Era tan solo las seis de la mañana cuando la alarma nos despertó. Steve extendió la mano hacía un lado de la cama buscando el reloj para apagarla. Apenas si abro los ojos y la luz de la madrugada se filtra en nuestra habitación, suspiró acariciando el abdomen de Steve.
Él me besa la frente y puedo casi imaginar que tiene una sonrisa en el rostro. Nunca despierta con mal humor y me alegro de eso, porque ya era suficiente con el mío. Se remueve lentamente y me abraza totalmente.
—No vayas a trabajar... quédate conmigo. —digo escondiendo el rostro en su pecho, donde se concentra su aroma a menta, fresco como la briza de una mañana.
—Ojalá fuera así de sencillo... pero puedo prometerte que volveré temprano. —dijo y una vez más me beso en la frente. Luego se levanta y va en dirección de la ducha.
Esa era mi señal para levantarme de la cama. También voy al sanitario y veo a mi fornido esposo darse una ducha en la regadera, me pierdo en el lienzo trasado de cada uno de sus músculos. Exhalo complacido de ver con el monumento con el que despierto cada mañana desde así casi tres años.
Me encantaba la idea de saber que Steve era tan confiado de su desnudez que simplemente no deslizaba la cortina de baño. Una costumbre que se había vuelto tan único en nosotros.
—¿Quieres huevos con tocino o prefieres wafles con miel? —preguntó dando un bostezo. Últimamente me había sentido muy agotado, quizá se debía a la dinámica de cada mañana. Servirle a Steve el desayuno era muy agotador, pero debía hacerlo mientras no tuviera un trabajo y alguien debía ocuparse de las cosas de la casa.
—Lo que se te haga más sencillo cariño. —dijo sin dejar de frotarse el cabello.
—Bien... estaré en la cocina. —le dije mientras jalaba la cadena.
—Okay...
Me lavé las manos y el rostro. Me sequé con rapidez y fui a la cocina. Gracias al cielo, Steve sabía que era malo para estas cosas. Yo adoraba comer, pero era tan malo cocinando. Él sabía que podía hacer estas dos cosas bien, lo había aprendido entre cortes y quemaduras.
Enciendo la televisión para no tener el silencio completo de la cocina, pongo las noticias y le subo el volumen suficiente para llenar el vació.
—"Lávate las manos. No vayas a espacios aglomerados de personas. Lleva gel antibacterial ante cualquier contacto con otra persona." —decía la reportera.
Yo batía la mezcla, dándole la consistencia para unos deliciosos wafles.
Estaba pensando en nuestros problemas. Hace un tiempo junto con la pandemia, (o unos meses antes) perdí mi empleo. El sueldo de Steve no alcanzaba para cubrir todos los gastos de la casa y apenas si podíamos llegar a fin de mes.
Jamás en mi vida me imagine pasar por esto, al menos no antes de conocer a Steve, pero mi padre había sido claro y estricto. O era seguir estudiando y prepararme para dirigir la compañía o quedarme con (según sus palabras) un alfa de casta baja que me mantendría viviendo como un pobre diablo.
Vaya decisión...
A pesar de todo el dolor que nos causó por separarnos. Al final acepto a Steve en mi familia, pero eso no significaba que recibiríamos su ayuda, no era obligación de mi padre velar por nosotros. Sí queríamos hacer algo, teníamos que empezar desde abajo como él lo había hecho con mi madre. Pero... ¿Por qué fue tan severo conmigo o con Steve? O era porque había elegido al amor de mi vida o porque yo era un omega. Siempre había sentido que mi padre había estado resentido con la vida por mi casta, lo peor de todo es que después de mi no hubo más hijos. Así que después de todo se tuvo que conformar conmigo, quizá era eso.
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El último refugio
FanfictionEn un mundo devastado por una pandemia, Tony Stark y Steve Rogers, una pareja inseparable, despiertan una mañana sin saber que su vida cambiará para siempre. La humanidad enfrenta una nueva amenaza: los muertos vivientes. En medio del caos, Tony y...