía contando, aunque no me hiciera mucha gracia.

Pasamos por varios pueblos, la mayoría tan similares entre ellos que casi era seguro saber dónde encontraríamos una habitación donde podríamos dormir. También se volvía cada vez más incómodo tener que estar durmiendo cerca de Morgaine y mantenerme en el lugar. Desconocía si ella era la que se terminaba acercando o era yo. Moría por traerla a mis brazos, saber que se dormía aferrada a mí, pero sabía que no era a mí no era a quién realmente quería. «Y ahora mismo no pienso salir». Como si precisamente a mí me gustara la situación.

El Legado de EeduDonde viven las historias. Descúbrelo ahora