Cap. 3

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JUNGKOOK:




Había sido un largo, duro y agonizante día.

La ciudad era plenamente conocida por sus calientes veranos y yo había elegido—en mi infinita estupidez— usar un sofocante traje de William Fioravanti para acompañar a mis padres en la fiesta que los Park organizaban cada año con fines altruistas.

Tamborileé inconscientemente el volante mientras esperaba que la luz del semáforo cambiara a verde y me pasé una mano por el cabello intentando arreglarlo. A esas alturas ya debía ser un desastre, pero no podía importarme menos. Nadie se fijaría en mi cabello en una fiesta de universitarios ebrios.

Esas eran verdaderas fiestas.

No podía esperar a ver qué juego estúpido estarían planeando Hoseok y los demás para pasar el rato y embriagarnos hasta los huevos.

Podía decir con certeza que aquél era mi parte favorita.

Después de las incesantes miradas gélidas que mi madre y la señora Park se lanzaban en el salón cada que tenían una oportunidad y la incomodidad que se cernía en la estancia cada vez que estaban los cuatro juntos, lo único que deseaba era que dieran las doce; ni siquiera la Cenicienta corrió tan rápido como yo para salir de ahí.

En verdad, estaba seguro de que en algún momento se lanzarían veneno una a la otra.

Nunca había entendido a qué se debía tanto desdén por ambas partes, pero tampoco era algo que me quitara el sueño por las noches. Me resultaba infantil incluso, cómo siendo los personajes que eran y la relevancia social que tenían, siguieran comportándose tan fríamente con el otro sin razón aparente.

De cualquier manera, había cumplido con el trato que le había hecho a mi madre: no insistiría más con que viviera con él en tanto yo asistiera a sus fiestas y eventos sociales, presentándonos como la perfecta familia que de ninguna manera éramos.

No era mi solución ideal para mantenerla alejada de mí, pero era algo. Mientras ambos cumpliéramos con el trato, todo sería perfecto.

Seguí mi camino por la avenida, con música a alto volumen, para calentar motores .

Tal vez ese día no estaría completamente perdido.

Quizás, si llegaba a tiempo, podría contemplar cómo Namjoon bebía en un tiempo récord y después terminaba inconsciente sentado en el escusado; y, si tenía un poco más de suerte, la noche podría tornarse exquisitamente mejor.











...










Estaba completamente ebrio.

Los chicos no dejaban de gritar y yo sentía mi cabeza a punto de explotar.

Vagamente miré la camiseta que mi padre me había regalado—según él le había costado una fortuna— y noté que estaba manchada con algo que parecía ponche pero que olía a vómito.

Alguien cayó al piso con el trasero pegando contra la madera y una carcajada emergió desde mi garganta.

Hoseok me tomó del cabello y jaló de mi cabeza violentamente hacia atrás para que tomara directamente de la botella de tequila que compartíamos y, como el buen amigo que era, bebí como un campeón hasta que la quemazón en mi garganta no me permitió ingerir más.

La estancia se sentía endemoniadamente caliente y había un mar de personas que no paraban de moverse y bailar al son de una música discordante.

Si eso era el infierno, con un carajo, ahí quería quedarme.

En mi cabeza, nadie hacía mejores pasos que yo y era el rey de la fiesta, pero sabía que era otro ebrio más que no podía mantenerse erguido; la sensación era perfecta.

Revitalizante.

Después de tantos pleitos con mis padres, lo que más necesitaba era descansar por un momento y desconectarme por un rato.

Tomé otro trago del brebaje que Kai o Nam o cualquier otra persona había preparado y había puesto en mi mano. Tenía muchísimo alcohol y básicamente nada de soda, pero en mi estado, ni siquiera un Merlot sabría mejor que esa mierda.

Los gritos en la estancia se sincronizaron de pronto y caí en cuenta de que la mayoría se había reunido en torno a la mesa del comedor de Hwasa.

Tuve que abrirme paso entre un montón de brazos y codos para alcanzar a ver qué era lo que tenía a todos tan emocionados. Estaba tan ebrio que me costó un poco enfocar la vista para darme cuenta: sobre la mesa, la anfitriona y Jimin Park estaban dando un show jodidamente bueno.

Incluso en mi estado tan severo de inconsciencia, podía decir con certeza que Jimin se movía mil veces mejor y aunque podía notar desde la distancia que había bebido por sus movimientos ligeramente erráticos, era evidente que sabía lo que hacía.

Todos sabíamos lo mucho que él adoraba ser el centro de atención y ciertamente sabía cómo conseguirlo: desde su cuerpo perfecto hasta su carisma, él sabía cómo hacer que lo miraras, no porque fuera el tipo de chico fácil—todo lo contrario, me atrevería a decir—, sino porque captaba tu interés sin planearlo o pensarlo. Era algo que ya llevaba consigo, en la forma en que se conducía a sí mismo, con altivez y coquetería.

Era como un farol para las luciérnagas.

Jimin no necesitaba hacer este tipo de cosas para embelesarte, pero era de conocimiento general que se transformaba en un peligro inminente siempre que bebía sin cuidado.

Nuestras familias podrían estar peleadas a muerte, pero yo era un hombre hormonal y me era imposible obviar lo que era innegable: era dolorosamente precioso y se movía como si eso hubiese hecho toda su vida: con seguridad y gracilidad, lo que resultaba muy gracioso porque era una música que nada tenía que ver con ello.

Se sentía completamente cómodo bailando.

Hwasa seguía recibiendo atención, pero era terriblemente opacada, a pesar de que era una chica llamativa.

Jimin movía sus caderas suavemente, parecía que era su espectáculo y la mesa era su enorme escenario; indudablemente estaba adueñándose de la fiesta, podía notarlo en la manera en que todos—incluyéndome— éramos incapaces de despegar la vista de él, como si fuera un brujo.

El coro de la canción se hizo presente de nuevo y echó la cabeza hacia atrás en una sonrisa, al tiempo que meneaba sus caderas, con sus fuertes piernas marcándose por el apretado pantalón que vestía y la delgada camisa transparente que resultaba muy incitante. Bajó con sensualidad casi por completo, remarcando sus exquisitas curvas y benditos ángeles esa Personalidad tan remarcada.

Sin ser consciente de ello, me encontré preguntándome cómo se sentiría su redondo y bien formado trasero en mis manos; qué marca dejarían mis dedos en una de sus nalgas.

Eunwoo definitivamente tenía mucha, mucha pero mucha suerte.

Fue en ese momento que recordé, en mi alcohólico estupor, que él era el novio de mi amigo y que odiaba cuando él bebía, precisamente porque se volvía más valiente y su deseo de llamar la atención y cometer estupideces aumentaba en un mil por ciento.

Vagamente escaneé la estancia buscando algún rastro de Eunwoo, que era siempre quien hacía su papel de niñera cuando asistían a alguna fiesta, pero parecía no estar presente.

Decidí restarle importancia y seguir bebiendo con los muchachos, pues el espectáculo se había terminado.

Hwasa había bajado de la mesa para vomitar y Jimin estaba bebiendo shot tras shot de lo que parecía vodka.

Podría haber terminado para Hwasa, pero la fiesta apenas estaba comenzando para otros y me incluía.









...

MI PERFECTO ERROR ☯Donde viven las historias. Descúbrelo ahora