04.

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Peter:

Subí tan rápido como pude al vagón, cuando me fijé del desastre de afuera. Me doy cuenta de que algunos de los compañeros de juego de Wade están aquí cubiertos de sudor y pálidos como nunca, miro a todas partes, buscando a Wade, pero no lo veo por ninguna parte. Un momento estaba a mi lado y al otro no.

No sabía en qué momento Wade y yo nos habíamos separado.

—¿Dónde está Wade? —exigí saber, al capitán del equipo, Billy.

El imbécil que tengo al frente está alterado, mueve los labios, pero no me dice nada. Empiezo a perder la paciencia. Lo tomó del hombro bruscamente para que reaccionara.

Ese tirón fue como si recuperara la conciencia. Me miró a los ojos y por fin sus labios dejaron de temblar.

—¡Olvídalo, ya es uno de ellos!

Me quedé helado por unos segundos, pero decidí volver afuera para comprobarlo. Camino hacia la puerta, pero el tonto de Billy me detiene ejerciendo fuerza en mi hombro. Como si hubiera leído en mi mente lo que iba hacer.

—¡No abras la puerta! —grito.

Escucho y siento como el tren empieza a rodar por las vías. Billy, el tonto asno que me sujeta de los hombros, trata de cargarme y llevarme dentro. Me siento tonto y avergonzado por no darle una paliza. Y trato de liberarme como lo haría un niño berrinchudo de los brazos de su madre.

—¡Suéltame! ¡Wade puede estar allá afuera!

—¡No, vas a matarnos a todos aquí! ¡Wade ya no está!

El tren empieza a tomar velocidad y siento como todo pensamiento abandona mi mente, solo tiene uno, claro y objetivo; liberarme de este imbécil.

Billy aún me retiene, su pecho se pega a mi espalda y mis brazos son aprisionados por los suyos, como si estuviera dándome un fuerte abrazo. Trato de mover mis brazos, pero Billy no me cede el paso con su fuerza.

—¡Billy, suéltame!

Y mientras lucho por liberarme, los demás compañeros cierran la puerta del vagón del otro extremo. Escucho los gritos de las porristas, los golpes y el forcejeo de la puerta. Mientras que Billy trataba de retenerme para que no abra la puerta del exterior.

Odio tener que usar mi última estrategia, pero no me deja opción. Tomo impulso y le doy un golpe con la parte trasera de mi cráneo, alcanzó a escuchar como su nariz truena como una rama. Y el dolor también invade toda mi cabeza.

Billy rápidamente me suelta para tomársela la nariz, adolorido y un quejido que solo yo pude escuchar por la cercanía.

—Lo siento... —le digo, cuando ya estoy liberado, pero eso no me detiene para mi cometido y me giro en mis pies para ir a la puerta del exterior.

Recorrí el pasillo, a menos de un metro para abrir la puerta. Me asomo a la orilla y lo primero que veo; es el rubio que hace un rato dormía acurrucado con el castaño y otro hombre que venía corriendo a su lado de una manera más forzada que el rubio, pero detrás de ellos no hay nadie más.

Wade no había subido y no estaba con ellos.

—¡Olvídalo, ya es un zombi! —dijo Billy, sujetándome de la chaqueta bruscamente, para hacerme volver adentro.

—Suéltame, incluso ahora sí fuera cierto. No voy a dejar a estos hombres morir. ¡Son mis amigos!

Quité las manos de Billy de mi chaqueta y extendí la mano afuera.

—¡Tómala! ¡Apresúrate! —grito.

El rubio extendió la mano y tomó la mía con fuerza, subió tan rápido y se dio la vuelta instintivamente para ayudar al otro.

El último refugioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora