Parte III

156 12 26
                                    


Mamá, nunca entendí por qué hiciste lo que hiciste. Nunca supe quien fue el alfa que te embarazó de mi hermanita, si fue hombre o mujer, si te enamoraste o no. Nunca entendí por qué sufrías tanto por mi padre, por qué haber sido un omega rechazado fue algo tan terrible…Ahora lo entiendo.

Estuve dos días completos oliendo a omega. Los niños me trataban igual que siempre; aunque Carlitos estaba emocionado de que yo me quedara esos dias a dormir en su casa. Vimos películas, comimos pizza casera e hicimos una pijamada real. Por otro lado, el alfa, estuvo más cariñoso conmigo de lo habitual. Sé que su comportamiento era a causa de las feromonas, pero no se aprovechó de eso en ningún momento.

Su periodo de rut siempre venía acompañado de fuertes jaquecas, por lo que tampoco pudo ir a trabajar esos días. Me trataba con respeto e intentaba no acercarse mucho a mi. Yo quería todo lo contrario, e intencionalmente buscaba una cercanía física y emocional. Realmente parecía un omega en celo deseoso de un alfa…Que patético fuí.

La última tarde de mi pequeña cuarentena tuvimos ese acercamiento que yo tanto deseaba. Empezó cuando, luego de la once (a la que Martín llama merienda) me encontraba guardando los platos en la alacena. Levanté el brazo para guardar una taza, cuando sentí sus brazos rodeando mi cintura. No dije nada, no hice nada, ni siquiera cuando metió las manos por debajo de mi ropa para tocar mi vientre y subir hacia los pectorales.

—¿Todavía huelo a omega? —murmuré, girándome para buscar sus labios.

Él asintió con la cabeza. Tenía la mirada perdida y clavando la nariz en mi cuello me desordenó entero; la ropa y la cordura. Sostuve su cara con mis manos y lo guié hasta mi boca. Cuando nos besamos sentí que me iba a morir de amor, él me quería devorar, su lengua deseosa se metia adentro de mi, haciéndome volar de deseo.

—¡Papi! —La voz de Carlitos, gritando desde el living, fue un balde de agua fría cayendo sobre mi.

Nos separamos, yo por vergüenza y Martín porque había recuperado la consciencia. Se apartó sin decir una palabra, ordenó un poco sus ropas y se fue a atender a su hijo. No hubo reproches, ni sonrisas cómplices, se fue sin expresar nada e hizo como si no hubiera pasado nada. Hasta que llegó la noche, cuando los niños dormían y yo me preparaba para irme.

—¿Por qué lo hiciste, Manuel? —me preguntó, apoyado en el marco de la puerta de la habitación de huéspedes ( la que usaba cuando me quedaba a dormir)

—¿Qué cosa? —pregunté, evitando la mirada.

—Decime, ¿Por qué abriste la puerta del placard, el cajón, agarraste la botella y te tiraste la feromona? ¿Sabías que era una feromona omega? ¿Qué se te cruzó por la cabeza en ese momento?

—Por weón, por eso lo hice —respondí, evadiendo la respuesta, tratando de cerrar mi bolso lo más rápido posible.

Él me abrazó por detrás y ya no tuve escapatoria. No podía apartarlo de mí (tampoco quería hacerlo) y no podía seguir ocultando mis verdaderas intenciones. Estaba asustado, pero desde hacía mucho tiempo que deseaba a ese alfa.

—Manuel, decime qué querés —susurró con voz ronca en mi oído.

Sentí que me iba a derretir en sus manos, la vibración baja y sensual de sus cuerdas vocales me dejaron sin aliento, sin voluntad, completamente a la merced de sus caprichos. Me sostuve en sus brazos y confesé que me había enamorado de él, que desde un principio me gustó, pero que con el tiempo mi atracción física se había convertido en amor sincero. Que estuve dispuesto a ocultar mis sentimientos porque, lo respetaba como jefe, respetaba a los niños y porque nuestras castas eran incompatibles; pero que ya no podía más, que si seguía escondiendo estos sentimientos me iba a volver loco.

El niñero [Omegaverse]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora