Capítulo 1

23 0 0
                                    


Señorita miedo.

El pasillo está vacío, el joven Patrick, ausente y mi corazón, bullicioso.
Dentro de los aposentos reales mi niña llora, desgarra su pijama y azota con fuerza su cabeza contra sus dudas, lo sé.
La conozco desde que era solo un sueño de mi niña Clara, su anhelo más grande, su preciosa hija de ojos chocolate.
Tenía la mirada perdida, pero yo sabía que lloraba por dentro, que estaba asustada y que extrañaba ser débil en los brazos de esa mujer.

Han pasado algunos meses desde que la Reina Bella se casó, otros cuantos desde que Lirio se comprometió y uno o dos días desde que me carcome la conciencia.
Por mi parte, no me queda más que contar la desgracia que sufrieron y sufren mis niñas, pero el más doloroso, es de mi pálida Bella.
Desde niña destacaba la inteligencia heredada por su astuto padre, el rey Yason de Florian.

Florian es el reino más hermoso y colorido del continente, con bosques frondosos y arquitectura clásica europea.
Todos sus antiguos gobernantes se encargaron de expandir y hacer un reino imponente, hasta que el Rey Yason obtuvo el trono.
Era un Rey bondadoso, lleno de gracia y amabilidad, dispuesto a matar por ser el bueno. Contradictorio.
Acabó la guerra con los reinos vecinos, y expandió el comercio de alimentos, metales y materias prima.
El reino estaba a sus pies, le confiaban su vida y éxito.

A los treinta, Yason conoció a Clara, la hija del medio de los Julzo, familia adinerada del reino, dueña de seis minas exportadoras de diamantes y lumirita, piedra preciosa exclusiva de Florian.
Yo era empleada de los Julzo, específicamente de la señorita Clara, una mujer hermosa, de ojos cafés, piel blanca, labios delgados y cabellos castaños lacios.
La señorita Julzo era fantasiosa, alegre y muy divertida. Ambas teníamos la misma edad, y más que su empleada, yo era su mejor amiga, su confidente y su mayor condena.
Teníamos veinte cuando la madre del Rey Yason invitó a la familia Julzo a un baile en el palacio.

Al cruzar miradas, Clara y Yason quedaron enamorados uno del otro. Fue un amor loco y joven, al menos por parte de Clara.
Yason era muy trabajador, amaba dar gloria a su reino y los halagos de su pueblo hacia él.
Era bondadoso, sí, pero inseguro, amaba y creía todo lo que le decían, era esclavo de los comentarios de su pueblo y solía deprimirse cuando algo no salía a su gusto. Clara siempre lo apoyó, lo rodeaba con sus brazos y le repetía a detalle cada una de sus virtudes y omitía sus defectos como si fueran cosa de nada, aunque para Clara, era evidente lo que algún día los separaría.
A los tres años se casaron, por más que intenté evitarlo.

—Clara... piénsalo más...

—Oh, Casandra..., él es maravilloso, es tierno, dulce y me ama más de lo que ama a su reino —Clara era una romántica, nunca me habría perdonado si no la dejaba casarse con aquel maldito hombre, pero como su fiel sirvienta, la acompañaría a donde fuese —Vendrás conmigo al palacio, nunca te dejaría aquí, eres como mi hermana, Casandra... Mi señorita miedo.

Los reyes de Florian tuvieron a la pequeña Bella, pálida, quién nació con los ojos cafés, cabellos lacios, pero negros y labios delgados. Viva imagen de Clara. Era preciosa, la bebé más hermosa que pude tener en mis brazos...

Hace dos años.
Palacio de Florian

Cada año se elige a un reino de "Los cuatro caballeros de plata" para dar un festín, el grupo de reinos era conformado por: Florian, Khalias, Niva y Valtias, antiguamente países en guerra, y hoy, países hermanos, justo como cuenta la leyenda de estos reinos.

La princesa heredera de Florian había ocupado todo su tiempo para que el festín fuese perfecto. Bella caminaba de un lado al otro en su habitación, con la mano temblorosa y la respiración agitada.

Promesa de ReinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora