CAP. 4

58 12 1
                                    



JUNGKOOK:



El cuarto de baño estaba caliente y se sentía húmedo.

En mi garganta tenía impreso el amargo regusto del alcohol y mis pulmones luchaban por un poco de aire, pero con un carajo.

Su piel se sentía tersa sobre la punta de mis dedos y la suavidad de su espalda se quedaba estampada en mis manos.

Pegué más mi cuerpo al suyo, permitiéndole sentir mi turgente erección, que no hacía más que aumentar con cada meneo de su apetecible trasero.

Lo tomé con decisión del cuello para soltar un leve jadeo de excitación en su oído, que lo hizo temblar.

Lo giré con brusquedad y clavé mis ojos en su rostro, enrojecido por la alta temperatura y el calor que se construía entre nosotros.

Sus orbes se posaron en los míos y se impulsó hacia adelante para besarme; aún con la mano detrás de su sudado cuello, incliné su cabeza hacia atrás, dándome mayor acceso al área que deseaba y deslicé mi lengua sobre su garganta, que sabía a sal y perfume.

Él gimió y arqueó su espalda cuando bajé aún más, creando caminos de saliva y deseo con mi boca, abriéndome paso sobre su piel, llena de transpiración por la cercanía de nuestros cuerpos.

Me moría por tocar sus preciosos pectorales.

Estaba por llegar a ellos cuando alguien tocó la puerta del baño. Un leve llamado al principio, casi educado.

Suspendí bruscamente mis caricias, esperando impaciente a que cualquier idiota que estuviera tras esa puerta conservara unas cuantas neuronas funcionales y se largara de una buena vez.

Como si me hubiese escuchado, los toques se volvieron más insistentes.

—¡Déjame entrar, imbécil! ¡Llevas años ahí! —gritó una voz con fuerza del otro lado.

Lo miré al rostro y le sonreí forzadamente para ocultar mi hastío.

Él me devolvió la sonrisa, sus orbes brillando expectantes.

Pasaron unos segundos sin ruido alguno y asumí que la persona que nos jodía se había ido, así que me acerqué, ansioso por retomar lo que habíamos interrumpido.

Acaricié su cintura y besé su pómulo, nuevamente listo y luego...

— ¡Hablo enserio! —volvió a reclamar la misma voz, pastosa por los efectos del alcohol—. ¡Necesito usar el baño, estoy orinándome! ¡Sé que me estás escuchando!

Mi compañero de baño lanzó un sonido de exasperación y me alejó con poca delicadeza para llegar a la puerta y abrirla con brusquedad.

—Busca otro baño, éste está ocupado—dijo ofuscado.

Observé a Jimin enarcando las cejas con sorpresa y cruzarse torpemente de brazos desde mi lugar detrás del chico, apreciando en todo su esplendor su típica faceta altiva.

Ahí estaba: la jodida abeja reina que desconocía por completo la palabra NO.

—He dicho que quiero usar el baño—hizo el ademán de acercarse para apartarlo y entrar, hasta que me puse detrás del chico y lo miré.

Se detuvo inmediatamente y estrechó los ojos, como si buscara ubicar mi rostro.

—Hay más baños en la casa. Busca otro—contesté con más frialdad de la deseada.

Frunció el ceño molesto, listo para atacarme con algo mejor, pero no se lo permití.

Le cerré la puerta en la cara y volví a colocar al chico contra la pared.

MI PERFECTO ERROR ☯Donde viven las historias. Descúbrelo ahora