1. Duraznos

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4:30 a.m. La alarma suena con ese sonido molesto que puede llegar a causar dolores de cabeza, no quería despertar, solo había dormido apenas 4 horas, la noche anterior el restaurante había estado lleno, otra noche exitosa, pero llegando a su departamento encontró a su pequeño hijo dormido en la mesa con pegamento en la frente y palitos de madera pegados a ella, así que se dio a la tarea de asearlo y ayudarlo a terminar ese proyecto que el pequeño empezó a hacer justo un día antes de tener que entregarlo, lo quería regañar pero sus dulce ojitos soñolientos lo hizo imposible.
 

4:45 a.m. La alarma seguía sonando, por fin se levantó, recordó que los mejores vegetales, carne y pescado se consiguen temprano, llegando antes que los demás a los muelles y a los mercados. Le gustaba escoger sus ingredientes a él mismo, algunos lo llamaban fanático del control, pero es que no confiaba en nadie más, nadie más tenía su olfato e instinto.
 

5:00 a.m. Ya es tarde, y Sergio apenas sale de la ducha, corriendo para cambiarse y levantar a su pequeño hijo, entra a la habitación y tropieza con todos los juguetes tirados en el piso, lo cual hace que el pequeño Noel despertara de golpe.

-Papi, ¿ya es hora de despertar? - dijo el pequeño con una vocecita ronca y ojitos llenos de sueño.

-Si, ya es tarde, tenemos que ir al mercado, despiértate y lávate los dientes, ya puse tus cuadernos en tu mochila- contesto su papá, no sin antes pisar unos legos que el pequeño había dejado tirados en el piso, hizo una mueca de dolor, pero se tragó el regaño, ya era demasiado tarde.
 

5:30 a.m. Sergio sube el cierre de la gruesa chamarra de su pequeño, ve su reloj y salta desesperado, intenta tomar las llaves del tazón de la mesita que esta en la entrada, solo para ver unos carritos en su lugar. -Noel, y ¿las llaves? ¿Dónde están? – Pregunto Sergio con toda la paciencia que tenía, el pequeño solo se encogió de hombros, el que iba a saber, su papá fue el que cerro la puerta anoche.
 

Sergio buscó frenéticamente las llaves por la sala, el comedor y la cocina, ya estaba desesperado, tenia que ir a los muelles y de ahí a la escuela de su hijo, todos sus deberes y ocupaciones le daban vuelta a su cabeza cuando escucho a su pequeño juguetear con un objeto metálico. -Papi, encontré las llaves, las dejaste en el refrigerador de nuevo, atrás de la leche esta vez.

Sergio respiró hondo tratando de calmarse, se dirigió a su hijo y le dio un pequeño beso en la frente. -Gracias mi niño, vámonos que se nos hace tarde.
 

5:45 a.m. Ambos se suben a la camioneta de Sergio, hacía mucho frio, pero todavía no estaba nevando, Sergio trataba de encontrar la mejor ruta para llegar a los muelles mientras su hijo no dejaba de hablar sobre el tema que aprendió ayer en la escuela, algo sobre fósiles y dinosaurios, Sergio en realidad no escuchaba, estaba concentrado en el camino y la radio donde el locutor mencionaba algo sobre un embotellamiento en la calle 13, justo la calle que tomaba todas las mañanas para llegar a tiempo.  
 

6:15 a.m. Por fin llegaron a su destino, el mercado de carne y pescados estaba lleno de gente, sin duda había llegado tarde, pero aun así había todavía de los mejores productos para escoger, el pequeño Noel arrastraba tras de él un carrito para ayudar a su papá, ya llevaba un año ayudándolo en sus viajes.
 

Sergio ya conocía a todos, saludaba alegremente a todos por igual en lo que olía y tocaba todo lo que ese mercado tenía que ofrecerle, a su pequeño hijo le gustaba mucho ir con su padre, era de las pocas ocasiones que estaba con él y notaba lo feliz que era. A él también ya lo conocían y siempre tenían alguna fruta o dulce que regalarle, pero siendo tan pequeño, a veces le asustaba pasar por los grandes pescados que quedaban justo al nivel de su cabeza, a Sergio le daba risa y lo cargaba en sus hombros siempre que pasaban por ahí.
 

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