05.

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Peter:

Puedo ver la preocupación en el rostro de Steve. Sus labios están ligeramente pálidos y su mirada desorbitada es el propio reflejo de la de Bruce y puedo suponer que de la mía también.

Siento como mi cuerpo va desencadenando más temor que valentía ante la idea de Steve. Mis manos tiemblan y trago pesado.

Solo de saber lo que vamos a hacer, me da un cincuenta por ciento de probabilidad de que esto funcione y el otro cincuenta que no funcione. Y eso me aterra.

Me aterra imaginar que en el vagón donde estaban mis compañeros ahora podría ser más que solo otros zombies encerrados sin saber que había una salida. Una en la que los zombis se vuelven dóciles, que tiene una debilidad.

Quizá Billy no sabía realmente en qué situación estábamos. Quizá nadie hasta este momento lo sabe más que nosotros. Y aquí estamos, tratando de experimentar de buenas a primeras cualquier tonta idea que se nos cruce por la cabeza.

En cuanto la luz fue extinta del vagón, todo pensamiento fue arrancando de mi mente.

Rápido, me volví para ver a Steve, quien solo me hizo un asentamiento en señal. Era momento de llevar la teoría a la práctica.

Me coloque cerca de la puerta del vagón B4, esperando que Steve tomará su posición en la otra puerta. Cuando estuvo ahí, ambos abrimos las puertas, lo más lento que pudimos sin hacer el más mínimo ruido.

Steve hizo otro gesto de asentimiento hacía Bruce. Yo veía todo desde que Steve me hizo un ademán con la mano para que me pegara a un lateral del tren.

Bruce por su cuenta, tenía una sola oportunidad. Él se puso de rodillas en el suelo al frente de la puerta donde estaban los zombis y deslizó el celular por el pasillo, atinando el momento adecuado para que no le diera a ningún ellos.

El celular se arrastró hábilmente por el pasillo con un ligero, pero inaudible rasgado.

Sentí una sensación de peligro, una advertencia. Mi cuerpo estaba inestable y siendo sincero quería que la tierra me tragara y me escupiera en otra parte. Quería estar a salvo.

Bruce se acomodó del otro lado del vagón. Steve se volvió hacía mi lado y dio un respingo, podía escuchar su respiración agitada y pesada. Su miedo transpiraba por cada poro de su cuerpo. Podía olerlo y transmitirlo de sobre manera.

Steve sacó el celular de su bolsillo y marcó para pegarse la pantalla del celular al pecho.

Mi corazón se detuvo cuando el sonido al otro lado del vagón B5 comenzaba, fue como un estruendo para mis oídos. Era como si hubiéramos roto alguna regla del juego y el jefe del nivel ahora venía hacía nosotros.

Entonces vi a todos los zombies que empezaron a gruñir violentamente. Y corrieron a toda la velocidad en busca del ruido.

Todos corrieron a tal agresividad que simplemente era difícil saber cuántos habían pasado.

Seguía temblando, pensando en no moverme, no hacer ni un ruido. Todo el sudor me recorría por la cara, apreté los labios para no dejarlos temblar.

En cuanto todo el vagón lleno de zombis paso al otro extremo por donde habíamos venido y se reunían con los otros. Steve se aproximó a la puerta con ventaja de algunos segundos y cerró la puerta con brusquedad.

Justo en el momento exacto en que la luz del día abraza cada rincón de los vagones.

No podía creerlo. Steve había hecho que todos los zombis pasarán sin problema.

—Creí que no lo lograríamos... —dije, mirando a Steve. Sus ojos mantenían un leve brillo de alivio; Bruce estaba sonriendo. Y yo seguía sin creerlo.

El último refugioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora