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— Buenos días.

La fría brisa era refrescante, aún más cuando eras consciente de la rareza de ello en un circuito tan abrumador como lo era Abu Dhabi.

— Buenos días. — Le respondieron amablemente los trabajadores.

Lewis no tenía un plan exacto para ese día. Toto había solicitado su presencia en el paddock como una muestra de apoyo a los nuevos ingresos, y él, tan acostumbrado a seguir sus órdenes, aceptó. No tenía que hacerlo, ni siquiera iba a ser él quien manejara la monoplaza ese día; pero algo dentro suyo no pudo evitar presentarse allí.

La nostalgia era demasiado pesada en esos momentos. Al finalizar de esa carrera, Lewis era oficialmente parte de Ferrari, vestiría de rojo por el resto de sus días.

— ¡Lewis!

El británico giró en sus talones, sorprendido por el grito que lo sacó de la espiral de pensamientos. George se acercaba trotando hacia él, brazos abiertos en espera de un gran abrazo una vez acortara la distancia.

— Hey...

Se vio envuelto entre largos brazos, aplastado en el pecho de su compatriota y sin salida aparente. El perfume de George era más pronunciado en esa posición, los tonos de hierbas invadieron sus fosas nasales, y sin darse cuenta, se encontraba ya extrañando ese aroma sin importancia.

— Pensé que no vendrías hoy.

— Quedarse solo, únicamente iba a empeorar todo. — Habló, aún sin despegarse del pecho de su compañero.

George no respondió, solamente dedicándose a apretujarlo en sus brazos.

Se dedicó a recorrer el paddock. Se necesitó de los esfuerzos de todos los integrantes de Mercedes para preparar a Kimi para ese Gran Premio: lo dejaron a la deriva con un simple "Te vemos después".

Con mucha más tranquilidad, manejaba su scooter entre las personas, imitando inconscientemente las maniobras que desarrollaba en pista, en los pequeños pasajes.

— ¡Hamilton! — Ignoró el llamado. Subió la música de sus audífonos al tope y aumentó la velocidad.

Pronto, no fue solo una persona la que lo llamaba, eran decenas. Estaba rodeado por periodistas de diferentes países, fans tratando de sacarse fotos con él y transeúntes que se aglomeraron para ver lo que pasaba.

— Mierda...

Trató de encontrar una vía de escape, un hueco entre los cuerpos aplastados para poder marcharse del lugar. No encontró ninguno.

— ¡¿Cómo se siente, sabiendo que es su último día?!

— ¡¿Hay tensión entre usted y Antonelli?!

—¡¿George Russell seguirá siendo su amigo?!

Lewis soltó un suspiro. Esto no era lo que tenía planeado para el día, pero era plenamente su culpa por alejarse de la parte más segura del paddock.

No quería tener que responder preguntas de su salida de Mercedes, de lo que esto implicaba para sus relaciones personales y profesionales. Era algo que estaba evitando lo más posible, aún cuando grandes directivos ya habían dado su opinión del tema.

¡Pero, no me quemes!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora